Cada vez que recuerdo esta historia no sé si reir o matar a Empe. Era un día como cualquier otro, llegamos de la universidad, preparamos el almuerzo, comimos y luego yo me dispuse a dormir. Cuando ya estaba a punto de llegar a los brazos de Morfeo escucho una vocecita que me llama "Mari, Mari". Si hay algo que todas tenían claro en la residencia es que mi siesta después de almuerzo es sagrada, sin embargo, Empe decidió romper esa pequeña regla insistiendo e insistiendo, hasta que me dí por vencida y me levanté.

En lo que me levantó ella me dice que si la puedo acompañar al banco a sacar dinero, con mi cara de pocos amigos le contesté que no, que me dejara dormir, pero ella que me conoce tan bien, que conoce una de mis mayores debilidades me soltó una frase con la que no pude negarme a acompañarla "De regreso te compro un helado", después de eso mi mente de gordita feliz le gano a la flojera, así que me vestí rapidámente y me fui con Empe a la parada de autobus.

En Venezuela el transporte público no destaca por su eficiencia, ya llevabamos un buen de tiempo esperando que pasara algún autobus que nos llevara hasta nuestro destino, en una de esas Emperatriz se me acerca y me dice así con una vocecita estilo comiquita "Y si vamos caminando, eso no es tan lejos". Si las miradas mataran, Empe ya estuviera tres metros bajo tierra, al final accedi y me fui caminando con ella hasta el banco, al llegar nos encontramos con una cola considerablemente larga, pero adivinen que, al llegar al cajero automático la niña había dejado la tarjeta, así que nos tuvimos que devolver caminando hacia la residencia, sin dinero, y sin mi preciado helado.

Si hay algo que destaca en mi es que soy muy sincera, a veces no se si eso sea algo bueno o malo; y en esta ocasión creo que fue algo imprudente. Nosotros viajabamos todos los viernes a nuestras casas y retornabamos los domingos. Un día al llegar a la residencia lo primero que noté fue un intenso olor a quemado, en vista de que Empe jamas se destacó por ser buena cocinera enseguida pensé en ella, así que al abrir la puerta de la cocina solte sin más un "Y ahora que se te quemó Emperatriz", para mi sorpresa no era ella quién estaba en la habitación, si no su mamá quién al principio me miró con cara de pocos amigos y luego se hecho a reir diciendo "Sera que se le queman muy poco las cosas a Empe".

El día que repartieron la paciencia yo como que no fui, sin embargo, me tocó aprender a tenerla cuando conocí a Emperatriz. No me mal interprenten, Empe es un sol, ella suele ser una persona muy alegre y cariñosa, es solo que yo, bueno yo soy medio grinch jajaja. No hablando en serio, algo que me desesperaba de Emperatriz era que todos los días tanto de ida como de regreso de la universidad se la pasaba cantando una malvada canción que hasta hoy resuena en mis pesadillas. Cada que teniamos que esperar un autobus, ella cantaba y cantaba "Ahi viene el autobus, ahi viene el autobus, no viene el autobus, nos dejo el autobus..." Y así hasta que nos montabamos en el condenado autobus. Imaginanse que si ya esperar autobus era toda una odisea, escucharla todo el rato cantando eso hacia la experiencia mucho peor. Aunque ahora que salimos de vacaciones y no he visto mas a Empe, siento que me hace falta ese "Ay viene el autobus", de hecho me ha pasado que sin darme cuenta mi subconciente comienza a cantar la dichosa canción.