Nueve Inconclusas Historias de Amor | Segunda Evocación: En la Alborada
Respetados compañeros de viaje en la comunidad de Steemit:
Con este relato, doy continuidad a la serie que he denominado “Nueve Inconclusas Historias de Amor”, en la que, a través de evocaciones, escritas en primera persona, voy a rescatar, en el tiempo, mis vivencias, las de personas muy cercanas a mí y otras historias que presencié o me fueron contadas, con el propósito de formular y defender mi tesis que las verdaderas historias de amor, nunca mueren, aún en el caso que no se desarrollen linealmente, como cabría esperar, en el mundo real.
Nuestro encuentro fue en el aire.
Fuente: Pixabay. Imagen cedida por Screamenteagle
Y aunque pudiera leerse como una declaración esencialmente metafórico, así fue, literalmente.
Recuerdo aquel sábado de julio que esperabas al lado de tu mamá nuestra salida: la de tu hermana sin igual, su novio y la de nosotros, sus amigos más cercanos, tras el tercer y decisivo examen de Termodinámica.
Siempre lo manifiesto cada vez que rememoró aquel día.
Te imaginaba como una niña en edad escolar, pequeñita, traviesa, belicosa y te presentaste como una adolescente, espigada, especialmente agraciada y en extremo talentosa y vivaz, a la que en lugar de estrecharle la mano, la tomé prácticamente en el aire, evitando la caída desde la plataforma en la que se había subido para combatir, un poco, el tedio de la espera que se había prolongado por varias horas.
Y como las buenas historias suelen tener elementos distintivos, desde el principio este recorrido que se ha extendido por cuatro décadas, nuestra naciente relación definió, de esa manera, lo que sería.
¿Qué fue lo que unió y nos ha mantenido aliados durante tanto tiempo?
Mientras escribo, esta primera respuesta: la mía, me atrevería a señalar como razones tu genialidad, ternura, curiosidad infinita y la convicción que pocos meses después de aquel primer saludo acrobático, se alojó en mi mente y corazón que nos acompañaríamos por siempre, así como mi necesidad de encontrar foco a un casi incontenible afán de dar y entregarme, total y apasionadamente, a todo lo que hacía.
Y comenzamos, poco a poco a tener espacios para conversaciones cada vez más extensas e interesantes que pronto limitarían el tiempo que le dedicaba a mis contemporáneos presentes en los espacios que compartíamos.
Después de la tormenta, llegó la operación rescate cuando asumiste, personalmente, al lado de tu amada madre, a quien también adoro, convencerme que el mundo seguía más allá de cualquier desencuentro amoroso, filosófico, anecdótico y hasta pueril suscitado en la inofensiva dinámica de unos jóvenes tan ingenuos como nobles, como eramos entonces, aquellos siete amigos de los que conociste, presenciaste o acompañaste, tantas aventuras y desventuras.
Y lo lograste.
Regresé a las aulas y con esa vuelta aparecieron, ya imparables, aquellos rasgos de humanidad que más atesoro: la capacidad para atender a las personas y mostrarles lo bueno y maravilloso que cada uno es si lo llega creer, expresados en la solidaridad y en el sueño, que aún no ha terminado , que todos siempre podemos ser mejores personas, si lo queremos, muy propia de la filosofía inherente a la música de The Beatles y toda la idea de paz y amor que floreció el año en el que nací.
Y en esa práctica, esas tutorías, en las que me iniciaste, me convertí en el eterno entrenado que hoy sigo siendo, procurando siempre con el mayor empeño conjugar más y mejor los verbos amar, aprender, dar y enseñar.
Pero como en todas las situaciones de la vida, en este plano terrenal, perfectible, llegó el momento de la verdad, en el que afloran los intereses y las urgencias por atender la necesidad de crecimiento o asentamiento individuales, inclusive de las almas más altruistas y soñadoras.
Y descubrí una tarde julio, casi seis años después de la primera vez, que en nuestra cita con la Vida, yo había llegado un poquito más temprano y que especialmente, tenía tanta premura para expresar sentimientos, escribir canciones, desnudar mi alma y detrás de ella mi cuerpo y, especialmente de compartir sueños, que, sencillamente, no formaban parte del despliegue de maravillas que te estaban llevando, en ese momento, a evidenciar que, como lo había escrito en 1993 en mi trabajo de grado:
Eres la única persona que conozco, para quien la palabra límite, carece de significado.
Y moví ligeramente el timón de mis sueños hasta un nuevo destino en el que todo lo que me enseñaste ha sido tan útil, provechoso, efectivo y pleno de significados, pues comencé a sentir con cada centímetro cuadrado de mi piel en lugar de tocar únicamente los delicados contornos del alma con los dedos de la sublime convicción de ser parte de la misma energía eterna y omnipresente que nos une a la divinidad, llamémosla como la llamemos.
Y nos seguimos encontrando en cada acorde de las canciones que escuchábamos en aquellos días, en las respuestas que con los años han ido apareciendo respecto a las preguntas más complejas que nos hicimos y especialmente, en la creencia , que estoy seguro que compartimos, que como los primeros rayos del sol, en la alborada, las longitudes de onda de nuestras vidas_, sin importar los ciclos desplegados, en diferentes espacios y tiempos, siguen siendo armónicas.
Hola @mjcarvajalp. Qué bellos sentimientos reflejan tus palabras.
Me encantó esto: "Eres la única persona que conozco, para quien la palabra límite, carece de significado.".
Creo que a esta historia le falta mucho para concluir. Saludos
Profesora: me alegra que haya podido leer, apreciar la historia y descubrir detalles entre líneas.
Ha descubierto el secreto de la serie, que escrito es forma simple, es que el amor cuando llega, lo hace para quedarse, más allá de los encuentros y desencuentros y, por tanto, partiendo de esa lógica, no termina...no concluye.
Un fuerte abrazo.