La prisa es mala compañera.

Recuerda un adagio popular que solía decir su abuelo “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”

Reconoce que es su mala costumbre, posponer las cosas hasta el límite.

Como por ejemplo este viaje que debió realizar ayer y ahora lo hace con el tiempo justo para llegar a la reunión semestral de la empresa donde trabaja.

No le gusta andar por calles oscuras y menos la carretera en la que ahora anda, pero es su penitencia por no haberlo hecho antes.

El reproductor a todo volumen le impide hacer conjeturas.

A mitad de camino se le ilumina la mente con una idea que le ahorrará horas de viaje.

Se desvía por un atajo que ya nadie toma, ya que pasa por un pueblo con casas abandonadas desde hace más de media década.

Ya queda poco de ellas como puede constatar tras cruzar la población habitada quizás solo por fantasmas.

A medio kilómetro una vieja casa de madera de lo que fue un bar de carretera es el último vestigio de algo que fue habitado.

Exactamente allí la alarma del auto se enciende, avisándole que este se encuentra demasiado caliente.

Maldice para su interior, tendrá que esperar que se enfríe el radiador, ya que por el apuro no trajo el refrigerante para estos casos.

Otra opción es que alguien que pase y lo auxilie, algo casi imposible.

Sin dudas llegará tarde a la reunión.

Tras apagar el vehículo, abre los vidrios y el viento frio de la noche impacta en su rostro.

Hay un silencio sepulcral, mira su celular y se encuentra sin cobertura.

La luna está en cuarto menguante y la oscuridad es casi total.

El sueño lo vence por varios minutos y de repente la música invade el silencio despertándolo.

Abre la puerta y sale del vehículo tratando de localizar esta, pero todo está lóbrego y solitario.

Risas se unen al alboroto y su oído le indica que salen del viejo bar destruido.

Sin dudas la imaginación le juega un mal chiste, piensa, sin embargo camina hasta allá y mientras más se acerca se hace evidente que es el lugar correcto.

Abre la casi destruida puerta.

Sus goznes emiten un chirrido agudo y todo queda en silencio.

No hay interior, solo hierba y arbustos.

Del viejo lugar solo queda la fachada destruida y el aviso que se bambolea en lo alto.

¿Estaré soñando? – Se pregunta.

A los pocos segundos como respuesta, la música regresa, todo cobra vida de nuevo, una joven vestida con atuendo sexy color rojo y un caminar provocativo, se le acerca y estirándole la mano le dice:

-Bienvenido.

Una semana después un transportista al ver al auto en la vía se detiene y consigue el cadáver en estado de descomposición en la desvencijada puerta del destruido establecimiento.

Sobre este y sin dudas, siendo el objeto que lo mató, el aviso que antes se encontraba en lo alto de la pared de madera, donde puede aún leerse la palabra “Bar”