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La fuerza es solo una cuestión muscular. Impone victorias fáciles, pero no eternas. Depende de la rudeza, maña y destreza de los brutos soldados dispuestos a emplearla. Si viene solitaria, sin compañía de otras dulces habilidades, su dominio se vuelve tosco, condenando a su portador a la condición de mezquino tirano, quién caerá como fruta madura al encontrarse la horma de su zapato.

Tiempo al tiempo.

¿Quién gana entonces? Si el fuerte tiene la batalla perdida, habrá quién diga que la victoria es del listo. No obstante, el vulgo mira a este desde la lejanía, robándole la victoria. El listo, se ve obligado a llevar sus actos al calor de la sociedad, siendo imposible actuar en solitario.Así, en medio de un escenario hostil, sus astucias e ingenios no bastan para imponerse en las tarimas de la vida.

Hacen falta trucos más sagaces.

¿Quién resulta ganador? Si no gana el fuerte ni el listo, uno podría concluir que el gracioso es caballo ganador. Aquel cuyos ardides ganan el corazón de las masas, sin dominio de las pitagorías ni exhibición de sus descamisados puños. La simpática cuenta con la bendición de la plebe, amante de la risa para curar amarguras del alma. No es cara, ni reservada para moradores de torres amarfiladas. La comedia, igualadora de pobres y ricos por todo el globo, y además, trofeo deseado.

Quién tiene gracia domina el mundo.

Hoy los medios de desinformación, han mostrado su verdadero y demacrado rostro. Por el moran gusanos, reptiles de mala calaña y peor imagen. Su credibilidad, se bajo el limo mientras los alienados, sintonizan sus mentiras para recordar cómo se odiaba.

Y les curan la amnesia.

Los periodistas han perdido su condición de respetados informadores. Se han ganado su desprestigio a pulso, y alguien ha de recoger el testigo. Una sociedad sin referentes es una sociedad caída. Ante la ausencia de grandes figuras, el desierto existencial ha cedido el poder a los bufones, quiénes han ganado influencia y poder hasta dejar en el mundo el sello de su obra.

Planeta de payasos.

La risa, ese buldócer dispuesto a demoler las conciencias. Molde donde amasar ideas, destripadora de tópicos y apisonadora de los valores pasados. Los poderosos no sobreviven sin comediantes, verdaderos adalides del poder y perros guardianes del sistema. No en vano, en días antiguos el bufón era aliado del rey; las risas provocadas, desactivaban la eterna tentación de la protesta.

Así, el orden de las sonrisas está escrito y servido. El comediante, ungido por el poder, transmite por vía oral filias y fobias, domando leones y señalando felones. El mundo se ha vuelto un circo, siendo normal que a los artistas, se les hayan dado poderes especiales. Hemos pagado entrada, pues bancos y estado nos han obligado con sus diezmos.
Esperaremos a ver el desenlace, aunque esta obra se ha representado otras veces y nunca ha tenido buenas críticas. A veces, hasta el público destrozó el escenario. Esperaremos.