La verdad es que es un punto es muy interesante. ¿Pudiera ser que de esta tradición resultó la costumbre de que salgamos tan serios en los documentos oficiales? Hace unos años tuve que renovar mi cédula de identidad y decidí que ya que tendría que cargar con el documento los próximos diez años, iba a poner mi mejor sonrisa. Esa vez me salió bien y tengo mi cédula donde aparezco con una gran sonrisa. Pero cuando quise hacer lo mismo en el pasaporte, el resultado fue bastante desastroso. Más allá de la estética, que cada quién ya tendrá que agregar o quitar en ese sentido, me parece que los documentos oficiales conservan algo de esa costumbre de antaño, que refieres en tú artículo.