@pepiflowers ha propuesto un juego literario de hacer cuentos en grupo, en equipo. Se trata de que cuatro personas escriban cuatro cuentos, pero de manera entrelazada. Ella ha comenzado y me ha nominado a mí para seguir. Al final de esta publicación, yo nominaré a alguien. Cualquiera que quiera jugar puede comenzar una historia y nominar a alguien para que sea un integrante de su nuevo grupo... ¡así que todo el mundo puede jugar!

Os dejo el enlace al post de la dinámica aquí, por si no sois nominados y queréis jugar. También os recomiendo que si jugáis y vais a nominar a alguien, os aseguréis primero de que quiere jugar. Así ningún grupo ni historia se queda descolgado.

Vayamos ahora con el primer cuento:

Primera parte - usuario 1 @pepiflowers

Nació un 27 de Abril de luna llena, cuando llegó a este mundo ese primer llanto característico de los bebes al nacer fue diferente, era bello, de alguna forma era una forma de reír en vez de llorar, su madre siempre lo decía desde el primer día ella transmitía una alegría pura.

Eran las ocho de la tarde y acababa de llegar a su apartamento, un lugar pequeño pero muy acogedor, en la entrada había un gran perchero lleno de sombreros, bolsos y abrigos, la mayoría nunca los usaba, para ella era una forma de decoración. La cocina y el salón se dividían por una barra americana color marrón, dónde siempre estaba una gran cesta a modo de frutero, lleno siempre de frutas de todo tipo.

No tenía mucha hambre, cogió un plátano y fue a buscar las velas y el incienso, necesitaba hacer su ritual, que no era otra cosa que un baño relajante de mínimo hora y media, así que llenó la bañera de agua caliente, con la ducha hizo un poco de espuma, encendió las velas y el incienso y puso su música relajante favorita. Era lo que necesitaba.

No podía parar de pensar en aquella señora mayor, que llevaba encontrándose tres días seguidos en la cafetería por la mañana. Pedía café solo y sin azúcar en taza grande y recogía la taza con sus manos hasta que el café estuviese frio, su mirada parecía triste, decepcionada. Luego bebía el café de un solo sorbo. Se levantaba y se iba hacia el mar, remangándose la falda se mojaba los pies y se sentaba en la arena y comenzaba a llorar. Por un lado algo le decía que no quería molestarla. Por otro lado sentía demasiada curiosidad y ganas de poderla ayudar. Exactamente lo mismo durante tres días.

A la mañana siguiente, estaba dispuesta, si aquella señora estaba de nuevo allí, le iría a preguntar. No soportaba ver a nadie de esa manera, ella era experta en regalar sonrisas y de alguna forma sentía la necesidad de transmitir su alegría a esa mujer.

Segunda parte – usuario 2 @salvao

Así era Melisa, siempre tan entregada a los demás, y no podía evitarlo. Al salir de casa vio a una niña pequeña que jugaba distraída en el parque de recreo que allí permanecía, desde que era pequeña, para llenar de risas el barrio. La niña se paró un momento mirando a Melisa, le regaló una pícara sonrisa, se dio la vuelta y salió corriendo hacia la escalera que daba acceso al tobogán plateado. Era sábado y el parque estaba rebosante de gritos y juegos.

De alguna manera aquella niña hizo a Melisa incrementar su interés por la mujer anciana. Tan triste, tan solitaria y silenciosa. Un solo instante, una sola sonrisa le había alegrado el camino al trabajo. Quizá ella también podría conseguir lo mismo con aquella mujer.

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Cuando entró en la cafetería por primera vez no recordaba mucho de lo que le había pasado con anterioridad. Estaba descalza y era mayor, tenía arrugas por todas partes. No sabía nada de nada, no podría recordarlo. Nunca había probado el café y, sin embargo, ¡le gustaba! No pudo evitar pedirlo cada día. Esperaba para no quemarse la lengua y lo bebía de un trago. Pasaba el día en la playa, llorando. Había encontrado una especie de cobertizo tras las rocas, donde se acurrucaba por la noche para dormir.

Recordaba cómo su madre le gritó segundos antes de cruzar la calle por donde se escapaba su pelota favorita. También recordaba estar jugando con su prima Julia.

  - Aquí tiene su café, señora… -Melisa la miraba con una amabilidad inusual. Le transmitió una confianza abrumadora- Se… ¿está usted bien? Hace días que la veo venir, parece muy sola. ¿Le puedo preguntar su nombre?

  - Me llamo Julia, como mi prima –su voz temblaba como si llevara años sin hablar con nadie. De hecho, no se había atrevido a hacerlo en los últimos tres días y medio.

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Cuando Julia llegó al hospital, ya poco pudieron hacer los médicos por ella. Era tan pequeña, tan alegre, tan viva… Primero se oyó un frenazo, después el reventar de una válvula. Luego un fuerte golpe. Gritos, llanto. El conductor se echaba las manos a la cabeza, desesperado.

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Melisa no podía saberlo, pero de alguna manera aquella voz que salía por boca de la anciana, de Julia, pareciera ser la de una niña pequeña y asustada.  Era como si el alma, la energía de aquella señora, no se correspondiera con lo que cualquiera pudiera esperar a simple vista. Como si de hecho hubiera una niña pequeña atrapada en el cuerpo de aquella anciana.

Nomino a jugar (uy, me gusta... "nomino a jugar") a @johannfrare. Para que de fin a esta historia y nomine al cuarto integrante de este grupo, que comenzará una segunda.