Hace unos días cumplí 21 años, nunca he sido fan de celebrar mi cumpleaños, digamos que soy medio grinch con eso, no sé si sea por el hecho de que no me gusta envejever, o porque realmente pienso que uno no puede agarrar solo un día para celebrar que esta vivo, para disfrutar la vida, digo, sería bueno comer pastel y recibir regalos más seguido ¿no creen?

Definitivamente este año puedo recordarlo como uno de los mejores, pero también uno de los mas duros, porque en el camino me toco aprender muy duramente algunas lecciones. Los cumpleaños son un buen día para detenerte a reflexionar sobre todas esas experiencias que recoges durante 364 días. En mi caso, puedo decirles que me pasaron demasiadas cosas, si tuviera que describir este año con una palabra, sería "locura", porque para empezar se fue rapidísimo, razón tenía mi mamá cuando me decía que después que pisas los 20, el tiempo se pasa volando. Como todo en la vida, tuve momentos súblimes, pero también tiempos de crisis, en los cuales me deprimí muchísimo, pero que sin duda alguna me ayudaron a levantarme mucho más fuerte y con un nivel de madurez mucho mayor.

Considero que soy una persona muy afortunada y bendecida, y agradezco cada día por todo lo que tengo. Ahora solo queda disfrutar de la vida, como siempre me repito a mi misma, nunca quiero dejar de ser una niña, y es que no se porque razón, a medida que vamos creciendo lamentablemente perdemos esa capacidad de sorprendernos, de emocionarnos, de divertirnos, de disfrutar de la vida, al parecer crecer es sinónimo de volverse un ser monótono y sin emociones, lo cual es bastante triste. Por eso mi mensaje de hoy para ustedes, es que tratemos en la medida de lo posible de no dejar morir a ese niño interior que todos llevamos por dentro, y que disfrutemos al máximo de la vida, porque no vamos a estar aquí por siempre, atrévete a vivir, a ser feliz.