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Los buenos papis siempre sonríen. Nunca pegan. Compran al niño un perro lanudo para correr por el parque y jugar hasta agotarse.

Todo son sonrisas.

El mundo está escondido tras el papel de regalo. Un frágil lazo, separa la burbuja sobreprotectora de la árida realidad.

Los poderes, como médicos obsesivos y madres castradoras, nos protegen de la lluvia y el viento, haciéndonos más débiles ante los depredadores.

Muerte asegurada.

El estado y los medios, introducen en la mente las ideas correctas. Nos cuentan que es bueno y malo. Que pensar y no pensar. ¿Y si piensas algo malo? Entonces no lo digas. Por tu bien. No queremos hacerte daño. Pero en el mundo estamos para hacer el bien.

La infancia, antes interrumpida por la adolescencia, se prolonga hoy hasta los cuarenta años. Se esquivan las responsabilidades, igual que un deudor espanta las letras. Mientras tanto, hasta agotar la juventud biológica, felicidad y placer se tornan obligatorios. Es imperativo viajar. Viajar mucho. Enriquecerse con otras culturas mientras ves monumentos aleatorios.

Hasta que de golpe somos padres.

Nos enfrentamos entonces contra el muro, de frente con la realidad. Una verdad para la que no hemos sido entrenados. Es ahí cuando en un sórdido despertar, sacudimos la mordaza aprisionadora, denunciando los males a los mil vientos. ¡Mala decisión!

No sabemos a qué nos enfrentamos.

Perros salvajes, rabiosas jaurías, morderán el lomo mientras tratamos de escapar. No tendrán piedad, clavando sus colmillos en los muslos sin dejar títere con cabeza. ¿Y por qué lo hacen?

Porque lo mereces.

El mundo es gobernado por el bien. Una fantasía peligrosa, una idea destinada a incapacitar al ser humano. Si osas cortar sus nudos, fieros y asidos a la garganta, serás asaltado por sus miles de soldados. Feroces guerreros cargados de amor. Usarán sus rifles emocionales, palabras empalagosas y odio teñido de argumentos. Tratarán de aislarte del grupo, marginando tus argumentos y decapitando la realidad.

El mundo en llamas.

Desde la infancia, la tríada del mal labra tu destrucción. Profesores, medios y empresas, son demiurgos que envían al pecador original camino a los ríos de lava.