El origen de los cuentos (parte 1): La bella durmiente.

Seguro que prácticamente todos, somos capaces de explicar en pocas palabras la historia de la famosa "Aurora", que es la hija del rey, a la cual una hechicera le lanza una maldición, por la cual antes de cumplir los 16 años, se pinchará con la aguja de una rueca y morirá. Las hadas, vasallas de los reyes, consiguen suavizar la maldición, evitando que muera, pero debiendo quedar dormida profundamente, hasta que un beso de amor verdadero la despierte. Aunque sus padres, la intentan apartar del peligro mandándola al bosque, no lo consiguen, y al llegar a esa edad sucede, la princesa se pincha y cae dormida, suerte que en su periodo en el bosque tuvo un fortuito encuentro con un apuesto príncipe... ¿casualidad? no lo creo. Total, que esto es exactamente lo que sucede, un beso la despierta y príncipe y princesa acaban bailando juntos, esa es la versión resumida de lo que Disney nos ha contado.

Sin embargo, la versión original de este cuento es bastante diferente, tanto que no podría considerarse un cuento de niños, así que, si no quieres ver de otra forma los cuentos de tu infancia...tal vez no deberías seguir leyendo, o sí.

Esta primera versión data de 1636 y fue escrita en Italia por Giambattista Basile, bajo el título “Sol, Luna y Talía” (nos despedimos de Aurora tal y como la conocemos), que formó parte de una colección de cuentos titulada “Pentamerone”.

Érase una vez (allá vamos...) un gran rey bendecido con el nacimiento de una hija, Talia. Sabios y astrónomos prediciendo el futuro de la princesita, llegaron a la conclusión de que incurriría en un gran peligro debido a una astilla de lino. Por ello el rey prohibió así cualquier hilo o material de lino en su reino, para intentar que escapase de ese destino.

Pasaron los años y Talia se había convertido en una joven y bella muchacha. Un día, mirando a través de la ventana, observó a una vieja mujer hilando. Como nunca había visto ni una rueca ni un huso, quiso ver cómo giraba, y le pidió a la vieja mujer que le dejase probar. Tomando la rueca con su mano, la chica comenzó a hilar el lino. Desgraciadamente, Talia se clavó una astilla de lino bajo la uña, y cayó muerta al suelo. Cuando la vieja mujer lo vio se asustó tanto que corrió escaleras abajo, y hoy todavía sigue corriendo.

Cuando el rey se enteró de la desgracia, la llevo al castillo. Allí la sentó en un trono de terciopelo bajo un dosel de brocado. Queriendo olvidar su gran desgracia, cerró las puertas y abandonó para siempre el lugar.

Pasado un tiempo, un día un rey cazaba por allí cerca. Uno de sus halcones escapó de su mano y voló al interior de la casa a través de una ventana. No acudió a la llamada del rey, así que el rey tuvo que llamar a la puerta, creyendo que el lugar estaba habitado. Obviamente, no contestó nadie, así que el rey usando una escalera, trepó y entró, encontró el salón, y vio a Talia, que parecía estar encantada, creyó que dormía.

Dando voces a las que Talia no respondió, vio sus encantos, y comprobó como la sangre le recorría con fuerza las venas. La elevó en sus brazos y la llevó a la cama, donde recogió los primeros frutos del amor (actualmente lo llamaríamos necrofilia...si, horroroso, empieza la parte menos apta para niños), tras el acto, dejándola en la cama, volvió a su reino, donde, debido a sus numerosas ocupaciones, no recordó ese momento como más que un simple incidente.

Pero, ¡oh! sorpresa, nueve meses después Talia tuvo dos hermosos hijos, un niño y una niña. fueron cuidados por dos hadas (¿de dónde han salido?) . Una vez, buscando el pezón sin encontrarlo, comenzaron a succionar uno de los dedos de Talia, y lo hicieron tan fuerte que sacaron la astilla de lino que se había quedado clavada en él. Talia se despertó así de un largo sueño, con dos sorpresas en forma de bebe a su lado.

Mientras tanto el rey (si, ese ser, ávido de amor...) recordó a Talia, y anunció que quería volver a ir de caza; volvió al palacio y la encontró despierta con los dos bebés. Él feliz por ello le explico quién era, y cómo la había visto y había entrado en aquel lugar. Debió de convencerla porque ambos acabaron enamorados y él permaneció con ella durante unos pocos días. Después de ese tiempo él se despidió, prometiendo que regresaría pronto y la llevaría con él a su reino. Volvió a su reino, pero a todas horas tenía en su boca los nombres de Talia, y de Sol y Luna (así eran los nombres de sus dos hijos). Entonces la esposa del rey (si, nuestro donjuán estaba casado) comenzó a sospechar que algo extraño le había ocurrido a su marido durante la cacería, y empezó a planear su venganza.

La reina, envió a buscar a Talia, en nombre del rey, pidiéndole que le llevase a los niños, pues era su deseo verlos. Talia, obedeció. Pero una vez en palacio la reina cuyo rostro brillaba debido al fuego de la ira que había en ella, se presentó a ella así:

Talia intentó disculparse, pero la reina no escuchó sus excusas, y cogió un fuego encendido del patio del palacio y ordenó a Talia que se echase sobre él. Talia suplico a la reina, que al menos le permitiese quitarse las ropas que llevaba, la reina no por compasión sino avaricia, lo permitió, pues las ropas de Talía estaban tejidas con perlas e hilos de oro.

Respecto a los niños, le dijo al cocinero que los matase y los sirviese al desgraciado de su marido. Pero el cocinero tenía un corazón tierno que tuvo compasión por ellos escondiéndolos en casa de su esposa, preparo dos corderos en su lugar entre cien platos diferentes. Cuando el rey volvió, la reina, con gran placer, sirvió la comida.

El rey comía con agrado, y a cada momento ella le decía :

Al final el rey que no le daba importancia a sus palabras, se fue enfadado por la cantinela de la reina, lo que hizo que abandonase el salón.

Mientras tanto, Talia, con cada prenda que se quitaba lanzaba un grito, tras haberse quitado su vestido, se fue a quitar su última vestimenta, cuando lanzó un último grito más alto que el resto. Dejó sus pertenencias sobre una pila y la reina le obligó a tumbarse sobre las ascuas.

El rey de repente apareció, y al encontrarse con aquel espectáculo, exigió saber qué estaba pasando. Preguntó por sus hijos, la reina, reprochándole su traición, le dijo que los había mandado guisar y servírselos en la comida, el rey desesperó, no sin antes ordenar que la reina se tumbase sobre el fuego que había preparado para Talia, y que el cocinero fuese con ella, porque creía que había guisado a sus hijos.

El cocinero arrodillado, confeso al rey como había salvado a sus hijos, del destino que la cruel reina les tenía preparado. La mujer del cocinero, que había visto la necesidad de su marido, trajo a los dos niños, Sol y Luna, junto a su padre. Y el rey perdonó al cocinero y le concedió todos sus deseos como recompensa y le nombro chambelán. Se casó con Talia, y ella vivió dichosa una larga vida con su marido y sus hijos, experimentando así la verdad del proverbio:

Y colorín, colorado este cuento se ha acabado, o fueron felices y comieron perdices, como prefiráis, en cualquier caso, este cuento podríamos decir que acaba bien (no es así en todos). Pero como decía en un principio no lo veo apto para niños.