Por lo general la fotografía me encuentra de golpe. He llegado a pensar que una vez fotografío algo es allí cuando me pertenece, cuando lo he conocido por completo. La cotidianidad se ha convertido naturalmente en un objeto de estudio, siempre me ha resultado interesante, sobretodo por el hecho de que hay que estar muy atento. Hay algo respecto a la concientización del espacio que nos rodea a diario, que más que importante, me parece vital.

Todos conocemos nuestras calles, nuestra casa, sabemos como defendernos de ellas y usarlas a nuestro favor, pero más de una vez me ha sorprendido alguna esquina, de esas que uno siempre cruza, con una luz única que me hace verla como nunca antes, le saco una foto y se ha hecho mía para siempre, he capturado un momento especial que me hace verla ahora con más cariño.

Ecos de encierro total.

Para mí el tema de la casa, de la ciudad, de la calle siempre ha sido muy delicado, sobretodo porque algo superior a mí me ha obligado a profundizar más de lo que debería en las cosas, haciendo cualquier experiencia más dolorosa, siempre detenida en el mirar y en el sentir. Hasta que la racionalidad se vuelve avasallante y debo moverme.

La ventana de mi cuarto en Maracay, Venezuela, es algo que llevo conmigo siempre. Cuando me mudé a ese nuevo cuarto me conseguí con un papel ahumado que llenaba de color púrpura toda la habitación. Por un tiempo intenté quitárselo pero fue muy difícil, le escribí algunas cosas e intenté hacerla mía, tenía 14 años, pero nunca pude, se quedó como algo que yo sólo podía admirar, el trabajo de alguien más por hacer suyo ese cuarto, siempre me sentí ajena a esa luz.

Luego de un tiempo me llegué a sentir feliz por poder refugiarme diariamente en una luz distinta a cualquier otra, le agradecía al extraño. El sol de las seis, a punto de esconderse, quemaba la ventana y llenaba de color el cuarto.

Hace poco, simplemente descansando, me conseguí, luego de mucho, con este suceso. Empecé a ver mi cuarto y a conseguirme con muchas fotografías, ¿se estaba convirtiendo mía esta luz? en ese momento las saqué con mi celular, cazaría la misma luz el día siguiente.

Ahí, puntual, pude tomar las fotografías bañadas por la luz de esta ventana obstinada. Realmente esto es un registro, un ejercicio más de alguna tontería mía.

El título de este ejercicio hace referencia a la canción de la compositora Venezolana Cancioneira. Y parte de algo muy personal para mí al verme fundida con la luz de esta hora del día, soy las seis capturada en mi habitación con esta luz que me ha contenido tantas veces, en el desdén de la mirada y el sentir; y en la exageración de existir y empecinarse en vivir en ecos de encierro total.