Escrito dedicado a un viejo "amor". No se imaginan cuánto disfruto releyendo este tipo de cosas, y es que, si uso las comillas para referirme a ese alguien, es porque la verdad, cuando parece que lo tenemos todo, realmente no tenemos nada, pero sin embargo, amamos completamente.

Era lo que más ansiaba de su regreso, poder compartirle un trozo de mi vida diaria. Sabía a qué me estaba enfrentando, de qué se trataba convivir, pero todo fue muy distinto a lo que pensaba que dominaba.

Sí, me encantaba verlo siempre. Sí, disfrutaba cada momento. Pero, ¿qué tan complicado se podía volver una relación tan prematura tras compartir varios días consecutivos? Me costaba entender su espacio.

Venezuela, Maduro, los peos, las protestas, la comida, los perros, la situación tan delicada del país que nos obliga en pensar una estrategia de búsqueda de mejor vida. Un sinfín de detalles que juntos que ciertamente me deprimieron en su momento.

El pensar que posiblemente, en algún punto de nuestras vidas podríamos estar lejos, de nuevo, pero por un tiempo prolongado, juntos o separados. Eso sería lo de menos, pero vaya que me aterra especular sobre eso.

Sentirme distante por aquellas preocupaciones, por no saber cómo hablarle y contarle mis problemas.

Verlo triste me mataba por dentro, y mi orgullo a él.

Extrañaba las mañanas de cariñitos.

Entonces, pensé en que hay problemas tan insignificantes comparados a los nuestros, que simplemente algún punto de nuestras vidas, la rutina se apoderará de nosotros, y será de vital importancia aprender a comunicarnos.

En cierto modo me da un poco de miedo por lo que hemos pasado, no es mucho, pero ha sido significativo. Habiendo notado los motivos de los disgustos y las actitudes tomadas, no es algo que pueda comparar con anteriores relaciones (refiriéndome a situaciones ya vividas y experiencias adquiridas).

Pero algo si aprendí, lo amo. Y lo amo como nunca había amado a alguien. Lo amo como amigo, confidente, pareja. Esa combinación perfecta en la que solo de imaginarlo, se me llena el estómago de mariposas.

Sus ojos, su sonrisa. Podía entender o saber qué quería expresar con solo verlo fijamente.

Sentarnos a charlar sobre lo que nos preocupaba, observar su esfuerzo por mejorar. Sentir aquel abrazo, a pesar de los malos momentos.

No sé, no puedo expresar con claridad mis ideas. No por dudas, si no por falta de palabras.

Pero sus ojos, Dios. Jamás había estado tan perdida en unos.