Hay amores que llegan para enseñarnos,
que duran tan poco que nos parece que cerramos los ojos
y ya no están allí, dejándonos un vacío doloroso en nuestro corazón
y dejando la pregunta en el aire: «¿qué hice mal, por qué se terminó?»

Otras veces, solo nos sentimos infinitamente aliviados
porque ya se acabó; otras sencillamente agradecidos porque sucedió,
nos dejó la bonita experiencia de lo vivido, permitiéndonos seguir nuestro camino.

Nos hemos dado cuenta de que la felicidad
no depende de llegar a ningún lugar,
sino de disfrutar el recorrido.

Sólo nos queda cerrar los ojos, respirar hondamente
y acordarnos siempre de lo bonito, de eso que vale la pena recordar,
eso que nos invita a ser mejores. Todos tenemos algo bueno que aportar a los demás,
todos tenemos la misión de regalar una sonrisa y mejorar el día de alguien que no conocemos.

Hay quienes están pasando
por una enfermedad,
otros, por la pérdida
de un ser querido,
por problemas económicos;
otros por depresiones profundas y
el simple gesto de regalar una sonrisa,
puede lograr cambios en esas personas.
Tengamos la inocencia de los niños
que siempre llevan una sonrisa
dibujada en sus labios.

No vivamos como quien no recordó darse una oportunidad para ser feliz.
No vivamos como quien que piensa que cuando las cosas se derrumban,
no pueden volver a levantarse. No vivamos como quien cree que la tristeza,
va a durar más que nuestras fuerzas.

Tratemos de dejar de ver el cielo por la noche
y pensar que ya hay poquitas estrellas.
Que hace tiempo, algo se apagó
y que ya nada es igual.
Tratemos de hacer
brillar nuestros
propios ojos.

Nunca perdamos
ese deseo de iluminar
un poquito al mundo,
con nuestra luz propia.

Quizás un deseo puede cambiar una vida,
pero ¿quién nos asegura que será eterno?
Lo importante es tratar de cambiar
cada lágrima por una sonrisa.

Fuentes:
Portada,
Corazon roto
Deportivos
Sonrisa de un niño
Mujer de brazos abiertos
Marco para las fotos

_{Licencia de imágenes.}