El 4 de Julio en USA

Hoy hace 7 años, por razones que no vienen al caso, estuve residiendo durante el verano en un edificio del MIT, considerada la Universidad quizá más prestigiosa del mundo en el campo de la innovación tecnológica.

Me impresionaron las decenas y decenas de edificios de dicha Universidad a lo largo de varios kilómetros en la ribera del Río Charles, con sus instalaciones de todo tipo
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No solo los edificios, aulas e instalaciones del MIT como este edificio dedicado a investigaciones del cerebro
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Desde mi apartamento, en uno de los rascacielos de la Universidad, divisaba las ciudades de Boston y Cambridge. El MIT y Harvard están en Cambridge.
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Por otra parte también me llamaron la atención algunos contrastes como la red eléctrica con los postes y cables aéreos en algunas calles, cables y cables entre las las viviendas de la ciudad:
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O las estaciones de trenes a lo largo de la costa marítima que parecen del siglo XIX. No todo es perfecto:
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Hay un fama extendida en España de que en los EEUU de América se come muy mal. Pues depende. Yo allí he comido las mejores langostas. Lo que más me gustó en los restaurantes es que lo primero que pone el camarero es una jarra de agua fresca. Incluso antes de ofrecerte la carta.
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Yo tenía intención de estudiar algunos cuadros del museo de Boston, y lo conseguí aquel verano.
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Pero nada me impresionó tanto como la actitud del pueblo, por lo que lo considero como un gran pueblo. Fue un día como hoy el 4 de Julio. La gente salió a la calle.

Era el día de la mayor fiesta en EEUU y la mayor celebración festiva social, tradicional, religiosa y sentimental fue el 4 de Julio. Consistió la fiesta en salir aquella tarde más de dos millones de personas de pic-nic a lo largo de los kilómetros largos de las orillas del río Charles, con la suegra, los niños, las neveras portátiles las fiambreras repletas y hasta con el transistor, como en toda tierra de garbanzos, como en los pantanos, ríos y playas de España en verano. El jolgorio bullicioso era atronador y las risotadas de una familia de negros (ahora les llamamos por aquí subsaharianos) con sus inmensos dientes blanquísimos me contagiaron de tal manera que no pude dejar de reírme con ellos, y ya, de paso los invité a un pincho de mis tortillas, que les encantó. Yo, tortilla española. Para cerrar la fiesta empezaron a sonar los altavoces instalados para el evento en cada árbol y farola, y de pronto se hizo un silencio post-atómico y se puso todo el mundo en pie con la palma de la mano en el corazón oyendo el himno de los EEUU de América. ¡Impresionante! de verdad. Me dio sana envidia ese gran pueblo respetuoso con su himno y su bandera. ¿Tomaremos ese buen ejemplo del pueblo liso y llano allende el Atlántico? Me encantaría una tarde de fiesta, fiambrera, vino, risa e himno y al día siguiente a las seis de la mañana a trabajar... igual que ellos.
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Al terminar el himno la explosión de júbilo fue atronadora:
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A los pocos días me fui a Nueva York porque también quería estudiar algunos de las obras de arte del MOMA:
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Y cuál no sería mi sorpresa que al salir del hotel a dar un paseo por la plaza me encontré una multitud de americanos celebrando algo multitudinariamente con nuestra bandera española. Al oírme hablar español unos muchachos me felicitaron porque la selección española había ganado la final de la copa del mundo de fútbol, y ya me uní a su celebración que también la hice mía:
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