El pozo de la muerte

Un Periodista es un ser multifacético, mi definición del periodista ideal, sería alguien con un talento camaleónico, que le permite ser conocedor de todo y experto en nada, puede saber de medicina forense, puede saber de psicoanálisis, también puede ser un detective y todo eso al mismo tiempo, que trata de desentrañar la verdad, o al menos la mentira más aproximada.

Entonces un periodista es por esencia un investigador multifacético con un arduo trabajo. Yo soy periodista de investigación, basicamente me considero un expositor de las tramoyas sociales, ese es mi trabajo, contrastar los hechos con rigor científico y buscar la verdad tras las pistas disponibles, como un detective y también psicoanalizar a cada uno de los involucrados.

Al salir de la universidad, todos esperan un despegue rápido y explosivo de sus carreras, yo deseaba una carrera en el periodismo de investigación, y con mucha fuerza ganarme un lugar en esos círculos. Creo que mi principal motivación, es que siempre me ha llamado la atención esas teorías conspiranoicas y siempre, aunque en secreto, he creído que muchas de ellas son verdad.

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En el submundo del periodismo uno siempre tiene sus informantes, sus fuentes, a mi me gusta llamarlo unos oídos y ojos andantes, que son los 5 sentidos del acontecer nacional de todo investigador. Pues yo no los tenía, creo que mi mala suerte empezó desde el día que puse un pie fuera de la universidad, al salir de la universidad consigue una pasantía con un periodista de renombre, quien conducía un programa de opinión sobre el acontecer político, económico y social. Esto parecía una gran oportunidad para cualquiera, pero lo cierto es que nunca llegué a conocerlo en persona, simplemente me limitaba a recabar información y mandarsela.

Yo estaba siendo uno de los sentidos de un periodista, además de eso me tocaba cubrir los casos de asesinato, por lo que mi día a día transcurría entrevistando a familiares fuera de la morgue y hospitales, además de ver cadáveres ir y venir, nada agradable y el "sueldo" era peor.

Pero tratando de ver el lado bueno del asunto, logre hacerme amigo de varios oficiales de policía y detectives, además de fiscales, abogados y todo un submundo que está siempre en las calles de una ciudad como Caracas. Conocí muchas historias, desde un ejecutivo quien mató a su secretaria, hasta una ama de casa quien trató de suicidarse, de esas historias que todos sabemos que ocurren en diariamente, pero que muy pocas son las que salen a la luz.

En mi aventura diaria por la ciudad de Caracas, me hice muy amigo de un Fiscal del Ministerio Público, un hombre de 34 años, Anderson, nos hicimos muy amigos, por que siempre coincidimos en muchas escenas, yo como periodista y el como abogado.

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Anderson como Fiscal del Ministerio Público estaba investigando una serie de casos y acusaciones, de esas que entre pasillos llaman "un laberinto sin salida" mientras no estaba investigando velaba por el derecho de las víctimas en los procedimientos policiales, ese también es un trabajo de esos "alguien tiene que hacerlo". Los dos éramos expertos quejándonos del rumbo de nuestra carrera profesional y de esa manera se forja una amistad.

El pozo de la muerte

Tras dos años trabajando para aquel periodista me sirvió como experiencia para pavimentar mi futura carrera, ya no estaba tan cerca del periodismo de investigación y me dedicaba a contar crónicas policiales no tan emocionantes, para mí yo era como una especie de Sherlock Holmes sin pistola, pero lo suficiente como para proveer y satisfacer mis necesidades básicas.

Tenia un espacio muy leído por morbosos de toda clase y yo me encargaba de llenar de detalles escabrosos todas las ediciones de aquel periodico, única y exclusivamente dedicado a las crónicas policiales y de las cuales yo era su perturbado proveedor.

Había escuchado a varios detectives del CICPC hablar sobre ello, pero hablaban como si fuera un mito o una leyenda de pasillos, hablaban de una fosa común, en donde personas de influencia enterraban para siempre a sus enemigos. Algo bastante común suponiendo los tiempos que corrían. Había tratado sin éxito seguir una pista "confiable" que me llevó a las afueras de la ciudad de Caracas, cerca de Higuerote, en donde supuestamente reposan los cuerpos de varias personas, quienes de haber hablado habrían hecho temblar hasta los cimientos más sólidos.

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Otros incluso decían que se encontraba en los estacionamientos de Parque Central, pero aquella teoría fue descartada después de perderme en aquel intrincado estacionamiento y recorrer todo el edificio tratando de encontrar una salida.

Por aquellos días y en una crisis existencial sobre el rumbo que tomaba mi carrera, recibi una llamada de Anderson, hace 1 año que no lo veía, por lo que me parecio buena idea para ponernos al día.

Solíamos jugar a resolver los casos, obviamente el siempre ganaba, el juego consistía el tratar de descubrir cómo y por qué alguien hace lo que hace, Anderson tenía una habilidad envidiable de trazar redes en su mente, conectando los puntos de una manera extraordinaria, pero unos roces con políticos y con la Fiscal General de turno, lo habían relegado a tareas sin importancia.

Pero aquellos días habian pasado, aparentemente dicha Fiscal estaba metida hasta el cuello en un tramoya de corrupción, que al hacerse del conocimiento público, tuvo como consecuencia su destitución. La nueva directiva del Ministerio Público, armo un Comisión que precedía Anderson, para resolver la extensión del cáncer de la corrupción que había hecho temblar al Ministerio.

La Reunión

Nos reunimos primero en una cafetería en Altamira, Anderson no era ya la persona quien se había vuelto mi amigo y a quien tenía en alta estima, sudado se bajo de la camioneta, rápidamente encendió un cigarrillo que aspiraba con cierto desespero. Su forma de escuchar ya no era la misma, ciertamente algo le perturbada. Lo acompañe en silencio mientras fumábamos a las afueras del café.

Anderson llevaba una pantalón de vestir negro, una camisa blanca y saco negro, ese era su uniforme de todos los días, siempre que lo veía vestía igual, aunque esta vez el saco le quedaba grande de hombros y el pantalón parecia ser 2 tallas más grande que él, ciertamente la faena y la edad empezaba a pasarle factura. En su mano izquierda un maletín de cuero, y en la derecha un cigarrillo. Al terminar entramos a la cafetería y me dijo "nos vamos a tomar el café, nos despedimos yo subiré a mi camioneta y nunca nos vimos"

Pedimos dos cafés, lo tomamos en silencio, fueron los 30 minutos más largos de mi vida. Al terminar su café, Anderson subió a su camioneta y antes de irse me dijo que esperara un tiempo prudencial para dejar el establecimiento.

Espere durante unos 20 minutos, al pararme tropece con el maletín, lo recogi y lo lleve conmigo hasta casa. Al llegar a casa dejé el maletín en la mesa, tomé un cigarrillo de mi bolsillo, lo encendí mientras miraba el maletín en silencio, preguntándome si deberia o no abrirlo.

Rompiendo el silencio hipnótico en el cual estaba sumergido sono mi telefono, era Anderson, supongo que esperaba que le dijera que tenia su maletín y que mañana por la mañana acudirá para entregarselo, recuerdo claramente aquella conversacion.

-Anderson? dejaste tu maletín en el café, ¿esta todo bien?

-¿Hasta dónde llegarías para proteger una fuente?

-¿Porqué preguntas eso? ¿En que problema te has metido?

-Respóndeme

-Hasta la muerte

-Sabía que no me equivocaba contigo. Protege ese maletín, te estoy entregando el trabajo de los últimos 4 años. Lamento no poder decir más y en lo que te estoy metiendo, pero confío en ti. Espero que sepas hacer lo correcto.

-Anderson! ¿de que me estas hablando?

Colgo la llamada, mis manos sudaban y daba vueltas a la mesa viendo aquel maletin, sabiendo que una vez que supiera su contenido no habria vuelta atrás, estaba igual de empapado que Anderson, queria creer que simplemente eran teorías de alguien, quien se había vuelto loco y me entregaba la evidencia de su locura, ese pensamiento calmo mi mente por unos instantes.

Unas 2 horas habían pasado desde la última vez que hable con Anderson, decido encender el televisor para distraerme y lograr conciliar el sueño. Eran las 10 de la noche, cuando una noticia de última hora salta en la pantalla.

En Santa Mónica, se encontró en llamas la camioneta modelo Trail Blazer del Fiscal del Ministerio Público Anderson, algunos testigos aseguran que alguien se encontraba adentro al momento del estallido, se presume que era el Fiscal, en las próximas horas estaremos confirmando la noticia sobre la identidad de la persona fallecida.