El sombrerero caminó desde su cama hasta la puerta de la habitación en un par de zancadas largas. Llevaba toda la noche acostado, con los ojos como platos, intentando relajarse, y nada, no lo logró. Imposible es dormir, con ese olor intenso tan horrible. ¿Por qué no me puedo relajar? Se pregunta. Decide marchar, así que pone en sus pies las enormes botas, viste su hermoso traje colorido, cual traje de payaso. Está preparado para salir, para comerse al mundo, y enfrentarse a cualquier reto que el país de las maravillas le ponga por delante. ¿Alguien que rete al Sombrerero Loco? Imposible. Él lo sabe, está seguro de sí mismo. No le hacen falta las pastillas que el psiquiatra le recomendó, eso puede esperar hasta después. ¿Dormir ocho horas? Tampoco es necesario, mucha gente sobrevive y consigue el éxito con solo cuatro horas de sueño.

Abre la puerta de su habitación. Ya nada más le falta desayunar, e ir a encontrarse con su querida Alicia. Tal vez ella esté de acuerdo con él, tal vez ella también opine que las pastillas y el sueño son opcionales. «La conozco, ¿No? La conozco. La conozco. ¡La conozco, es mi amiga!» grita, mientras toma varios platos de su armario personal, y los lanza contra la pared. Se sujeta a sí mismo con mucho esfuerzo, está cansado, no ha dormido. Se pregunta si dormir si sería la solución, pero desecha la idea de inmediato. También se pregunta si algo en su vida tiene algún sentido, pero, ¿Quién sabe? Sale de la habitación, el desayuno ya le espera en la mesa. Un par de huevos con algo de arroz, y una taza de café. Desayuno de reyes. Cierra la puerta de la casa, es hora de salir. Se cuestiona una última vez si será buena idea dejar los cadáveres de sus vecinos en su cuarto, pero sabe que no se irán a ninguna parte, no tiene nada de qué preocuparse.