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Dicen los catastrofistas, folletineros posmodernos y amigos de mil y un dramones, que la vida se extinguirá en la tierra. Hará chas y desaparecerá de tu lado. El hombre, que no la mujer, sacará a pasear su arsenal destructivo, dejando asolados el mundo con su cartera capitalista.

Muchos escenarios asoman en el horizonte: cambio climático, gran extinción del antropoceno, alteración de ecosistemas o guerra nuclear. Son solo algunos de ellos. Con su ejecución, no hay duda de que la muerte vivirá buenos tiempos para el negocio, convirtiéndose en cacique y señora del diablo mundo.

El futuro está por llegar.

Sin embargo, pese a su criticable afición al monopolio, la muerte no se hará como accionista mayoritaria del planeta tierra. Quedarán focos de resistencia, luchadores revolucionarios que resistirán los muchos abusos del patrón.

Estos serán las especies fuertes, esos seres repugnantes con quién no puede ni la radiación ni el calor. Cucarachas y demás inmundicias, se convertirán en enemigos del poder de la guadaña. Resistencias al fin de la vida en la tierra. Estos invertebrados, lucen ufanos su tórax, desafiando las necrofantasías del apocalipsis climático, fatídico para mayorías y una fiesta para unos pocos.

Como todo en la vida.

De modo que no hay preocupación: los seres humanos somos ridículos, y ni toda nuestra fuerza bastará para exterminar el latido de la vida. Algunas veces, la impotencia es virtud, y no cabe duda de que estamos en ese escenario.

No sabemos si habrá algún rey cucaracha, o si bien la muerte, en su apetito multimillonario, echará una OPA a los resistentes hasta lograr doblegar su fuerza. Esa pregunta no tendrá respuesta, a no ser que los cutres insectos evolucionen, se hagan historiadores y dejen testimonio de lo ocurrido en el mundo.

Estaré en espera de noticias.