De la vida a la muerte, de la muerte a la vida.

Apertura de los ojos, reflejos del alma, percepción de la vida. Laura dio los pasos para persistir en la alegría de sus sonrientes padres y en el canto de la naturaleza misma. Prodigiosa voz de Laura, que con un llanto saltaron las lágrimas de los espectadores del destino, que con un llanto saltaron las gotas del cielo para hacer presencia en la apertura de su vista; una primera perspectiva del mundo llena de grandeza.

Laura, de rubios cabellos y transparentes labores, de azulados ojos y piel sin colores, la frontera entre la claridad de sus ideas y la oscuridad de sus temores reposaba entre su piel con una descripción imprecisa. Pasos entre la acera, entre la hierba, entre la niebla, ante la vista ciega de los sueños; pasos tenues, pasos de esencia fugaz y huella eterna, de rastro constante y de vida serena. Laura, que en su sonrisa reposan las ilusiones del creador, las alegrías de cada progenitor, las esperanzas de sí misma. Laura alzó las manos el cielo, y aunque lejos del tacto de sus dedos, su propia alma pareció siempre tenerlo.

Laura, su cuerpo más grande se ha hecho, sus añoranzas disminuyen y con ello crecen los lamentos. Los 15 pasaron rápido, los 20 parecen no ser en vano. Laura, que con el tiempo su voz ha educado, los cantos dan el vuelco necesario a los cotidianos días, la magia existe entre la transmisión de onda y recepción de su belleza por el curioso espectador; el espectador asiste de forma constante una vez su voz le roce el alma, incluso entre la lejanía, su voz resonará como constante eco de los momentos vividos durante su estadía. Laura, bella y temerosa Laura, valiente a la vez y curiosa con ganas. Mujer de infinitas preguntas, de infinitos temores, dando pasos invisibles entre la niebla y el gozo. Laura, sus sueños han crecido, la edad no lo ha impedido, sus rubios cabellos se perciben castaños, su piel sin colores permanece intacta; el brillo constante de sus ojos azulados, sigue robando el aliento al más exigente humano.

Laura, los sueños nunca han muerto, se pisan los 50 y los recuerdos son eternos. De tu vientre nada ha nacido, con el paso de los años tus enseñanzas persistido, miles de miradas y corazones que a tu persona han llegado, mantienen los rostros sonrientes incluso luego de años. Laura, que a tus padres haz visto hecho polvos en el aire, sientes la calidez de sus eternas miradas en tu imborrable sonrisa; sigues dando pasos entre la nada pero la niebla ha desaparecido.

Cuerpo envejecido, mente rejuvenecida, una percepción infinita del universo y de la vida. Deterioradas circunstancias, mortalidad acechando, querida Laura, su tiempo se está acabando. Sueños cumplidos, días vividos bajo la más grande plenitud, lamentos desapareciendo como si el tiempo los hubiese consumido. Laura descansa sobre sábanas blancas, consumido el cuerpo atado a máquinas; Laura acepta que sin naturaleza no hay vida. Laura se entregó a la muerte para darle paso a la vida.