Individuo frente al mundo y libertad estética: Romanticismo francés (parte I)

in #spanish4 years ago (edited)

Hemos llegado, en este recorrido por los inicios de la literatura moderna, a otro de los hitos fundamentales: el romanticismo francés, que se desarrolla unos años después del alemán (1)) y el inglés (1, 2, 3), post con el cual cerraremos nuestra panorámica acerca del romanticismo originario.

La balsa de la Medusa, de Théodore Géricault (1819) Fuente

Curiosamente, varios de los escritores tanto del romanticismo alemán como del inglés (por ejemplo, Hölderlin y Wordsworth, respectivamente) estuvieron muy atraídos e influenciados por la Revolución Francesa, aunque luego se sintieron defraudados por esta.

En primer lugar, habría que reconocer la incidencia que tuvo la literatura medieval, con sus romances, relatos cortesanos y novelas de caballería, que habían ocupado un papel capital en la literatura francesa. Piénsese en la relevancia de un Chrétien de Troyes, con la incorporación del universo de leyendas del Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda, de procedencia celta o bretona. El interés en los cantos de trovadores, las aventuras de los caballeros y el amor cortés es retomado a finales del siglo XVIII, componiendo una atmósfera propicia al romanticismo, que hará de la Edad Media cristiana su principal referencia.

Veamos primeros a los precursores o iniciadores del romanticismo en Francia.

Jean-Jacques Rousseau, la manifestación de lo individual

Jean-Jacques Rousseau Fuente

Los orígenes internos del romanticismo francés se pueden encontrar en el Enciclopedismo, paradójicamente, pues, en gran medida, el romanticismo es una reacción en contra del racionalismo de la Ilustración. Pero se hallan en quien fuera uno de los pensadores y escritores de mayor inclinación hacia lo subjetivo: Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), muy polémico en sus ideas de defensa de los derechos y libertades individuales (recuérdese su célebre frase: "El hombre nace libre y, sin embargo, donde quiera que va está encadenado"). Algunos estudiosos lo califican de "prerromántico", y destacan para ello su exaltación de la naturaleza, el ánimo a la introspección y al sentimiento íntimo, expresados particularmente en su novela epistolar Julia, o la nueva Heloísa (1761), su novela filosófica Emilio, o de la Educación (1762) y Las Confesiones (1770), donde se manifiestan su tendencia contemplativa, actitud libertaria y voluntad autobiográfica.

Leemos al inicio de Las Confesiones:

Emprendo una tarea que no ha tenido jamás ejemplo y que no tendrá, seguramente, imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes un hombre con toda la verdad de la naturaleza, y este hombre seré yo.
Yo solamente. Conozco a los hombres y siento lo que hay dentro de mí mismo. No estoy hecho como ninguno de cuantos he visto, y aun me atrevo a creer que no soy como ninguno de cuantos existen. Si no valgo más que los demás, a lo menos soy distinto de ellos. Si la naturaleza ha obrado bien o mal rompiendo el molde en que me ha vaciado, sólo podrá juzgarse después de haberme leído.

Sin embargo, pese a esta fuente directa, más las influencias de escritores alemanes (Goethe, Schiller) y ciertos ingleses (sobre todo los llamados "poetas de cementerio", como Gray y Young), el romanticismo francés se manifestará una vez pasado el apogeo de la Revolución Francesa, en los primeros años del siglo XIX, y se desarrollará a partir de su tercera década.

Los primeros claros representantes del romanticismo en Francia serán Chateaubriand y Madame de Stäel, considerados sus fundadores.

François-René de Chateaubriand: entre el cristianismo y el exotismo

Retrato de Chateaubriand por Girodet-Trioson Fuente

Si bien el sentimiento religioso había sido puesto en cuestión con el racionalismo de la Ilustración y los afanes laicos de la Revolución Francesa, aquel renacerá en cierto modo con el romanticismo. Es François-René de Chateaubriand (1768-1848) su más importante impulsor con su obra Genio del Cristianismo (1802), edición en la que se insertan sus novelas Atala y René, ambos relatos con algún rasgo autobiográfico -uno contrapartida del otro- compuestos de aventura exótica y drama amoroso. El restablecimiento de lo religioso cristiano junto con sus regodeos en el exotismo, producto de sus viajes como exilado por Norteamérica, Alemania y Oriente, jugarán un papel preponderante en el espíritu del romanticismo francés. Será la confluencia de un encanto por lo históricamente lejano (lo medieval, la belleza de las ruinas) y la relación sentimental con la Naturaleza, atravesado por ese espíritu de rescate del cristianismo.

En sus Memorias de ultratumba (1850, publicación póstuma), que reúne evocaciones personales, aparece por primera vez la palabra modernidad ("modernité"), término que acuñará un cardinal sentido en la comprensión de los tiempos, y cuyo talante él definirá como "incertidumbre de las pasiones".

Los funerales de Atala, por Girodet-Trioson (1808) Fuente

Citemos al Vizconde de Chateaubriand, de su Genio del cristianismo:

Yo no soy nada; no soy más que un simple solitario; he oído a los sabios a menudo discutir sobre el Ser primero, y no les he comprendido; pero siempre he notado que es a la vista de las grandes escenas de la Naturaleza cuando ese Ser desconocido se manifiesta al corazón del hombre.

Madame de Stäel: entre la universalidad estética y el feminismo

Madame de Staël retratada por François Gérard alrededor de 1810. Fuente

Anne-Louise Germaine Necker, conocida como Madame de Stäel (1766-1817), es considerada una de las introductoras del romanticismo en Francia, más que por sus obras de creación, por sus escritos de reflexión y crítica filosófico-políticos. Promueve el ideal de la universalidad estética confrontando así los cánones clasicistas predominantes en el siglo XVIII, con mucho peso en Francia. Había publicado De la literatura considerada en sus relaciones con las instituciones sociales (1800), texto en el que defiende el mérito de otras literaturas fuera de las de su país y su época, inclinándose a privilegiar la de raíz sajona. También está su novela Corina(1807), reconocida por su ambientación cosmopolita con la presentación de paisajes italianos y la manifestación de su perspectiva feminista, como lo había hecho ya en Delfina (1802). Pero su impulso de la renovación literaria se concretará en su obra de crítica cultural De la Alemania (1810), escrita en el exilio impuesto por Bonaparte, en la que valorará el aporte de los románticos alemanes en el nuevo modo de concebir la literatura.

El beso, de Théodore Géricault (1816) Fuente

Veamos una cita de este libro central de su producción:

(…) considero poesía clásica la de los antiguos, y romántica la de aquellos que siguen de alguna manera las tradiciones caballerescas. Esta división guarda igualmente relación con las dos eras del mundo: la anterior a la implantación del cristianismo y la que le siguió.

Se puede advertir cómo la autora anuncia la comprensión que tiene una nueva generación del momento histórico trascendental que vive, expresado con el término romantique o romantisme, "nombre que combina el presente con su origen autóctono, con la Edad Media cristiana, y al mismo tiempo se aparta de la Antigüedad clásica como un pasado ya no recuperable", como precisa Jauss.

Continúa…

Referencias bibliográficas

Jauss, Hans Robert (2000). La literatura como provocación. España: Edit. Península.
Poetas románticos franceses. Antología. (1999). Introducción de Carlos Pujol. España: Edit. Planeta.
Riquer, Martin de y Valverde, José M. (1979). Historia de la Literatura Universal (Tomo III). España: Edit. Planeta.

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