UN BESO EN NAVIDAD | Relato Parte 14/15

in #spanish5 years ago

UN BESO EN NAVIDAD, relato romántico que escribí inspirada en la época navideña y que está disponible en Amazon. Disfrútenlo…

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Capítulo 14.

Ethan intentó comunicarse con Jessie durante todo el día, pero era imposible. Ella había cortado toda vía de comunicación. Controló su decepción trabajando sin descanso, aquel lunes se había transformado en un dragón furioso de tres cabezas, con grandes capacidades para incendiarlo todo.

La cafetería había pasado, en solo minutos, de ser un café del barrio al sitio más chic de todo Brooklyn. Especialistas cafeteros y pasteleros, influercers y periodistas de todo tipo se paseaban por el local ansiosos por probar sus delicias y queriendo tomar una imagen de esa perfecta «Navidad sustentable» decorada con basura que adornaba la entrada. La ganadora del concurso local.

Su familia de muñecos de nieve recorría todo Estados Unidos, y más allá, a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. La fama de la cafetería Martin’s crecía, antes de lo que él había supuesto. Ahora su trabajo consistía en mantenerla sin equivocarse.

Y de eso se encargó ese día. Escondió la rabia y la frustración que sentía por no poder comunicarse con Jessie para tomar el control de su negocio. Se esforzó por mantener la sonrisa, cubriendo así el reflejo de cólera que dominaba su semblante, sobre todo, su mirada. Estaba furioso, aunque no con ella, sino consigo mismo, por no haber tenido sus sentidos trabajando al cien por ciento.

Se dejó encandilar por la maravilla de lo novedoso y por el éxito de las primeras batallas que se olvidó de la guerra en su totalidad. Un error de novato que no pensaba volver a cometer. Se dejó embargar por la felicidad que le inspiraba aquellos hermosos ojos color chocolate y su sonrisa de hada sin atender los pequeños detalles, como el comportamiento cohibido de la chica cuando estaba cerca de los muñecos de nieve reciclados.

Por eso, antes de que terminara el día, decidió emprender el desafío que podía cimentar su triunfo laboral, pero que a la vez, le daba mayor estabilidad en aquella contienda. Un riesgo grande, aunque no tanto como la fuerza de su determinación.

Jessie, por su parte, había caído de nuevo en un espiral de amarguras e indecisiones que le robaba por completo su capacidad de acción. Aquel día había sido infernal en el trabajo, le había sido imposible terminar con buen pie cada tarea, siendo necesaria la intervención de su jefe.

Llevaba seis años trabajando en esa revista. Desde que había salido de la universidad, a los veintiuno, pudo conquistar aquel trabajo gracias a su buen desempeño como pasante en uno de los diarios de mayor tirada en la ciudad. Aquel empleo no solo le obsequiaba un puesto con excelente remuneración, sino que le permitía dedicarse a lo que le gustaba: dibujar, sin sufrir por tantas presiones como las que había tenido en el periódico.

Sin embargo, echaba por tierra todo su esfuerzo por culpa de sus desestabilidades emocionales. Su jefe se reunió con ella para conversar seriamente de su desempeño, asegurándole que le daría otra oportunidad al considerar su buen servicio en los años anteriores, pero pidiéndole que recapacitara y resolviera sus asuntos durante la semana de vacaciones. Al finalizar las fiestas debía regresar renovada, volviendo a dar el cien por ciento en su trabajo, o se vería en graves problemas. La revista, como todo en el país, atravesaba su propia crisis y no tenía mucho tiempo para esperar por ella.

La chica se sentó en su silla luego de la reunión y pensó mucho en su situación mientras llegaba la hora de la partida. Tenía días comportándose como una cría malcriada al no saber manejar sus emociones. Pagaba sus rabietas con entes externos a ella, sin haber considerado el daño que sus acciones dejaban. Ahora tenía miedo a enfrentar esas consecuencias, a dar la cara y decir la verdad. Huía y se escondía como lo había hecho todos esos días, presa de su enorme tristeza.

Cuando sonó la alarma del fin de la jornada, todos sus compañeros celebraron emocionados y se dieron abrazos entre sí. Aquel era el último día de trabajo del año. Al día siguiente sería la fiesta de Navidad y luego no se verían las caras hasta después de la celebración del nuevo año. Las anheladas vacaciones comenzaban y todos estaban felices, menos Jessie, que no podía con el sentimiento de culpa y vergüenza que la embargaba.

Se enfundó su querido abrigo rojo y se encaminó a la salida, cabizbaja y abatida. Al pasar por la recepción se despidió de la recepcionista con una sonrisa. Esa mujer, que antes la había acompañado en el bus hasta la estación de Metro, ahora, por sus abandonos, se había amigado con otros compañeros que tenían auto y la acercaban a su casa por un medio de transporte más cómodo. Por eso la chica nunca más se interesó en seguirla.

Jessie se puso la capucha y metió las manos dentro de los bolsillos de su abrigo andando hacia la puerta, pero al escuchar su nombre quedó paralizada antes de salir a la calle. Su cuerpo tembló, porque había reconocido aquella voz. Ese tono era tan pulcro y melodioso que agitó todo su organismo, pero también, brotó las emociones negativas que la estaban dominando.

En medio de un suspiro se dio vuelta para encararlo.

Ethan llegó a ella, después de haber corrido por la recepción para alcanzarla. Había estado dentro de la revista y ella nunca lo supo.

La respiración agitada del hombre no compaginaba con su mirada dura y decidida, aunque bañada por un deje de tristeza.

—Pensé que no te detendrías.

Su acusación hizo estallar el arrepentimiento dentro de Jessie, nublándole los ojos.

—Disculpa —dijo con un hilo de voz y bajó el rostro al suelo.

¿Cómo le explicaría su comportamiento? ¿Cómo le explicaría el conflicto personal que atravesaba y que le impedía expresar sus verdaderas emociones?

Él se acercó a ella y tomó su barbilla con un dedo para obligarla a encararlo.

El contacto propagó un fuego dentro de Jessie, retorciendo su corazón.

—No tienes que disculparte por nada. Todos nos dejamos dominar por las flaquezas en momentos difíciles de nuestras vidas. A mí me ha ocurrido igual.

Ella amplió la mirada, sorprendida.

—¿Lo sabes? —preguntó, sin poder salir de su asombro.

Él sonrió con poca gracia, repasándola de pies a cabeza.

—Buscaba a una chica menuda con abrigo rojo. —Ella se sintió cohibida y se frotó el abrigo que llevaba encima, impactada porque él la hubiera descubierto—. Es absurdo, no eres la única en todo Brooklyn con un abrigo de ese tipo, pero tu actitud en la cafetería el primer día me lo confirmó. Estabas apenada y no apartabas tu mirada de los muñecos de nieve. —Jessie volvió a bajar la cabeza, avergonzada, pero Ethan esta vez la tomó por los hombros y bajó a su altura para que lo mirara a los ojos—. Me enfadé, y mucho, pero no tienes idea lo que esos ataques hicieron en mí. No pienso escarbar en mis rabias, sino en lo positivo que ellas trajeron a mi vida. No cometeré el mismo error. Por eso he venido a darte las gracias. —El error al que se refería, era sobre su hermano Gary, con quien había perdido comunicación por sus constantes reproches. No vio su ausencia como una posibilidad de crecimiento, sino como una actitud egoísta del hombre. Con esa reacción perdió mucho en esa batalla. Jessie, por su parte, estaba estremecida por las palabras que él le dedicaba. Lo observó fascinada, le parecía imposible que él fuera tan perfecto—. Cuando estés preparada, llámame. Esperaré con ansias a que lo hagas —culminó, sin poder evitar acariciarle una mejilla.

Los corazones de ambos se removieron por ese pequeño toque.

Después de decir aquello se marchó, dejándola allí. Luchó contra sus instintos y contra lo que le gritaba su corazón para darle el espacio que necesitaba, ese que le concedería la estabilidad necesaria para enfrentarse a la verdadera guerra.

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