Streetart-literario #2# **Corazón de oso**
Esta es una serie de 15 publicaciones que combina arte callejero (grafiti en su mayoría) con literatura. Por una parte, una imagen cada vez tomada con mi Smartphone, paseando por las calles de Málaga; por otra, una propuesta literaria a partir de esa imagen. Podéis consultar el resto en mi blog.
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Corazón de oso
Foto tomada por @salvao – Grafitero desconocido
Hacía mucho tiempo que nadie veía un oso azul. De hecho, Yoyo no había visto uno nunca, aunque en verdad aún era joven. Bueno, nunca lo había visto en persona, en vivo; sin embargo, hacía ya varias semanas que podía verlo en sus sueños. Un majestuoso oso azul anciano de hocico canoso. El sueño se repetía una y otra vez:
«Yoyo corriendo por un sendero interminable, muy parecido el entorno a Isla Bayoda, su hogar. Cada vez más veloz, cada vez más impaciente. Y siempre en el mismo punto de la carrera aparecía un grandioso oso azul para acompañarlo. Siempre cuando la sensación de abandono era más intensa aparecía y corría a su lado»
- Tu sueño esconde un mensaje joven Yoyo… pero no me corresponde a mí interpretarlo. –fue la respuesta que obtuvo del viejo chamán del poblado, en un intento de comprender el sueño.
Los osos azules fueron una especie que antaño poblaron aquellas tierras de abundancia. Durante mucho tiempo vivieron en armonía con los antepasados de Yoyo. Durante siglos. Aunque poco a poco, ya nadie en el poblado recordaba bien qué pasó, fueron cada vez más escasos, hasta que ya no quedó ninguno.
Su abuela, Nanai la anciana serena, le dijo una vez que los osos azules eran seres majestuosos, dignos de admiración y respeto, fuertes, nobles… que hubo un día en que protegían a su tribu y que tanto su ausencia como un posible regreso no significaba nada bueno. Yoyo no entendía.
«Con caza, salud, recursos… su poblado prosperaba. ¿Cuál sería aquel mal que en apariencia no existía?»
Hasta que una noche Yoyo despertó sobresaltado. Podía oír un gruñido lejano, era un gruñido de dolor. Una necesidad imperiosa que no comprendía le hizo saltar de su lecho y correr hacia ese sonido. Y Yoyo se vio, como en su sueño, corriendo por los senderos de la isla, pero esta vez estaba bien despierto. Con la diferencia de que el gruñido lastimoso y cada vez más presente era lo que le daba impulso, en lugar de la presencia de aquel oso anciano que le acompañaba en su onirismo.
Corrió y corrió, cada vez más veloz, más impaciente. Hasta que por fin alcanzó el extremo opuesto de la isla: un impetuoso peñasco que desembocaba en el alto acantilado rocoso al que le gustaba acudir en soledad, desde muy pequeño, cuando quería echar a volar sus pensamientos sobre lo desconocido. Y allí los encontró, estaban esperándole o esa fue la sensación de Yoyo. Dos oseznos azules que miraban al horizonte y ya no gruñían.
El joven llegó hasta ellos, que actuaban como si lo conocieran de siempre. Acompañó la mirada de los osos y entonces lo vio. Alumbrado por el todavía tímido clarear del alba y en la extensa lejanía del mar estaba una estructura extraña. Muy rara, muy grande e impulsada por el viento a través de gigantescas pieles que se curvaban en su propio avance.
Yoyo volvió al poblado, ya de día. Los dos osos azules le acompañaban. Lo que algunos tomaron como un regalo del cielo no estaba más lejos de las predicciones de su abuela, la anciana Nanai. Los osos vinieron como guardianes renovados para avisar a Yoyo y custodiar a su tribu.
Rebautizaron al chico como Yoyo, corazón de oso; y se dirigieron todos a ver aquella extraña máquina que flotaba sobre el agua. La prudencia se fue induciendo en el grupo.
Lo peor estaba por venir.
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[Docu-ficción colonial]
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¡Qué pasará, qué pasará!, lamentablemente parece que nada bueno. Muy interesante tu iniciativa de desarrollar historias en base a grafitis callejeros.
Gracias por compartir tu contenido con El Arca.
Gracias a vosotros por abrir un espacio para el arte!
En efecto, situados en la época colonial poco bueno pasará...
Un relato que cautiva la atención y la emoción, @salvao, no solo por el "suspense" que provoca la historia con sus aspectos inconclusos, sino también por los elementos simbólicos que introduce: el oso y el color azul. Los románticos alemanes, sobre todo, realzaron la figura de la flor azul, símbolo de la belleza inasible. Lo onírico, lo fantástico y cierto carácter de relato de aventura contribuyen a su interés. Te felicito por esa creatividad, imaginación y libre pensar que origina e impulsa la elaboración de este relato a partir de un grafito callejero, que puede ser muy frívolo e insignificante para el común ambulante. Saludos.
Como bien dices, un grafiti callejero que puede pasar desapercibido me ha dado para practicar en una historia que, cuando la releo, cada vez me gusta más. Te agradezco mucho tu valoración, pues creo en tu profesionalidad.
Estos días no tengo mucho tiempo, pero ya ando pensando en los trece "street-art-literario" que tengo por delante.
Un abrazo!
Ya los iremos leyendo. ¡Adelante! Un abrazo también.