La sombra del Árbol

Fuente: Álbum Familiar

Estimados amigos y lectores, es un verdadero placer contar con su compañía. Muchas gracias por el gran apoyo que brindan a mis publicaciones. Como todos los días sábados es momento de compartir las memorias de las leyendas o situaciones que vivió mi madre siendo niña, en aquel viejo paraje que se prestaba para todo lo relacionado con el esoterismo.

Mama se crió en un paraje llamado ¨San Judas¨ un lugar retirado de toda civilización y en medio de la nada. Sus abuelos fueron los primeros en llegar al lugar y se encargaron de colonizarlo, esto dio la oportunidad de elegir el lugar en donde querían levantar el rancho.

El conocimiento familiar les permitió optar por el terreno más alto del lugar cerca de todo lo necesario para desempeñarse con granjeros que era la experiencia con la que contaba la familia. Lo único malo era que estaba lejos de la ruta principal.

En aquella época los poblados debían ser capaces de mantenerse, era muy importante que cada vecino se ocupara de una actividad. El encargado de solucionar esto fue un hombre amigo de la familia, quien supo conducir a los vecinos a que se dedicaran a distintas actividades.

En pocos años el paraje se pobló completamente, la parte principal del pueblo se estableció a la vera de la tierra de nuestra familia. Por esta razón el cementerio de la colonia lo instalaron lejos de allí, cerca de la ruta principal.

Como he mencionado anteriormente, los correntinos somos supersticiosos, creyentes de todo lo relacionado al más allá y las cosas sobrenaturales, la razón principal para tener al cementerio lejos de sus hogares.

Las personas mayores que habían sido los pioneros estaban dando lugar a sus descendientes, partiendo a un mejor lugar. Para cuando mi Madre cumplió los diez años de edad, ya tenía varios familiares inhumados en el nuevo cementerio, lo que hacía que los días domingos fueran a visitar los nichos de sus fallecidos.

Con la llegada del cementerio no faltaron las leyendas urbanas relacionadas a las personas que habían fallecido, sobre todo aquellas que fueron en circunstancias dudosas, por las improvisadas calles del pueblo circulaban distintas leyendas.

Los ancianos del lugar se encargaban de agrandar las situaciones con las creencias de sus antepasados, quienes afirmaban que las almas de las personas fallecidas en forma no naturales, deambulaban el lugar en busca de vengar su muerte.

Muchas de leyendas albergaba el lugar, había más leyenda que personas fallecidas, las creencias hacían honor al dicho popular. ¡¨Pueblo chico Infierno grande¨! A estas leyendas había que agregar los populares cuentos de nuestros duendes, aquellos que nacieron de la ¨mitología guaraní¨

En casa de Mama se trabajaba tanto que no había tiempo para hablar de las misteriosas leyendas que aquejaba al pueblo, si bien estaban informados, no paraban un segundo de las tareas que demandaba el campo.

A mi madre desde niña le gustan muchos las flores, tal es así que sus padres le otorgaron en el campo una pequeña parcela dedicada a la siembra de plantas florales, si bien, había muchas variedades de flores, las dalias eran su favorita.

Faltaba algunos meses para que se cumpliera un año del fallecimiento de su tía favorita, en sus plegarias nocturnas prometió que ese día, visitaría el nicho y adornaría con sus flores favoritas, las Dalian lucirían y alegraría mucho el lugar.

En esos días sucedió algo que tenía atemorizado a los vecinos del pueblo, un viejo cuidador del cementerio que había fallecido hacia algunos años, comenzó a manifestarse haciendo inquietantes presentaciones antes las personas que concurrían al cementerio.

Al parecer todo comenzó, después que el nuevo cuidador del cementerio decidió derrumbar la vieja casita que estaba debajo del timbo de su propiedad. El viejo cuidador tenía su casa a unos 200 metros del cementerio, al fallecer, la casita se volvió tapera y se decía que albergaba un duende en su interior, esta fue la razón del derrumbe de la tapera.

Mama se levantó muy temprano para recoger unas hermosas flores de Dalias, ese día se cumplía un año del fallecimiento de su tía y estaba dispuesta a cumplir con su promesa, después de desayunar emprendió un viaje de más de tres horas de caminatas rumbo al cementerio, su intención era estar unas horas allí y volver antes de que oscurezca.

Después del largo caminar, y tras llegar al gran árbol de Timbo que estaba cerca del cementerio decidió parar en su sombra y beber un poco de agua del viejo aljibe que estaba cerca del árbol. Al acercarse al aljibe, sintió una presencia en su espalda, por su cuerpo corría un escalo frío mientras recordaba las ultimas habladuría del pueblo.

Al sentir la sensación vio una sombra reflejada en el suelo como si alguien quisiera abrazarla, después de superar su miedo pudo girar su cabeza y ver que se trataba de las sombras de las ramas del gran árbol.

Después de beber y juntar agua para los floreros del nicho de la tía, siguió su camino hasta el cementerio. Sentada en el nicho de la tía podía ver al gran árbol mover de un lado a otro, era como si tuviera vida, lo raro era que solo las ramas del timbo se movían, el resto estaba muy quieto y era lógico, porque no había una solo gota de viento.

En su relato mama enfatizaba la situación. ¡Una niña sola en un cementerio! Que del miedo su boca se secaba, tenía la necesidad de beber agua, era como que algo quería que volviera al aljibe debajo del árbol, para no hacerlo, mi madre tomo el florero y bebió el agua que contenía en su interior.

Decidió marcharse lo más rápido como era posible, al pasar debajo del árbol noto que las sombras la seguían, se movían de un lado a otro, como el menar de una persona, algo imposible ya que no corría nada de viento que pudiera mover las ramas.

La sombra tenia las formas de persona de largos brazos, según las palabras de mama eran las de un espantapájaros, como las verdaderas películas de terror.

Gran parte de sus memorias pudo olvidar de su crianza en aquel viejo poblado, pero nunca logro olvidar las sombras del árbol.

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