El Diario de Marta. 8 de enero de 1997. Noche

 

Primer parte: El diario de Marta. 6 de enero de 1997

Segunda parte: El diario de Marta. 6 de enero de 1997. Noche

Tercera parte:  El Diario de Marta. 7 de enero de 1997. Noche

Querido diario estoy agotada. Me he pasado toda la tarde reordenando mi habitación. Comencé haciéndolo todos los comienzos de año, al estilo japonés; para tirar lo que no sirve y utilizar lo que sirve, pero, con el tiempo, el orden se ha convertido en una maldita obsesión y de ordenar mi cuarto una vez al año, ahora reordeno una vez en semana. Los miércoles es el día que he elegido, por estar en el centro de la semana y para que me dé tiempo de ordenar algo. Aunque reconozco que cada vez tengo menos que ordenar y, de un tiempo a esta parte, me estoy preocupando ya no solo del orden, sino de la medida del orden que es una cuestión que me está empezando a preocupar.

¿Recuerdas la tipa a la que le queme el coche de su padre? Pues vino directa a mí en el recreo, seguida por sus satélites, dando gritos, diciendo que yo le había quemado el coche a su padre y lo iba a pagar caro. Venía dispuesta a pegarme,  pero la agarré por la muñeca y la detuve en seco. Le dije que dejáramos la fiesta en paz, si no quería que le rompiera la muñeca. Le doblé la mano con la presión precisa, ese punto en el que el dolor es insoportable, ese punto, que si se traspasa, el hueso se rompe como una caña seca. 

Sus acólitas nos rodearon, pero ninguna se atrevió a dar un paso. No hay mejor mensaje que tener a tu líder de rodillas ante ti y dando gritos de dolor. Desde ese punto tenía controlado al profesor de guardia, que cuando vio el alboroto, se nos acercó, pero cuando llegó yo la había soltado.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con cara muy seria.

—Nada de nada, profe. Solo que nos hemos tropezado.

—No quiero líos en mi hora de guardia. ¿Lo entienden? Porque a la primera que me hagan les pongo un parte.

Le dije que no pasó nada. Solo que tropezamos, que Andrea se cayó y se dobló la muñeca.

Sí, querido Diario, la impresentable se llama Andrea.

Ella tampoco dijo nada, miró al profesor y confirmó que se cayó. Esperó a que se fuera el profesor, se acercó a mí y me dijo, al oído, que ella sabía que yo le había quemado el coche a su padre. Yo la miré, le sonreí y le dije: 

—Si te digo la verdad, me hubiera gustado haberlo hecho, pero no soy tan mala. ¿Sabes que es el Karma? Seguro que no tienes ni idea, pero, resumiendo, te diré que viene a ser que el bien o el mal que haces te vendrá por partida doble.

Me detuve un instante a analizar en lo que acaba de decir y sus consecuencias futuras. Sin embargo, soy muy pragmática. Me gusta vivir en el presente que es lo único que me preocupa.

Andrea se quedó un instante pensando en lo que le había dicho y luego añadí:

—Además, ¿tú me ves a mí con una garrafa de gasolina y un mechero, decidida a quemar el coche de tu padre? ¡Si no sé ni donde vives! Seguro que se lo cuentas a tu padre y se reirá en tu cara. El mundo está lleno de pirómanos y yo no soy una de ellos, te lo aseguro.

Di media vuelta y me senté a comerme el bocadillo de jamón y queso que me preparé esa mañana antes de salir de casa. Estoy convencida de que se tragó  la patraña que le conté. Soy muy buena contando historias verosímiles.

Esto ha sido todo por hoy, querido diario. Mañana te cuento algo de Tomás. Sí, ya sé, nunca te he contado nada de mis amores, pero estoy muy cansada y tengo muchas ganas de irme a la cama y no puedo quitarme de la cabeza los ojos azules de Tomás.

 Fuente de la imagen: Canva y Pixabay

Si quieres leer más entradas mias entra en mi perfil: @moises-moran