Relato breve: El transportista y la muerte, Original de @janaveda

in #spanish5 years ago

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Imagen de Ken Ritchie en Pixabay

El transportista y la muerte.

El velocímetro digital marcaba 150 Km por hora, sin embargo, el cambio de luces era incesante. Tenía tan solo tres horas en la ruta, lamentaba en mi interior no haber acatado las instrucciones y recomendaciones que hiciera mi supervisor, pero me urgía llegar lo antes posible para entregar la carga y regresarme de inmediato, en diez años nada me había ocurrido por estos desolados caminos.

Mi compañero intentaba algo nervioso comunicarse infructuosamente por el celular.

— Rodolfo, el teléfono está totalmente muerto.

Sin perder la mirada del camino pisé un poco más el acelerador.

— Rodolfo estás loco, nos vamos a matar.

Pensaba, en los últimos 20 kilómetros, Esteban ha abierto dos veces la boca y le escucho una palabra casi común que llama a la muerte.

La luna llena era más grande de lo normal, el trayecto recto estaba por acabarse para adentrarnos en la zona montañosa donde las subidas están llenas de curvas. Tendría que aminorar la velocidad dándole chance a los vehículos que casi tienen rato intentando alcanzarnos. Y si los dejo rebasarme, tal vez ellos tienen más prisas que yo.

— Esteban, será que los dejamos pasar — el copiloto con resignación y movido por el temor por la alta velocidad le responde:

—Hermano, si no bajas la velocidad nos vamos a matar al estrellarnos o descarrilarnos.

De nuevo con eso de la muerte, este hombre en verdad tiene una fijación con Tanos, pensé mientras sacaba lentamente el pie del acelerador. Para mi sorpresa también los vehículos bajaron la velocidad y un respiro de alivio salió por mi nariz, justo en el momento que empezamos a remontar la cuesta.

Ya algo relajado le comento a Esteban:

—Pensabas como yo, estos tipos son los piratas de carretera que mataron a Alex y Santiago la semana pasada para robarle la carga.

Cuando de repente escuchamos fuertes detonaciones, mis temores no eran infundados. La muerte nos estaba acechando. Sin titubear hundí intuitivamente de nuevo el acelerador, pendía de la pericia y arrojo lograda con los años de manejo, sentí mi vista agudizarse y escuchaba el jadeo entrecortado de Esteban, con cada curva sus resoplidos eran más fuertes. El era bastante joven, a quien solo un par de semana yo había reclutado como acompañante.

—Rodolfo, ¿qué vamos a hacer?, ¡para, para, igual nos vamos a matar!

Hice caso omiso de sus súplicas, sabía que en estas curvas, que conocía como la palma de mi mano, nuestros perseguidores jamás podrían rebasarnos. Además, al salir de la zona montañosa solo debía recorrer un kilómetro más para llegar al puesto de la policía. En mis planes no estaba quedar maniatado y desmembrado como mis amigos.

Los minutos parecían eternos y las luces posteriores menguaron, obviamente estábamos a salvo. Un poco más y no la contaríamos. Debí haber esperado a la escolta en la troncal 4 y salir con el resto de los transportistas. Mi osadía casi me presenta a la muerte.

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Nota:

Relato original de @janaveda

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