Me acosté a su lado, admiraba la belleza de esta muchacha, no podía creer lo que estaba pasando, contemplaba su desnudez, se veía como una muñeca de porcelana, pasamos como media hora así contemplando nuestra desnudez, ella acariciaba mi pecho yo pasaba mi mano por su vientre acariciando el pircing de su ombligo.

Nos metimos en el pozo, debajo de la pequeña cascada, era extraño pero el agua ya no se sentía tan fría, el sol salió de una nube mostrando sus rayos entre los árboles, una ardilla salto de una rama a otra y varios pájaros cantaban su melodía. La naturaleza cómplice de unos cuerpos disfrutándose tan plenamente, un riachuelo que lavaba nuestras vergüenzas y nos animaba a seguir a disfrutar este momento, un viento cálido que soplaba empujándonos a seguir nuestra faena, una vez más compartir nuestras ganas, siendo dos personas extrañas que confiamos el uno al otro para dar toda nuestra energía, entregarnos con todas las ganas.

Besándonos nuevamente y acostados esta vez al lado de la pequeña cascada, no hubo un gran preámbulo, tomo mi pene y los acaricio para que nuevamente estuviera en buena disposición, yo acaricie su vagina, con mi dedo masajeaba suavemente su clítoris, se empezaba a humedecerse, repentinamente la penetre suave pero con firmeza, su vagina húmeda y resbalosa, entraba y salía de ella, no sé cuánto tiempo paso pero no importaba, seguíamos allí disfrutándonos, en un momento llegamos al clímax nos abrazamos muy fuerte, y quedamos un rato ahí mojándonos con la cascada.

Nos vestimos, sin quitarnos la mirada de encima, comenzamos a caminar por el sendero angosto al lado de la montaña, adiós paraje hermoso, guarda este secreto en la montaña.

Con un beso que me dio en la mejilla y dándome las GRACIAS, me dijo adiós y ahí me quedé pensando que ya era tarde, y que hermoso día de aventura tuve.