¡El Ángel que falleció, cantando!

Fuente: Pixabay

En aquella habitación fría, implacablemente fría, de día y de noche, por pocas o muchas horas, se escuchaba aquella voz melodiosa, pero en un tono moderado, que cantaba canciones conocidas y desconocidas, ante todos los que compartíamos el mismo lugar, y de alguna manera, la misma enfermedad: El Cáncer.

Era Ángel, el paciente oncológico en fase terminal, que cuando sentía dolor, comenzaba a cantar; y cuando no aguantaba más, entre canción y canción decía: ¡Morfina! ¡Morfina! ¡Morfina! y era atendido en su petición, por el personal médico y de enfermería que para aquel entonces, laboraba en el Instituto de Oncología "Luis Razetti" del sector "Cotiza", en la ciudad de Caracas, Distrito Capital, Venezuela. A su lado, siempre estaba uno de sus hermanos mayores, apoyándolo en todo momento y consolándolo, cuando Ángel comenzaba a llorar, porque su esposa no lo visitaba y tampoco le permitía ver a los hijos, que tenían en común. ¡Que triste es, que cuando las personas se enferman, molestan, estorban, y muchas veces, algunos familiares y amigos, las dejan de querer!

El llanto de Ángel, conmovía al resto de los pacientes, a los familiares y amigos presentes, a los médicos, enfermeras, al personal de aseo y limpieza, porque todos, absolutamente todos, vivimos el dolor de aquel hombre joven, en los últimos días de una vida destruída por el cigarrillo. Cuando su esposa lo visitaba, a él le brillaban los ojos, la mayoría del tiempo opacados por la sombra de Hades; mientras que aquella mujer, visiblemente lejana como pareja espiritual y carnal, ya no lo quería, le hablaba de forma desconsiderada, y antes de tiempo, lo condenó a una muerte prematura: ¡El desamor!

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¡Una Visita Inesperada!

Un día, ante tanta insistencia, la esposa de Ángel aceptó llevarle a sus hijos, para que compartieran por última vez. Como eran menores de edad, las autoridades sanitarias permitieron la visita por escasos minutos. Recuerdo ese encuentro padre-hijos, y se me crispa la piel...la emoción, las risas y el llanto aglomerado entre el protagonista y coprotagonistas de esta historia...y el aplauso sonoro de quienes fuimos espectadores. Fue un momento de alegrías y tristezas que se mezclaron haciendo brotar sentimientos y emociones encontradas. Era una despedida de un padre hacia sus dos hijos, un niño y una niña que ya sabían que papá debía partir. Pero su esposa, no se perturbó.

¡¡¡Canto de Despedida!!!

Pasados unos días de aquel encuentro alegre, triste e inolvidable a la vez, entre el progenitor y la progenie, en la cama número 10 de aquella habitación fría, pero tan fría...cantando y colocándose en posición fetal, suspiró por última vez aquel Ángel, que tanto sufrió en sus últimos días en este plano astral...y su última canción fue un tema de cuna, que la entonamos con la melodía del Himno Nacional: ♫♪Duérmete mi niño, que tengo que hacer, lavar los pañales y sentarme a coser"

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¡¡¡REFLEXIÓN FINAL!!!

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La historia del Ángel Cantor, es lastimosamente una...entre miles y millones, no solo en Venezuela, sino en la mayoría (si acaso no todos) los países que conforman el globo terráqueo, muchas veces, bajo la mirada indiferente y el desapego de familiares y amigos. Nadie quiere estar enfermo. Todos queremos disfrutar de buena salud, para vivir obviamente y disfrutar de lo poco o mucho que nos ofrece la vida, desarrollando nuestra personalidad y talentos, estudiando, trabajando, compartiendo con los(as) nuestros(as); y no es justo, que por ser objeto de una enfermedad, como el cáncer u otras, seamos listados en un último lugar, cuando otrora, tal vez, éramos los(as) primeros(as).

Al visitar un centro hospitalario, de asistencia a la salud, se puede percibir la cantidad de ciudadanos(as) que se enfrentan a situaciones difíciles con patologías curables e incurables, que se aferran a la vida y en muchos casos, pierden la batalla, como héroes anónimos. ¡Voltea la mirada, amigo, amiga! No te desentiendas de tus familiares y amigos en circunstancias como la de el Ángel Cantor, que tan solo es un ejemplo; y si tienes la oportunidad de ayudar a conocidos(as), hazlo...¡Algún día, serás recompensado!

Tal vez, yo abrumo con estos temas, pero no dejaré de abordarlos, hasta el final de mis días, así como tampoco dejaré de hacer mi labor social, en los centros de salud, que puedo visitar dos o tres veces al año...y debe ser por ello, que la Providencia, siempre me beneficia. Y si al final, no logro mi objetivo, por lo menos lo intenté: ¡Exhortar la conciencia ciudadana!

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