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RE: Técnicas literarias | Haz el ejercicio, aprende y gana SBD

in #spanish6 years ago

¡Hola a todos! Dejo aquí mi primer ejercicio:

Mantengo un momento más los ojos cerrados. Huele a madera, a polvo y un poco a metal. El aire es denso, demasiado cálido para mi gusto. Oigo las respiraciones nerviosas de la gente a mi alrededor. Menos mal que mantienen una distancia, odiaría que me tocaran.
Una puerta chirría. Abro los ojos, y los músicos empiezan a desfilar delante de mí. Suenan los primeros aplausos, recibiéndolos en el escenario. Algunos miran hacia abajo, otros me observan, con ojos grandes y espantados, y me sonríen. O lo intentan. Son muecas patéticas. Venga ya, si no sabes controlar los músculos de la cara, ¿qué harás cuando tengas que sostener el arco contra tu violín? Pandilla de aficionados.
El director está a mi lado. No parece nervioso, y tiene bastante más experiencia que estos imberbes que siguen saliendo. Da igual, es un inútil. Menuda gentuza ha reunido aquí.
Cuadro los hombros y me pongo derecha, como decía mi madre. Tú siempre con la cabeza alta, hija, que vales mucho. Que estás por encima del mundo, y lo tienes que demostrar.
La pobre mujer no sabía la razón que tenía. El director entra, se sitúa en el centro del escenario y saluda. Luego se dirige hacia mí y extiende su mano. Al menos eso sí sabe hacerlo. Camino hacia, él los aplausos aumentan. Muy recta, muy alta, muy sonriente. Sonrío mientras también extiendo mi mano, tomo la suya y saludamos juntos al público, que está en pie. No pierdo el tiempo en sentarme, odio estos aplausos de cortesía. Aplaudid después, cuando hayáis sido deleitados con el arte de la verdadera música, no ahora, que sólo os han presentado a los ejecutores.
Ignorantes. Paletos.
Todos ellos.
Me duelen las piernas. Mi cara se refleja en la superficie negra y pulida del piano, sin partituras, como a mí me gusta. Miro a ambos lados, sólo un momento, para comprobar que todo está en orden. Perfecto. Me dirijo al director, y asiento. Él sube la batuta y la pandilla de grillos empieza a sonar, y oh Dios, cómo duelen las piernas. No sé cómo voy a aguantar el concierto entero. ¡No importa!, no importa… me sé la pieza de memoria, y mis brazos funcionan. Las piernas me están matando, pero da igual… oh, Señor, qué dolor. Coloco mis manos en posición. Las piernas…El director me mira, mientras ralentiza a los críos y casi los hace callar, y me da la entrada. Mis manos se mueven solas, casi por inercia… el piano no suena. Las piernas… no puedo más… me levanto. Mucho mejor. Estoy encorvada. Sigo tocando, pero no suena. No lo entiendo. Hay golpes detrás de mí. La orquesta sigue con su melodía y el director no se da cuenta de nada. Inútil. Tengo mejor las piernas, pero por más que toco, no lo oigo. Ahora también duele la espalda. Miro hacia atrás, mientras no dejo de tocar. Hay una puerta que antes no estaba, no lo entiendo. Quieren abrirla. Intento ver al público, pero ha desaparecido. Los músicos siguen con la melodía y el director me indica que vaya más rápido, ¿pero no ve que el piano está roto? Más golpes. Y gritos. Están detrás de la puerta. Mis manos siguen tocando, y ahora me duele la espalda. No puedo seguir encorvada, los golpes suenan y el piano no. Oigo la orquesta, pero ya no hay músicos, sólo tarareo yo. El aire es sofocante. La puerta se abre con un golpe y el director abandona su puesto. Inútil. Me agarran por detrás y me obligan a tumbarme. Él ahora está a mi lado y clava la batuta en mi brazo. El techo del escenario desaparece, ahora es blanco y el suelo está acolchado. El director lleva una bata blanca y la batuta se ha transformado en aguja. Intento patalear, pero las piernas no me responden. Quiero hablar… balbuceo… todo va lento…

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Laura,

Bienvenidísima. Qué inmenso gusto encontrarte por aquí, y verás que llegaste a una plataforma llena de letras.

Me encanto tu ejercicio y la manera que tienes de intercambiar la prosa con el diálogo de manera tan natural. No queda duda en dónde comienzan los parlamentos y en dónde terminan. La temática es interesante: la transposición de realidades.

Únicamente tendría cuidado con abusar de la enumeración de acontecimientos: vi, abrí, cerré, reabrí, salí, entré... como el diálogo es un diálogo interno, pregúntate: ¿realmente alguien se-habla de esa manera cuando imagina? ¿y cuando se-está en trance, casi al borde del sueño, cómo es ese diálogo?

Para un futuro, un buen ejercicio sería reducir el texto a la mitad, sin perder el mensaje.
Más abrazos de bienvenida,
D.

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