He de admitir que yo tengo mente de gordita feliz, si algún día me consigues en la calle con la mirada perdida puedes estar seguro de que estoy pensando en comida, quizá en una gran hamburguesa. Que les puedo decir, comer definitivamente es uno de los grandes placeres de la vida, pero como todo, si se hace en exceso puede llegar a convertirse en algo malo para nuestra salud. En mi casa siempre se acostumbra a comer lo más saludablemente posible, y aunque no me molesta comer ensalada, vegetales, pollo a la plancha, y ese tipo de cosas, de vez en cuando una torta de chocolate, con relleno de chocolate y cubierta de chocolate, es bueno para el corazón y los sentimientos (ya me desvié del tema).

Como les digo a mi siempre se me acostumbró a comer "saludablemente", y esto fue así hasta que entre en la universidad. El hecho de salir por primera vez de mi casa a una residencia con 4 chicas más cambio mis hábitos alimenticios por completo. Yo literalmente comía muy mal todos los días, pedidos de comida chatarra a domicilio, comidas muy altas en grasa, porque ya saben freir las cosas hace todo más sencillo y por demás delicioso, noches de desveló llenas de chucherias, sedentarismo al 1000%, literal solo vivia para levantarme ir a la universidad, estudiar, comer lo primero que encontrara y dormir. Cosa que después de un tiempo comenzó a afectar mi cuerpo, ganándome no solo "algunos kilitos de más" si no también algunos problemas de resistencia a la insulina.

Recientemente decidí que debía tomar cartas en el asunto, o definitivamente esto se convertiría en un problema a futuro. Fue entonces que se me ocurrió la brillante idea de inscribirme en uno de estos centros especializados en tortura, estos emporios del sudor, donde su único fin es hacerte sufrir. Si amigos, estoy hablando de un gimnasio, pero tranquilos, que después de ya haber superado el primer mes las cosas comienzan a fluir mejor entre el gimnasio y yo, aunque me duelen partes de mi cuerpo que no pensé que pudieran doler, he de decirles que me siento bien, con energía, y le he agarrado el gustico a esa hora de tortura diaria. Aunque en la parte alimenticia aún quedan detallitos técnicos por resolver, puedo decirles que obviamente en tan solo un mes no esperaba ver los grandes cambios, pero al menos los pantalones comienzan a dejar de encogerse.

Como siempre les digo la cuestión esta en conseguir un balance, como dice mi abuela "Ni tan calvo, ni con dos pelucas", darse un gustico de vez en cuando esta bien, pero la idea es que esos "gusticos" no se conviertan en un hábito.