No quiero ser (+ Ilustración)

Estoy cansada.

Es agotador incluso abrir los ojos. Si los cierro, pienso en lo que fue y en lo que será. Ambas perspectivas frustrantes. Si los abro, estoy aquí y ahora, sufriendo un destino lleno de aspiraciones, de apreciaciones. Si estoy bien quiere decir que podría estar mal. Es más, si estoy bien, alguien está mal. No existe la felicidad.

Ayer pensaba en eso. En que siempre me estás preguntando cómo estoy. ¿Cómo quieres que esté? Viva. Esa es la respuesta que te debí dar. Estoy viva, por consiguiente, estoy pesarosa, llena de inquietudes, triste por largos ratos, alegre por segundos. Calculadora, maquiavélica. Me paso las horas pensando cómo ser.

Es nuestra búsqueda eterna, ser. Desde niños vemos que los demás son algo. Entonces ¿qué soy? Ni siquiera soy un quién. Austronauta, médico, arqueólogo. Puedo ser tanto. Hay tantas opciones, soy feliz.

Crecí y fui. Fui por un segundo. Y luego, luego de ser, dejé de serlo realmente. Lo logré, me reí y, luego, sin siquiera un sabor amargo, me pregunté ¿y ahora qué? ¿Será que ya no soy? ¿O puedo ser algo más?

Seguí cuestionándome cómo estaba y qué era. Los días se me hacían noches en vela, melancólicas por excelencia. Cuando me bendecía y me hundía en mis sueños, el subconsciente del que tanto hablan me seguía golpeando. SÉ, SÉ ALGO. Tienes que ser algo. Algo que vaya más allá de tus quejas, de tus dolores, de tus opiniones, de tu apariencia.

¿Podría ser algo?

Estoy cansada.

No me pidas que sea. Ya soy. Soy cuerpo en pena, soy tu opinión y tu espejo. Soy algo que no quiero ser, porque no tengo descanso. Mejor me acuesto otra vez, cierro los ojos. Pienso en el pasado, en el futuro, en el sonido de la lluvia, en el ruido de la calle que no me deja dormir.