Un falso caballero

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Ella llama a mi puerta de tanto en tanto. Con su dulce canto recita mis bondades y me llena de alabanzas. Una niña viendo a su caballero, un ángel que extiende su cálido manto sobre mí. Sus ojos brillan con admiración y sus palabras danzan en el aire describiendo los más maravillosos atributos que pudiera un hombre recibir.

Otra mujer es dueña de mi corazón. Una mujer como un fantasma, pues sólo existe cuando la invocas. Ella me jura amor eterno y desaparece sin dejar rastro. Yo soy un tonto y le sigo el juego, duermo en las mieles de su amor y soy cómplice de su despiadado abandono.

Pero mi ángel es puro y confía en la firmeza de mis votos. Para ella soy un héroe que intenta traer al fantasma de vuelta a la vida, un mago que con su amor podrá sobrepasar a la muerte.

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No he hecho más que vivir una mentira. Pintan mi imagen de honradez, seriedad y rectitud y yo he creído esas palabras. ¿Cuándo abriré los ojos ante la ineludible verdad de que soy un fraude? El eco de mis pecados resuena en mi cabeza, pero ella no se da cuenta. No he vencido al dragón, pero deseo ser Tristán si por una noche ella puede ser mi Isolda.

Mi fantasma y mi ángel aparecen continuamente en mis pensamientos y me atormentan por las noches. Ninguna se da cuenta de que mis motivaciones no son ni el honor ni la lealtad. Ninguna ve a los demonios de mi pasado volando sobre mí, esperando el momento idóneo para atacar. Ninguna se percata de que temo que los molinos vuelvan a ser gigantes ante mi frágil lanza que ya no tendrá a bien repelerlos.

El miedo me mueve. Temo a la soledad. No conozco otra cosa y esto es todo lo que soy. Aunque mi escudo esté roto, aunque mi corcel me abandone, aunque mi brazo no pueda elevar mi espada, aquí permaneceré, al filo del desamparo. Pronto no seré más que un recuerdo. Un antiguo hidalgo que alguna vez existió. Uno de estos días nadie sabrá de mis hazañas.

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