La felicidad conyugal: Realidad o quimera - Reflexión
Fuente: @janaveda
Un camino de entendimiento hacia la felicidad en pareja
Reciban ante todo un gran saludo,
Me dispongo a hablarles, no sin antes haber cavilado un buen rato, sobre un tema primordial, aquel que aborda la felicidad conyugal. Las historias y cuentos, cuyas trilladas frases finales, sentencian: Y vivieron felices para siempre. Los amantes, antes de alcanzar el desenlace soñado, han de pasar por muchos obstáculos y peripecias. La recompensa: la eterna felicidad.
Pero ¿Es posible, en nuestra historia personal, que nosotros (los protagonistas) seamos recompensado con la felicidad para siempre? Eso es otro cantar. Empecemos por acordar ¿Qué es la felicidad? ¡Si! acordar, la respuesta, necesita de consenso, pues es un concepto estrechamente vinculado a la forma en que percibimos el entorno que nos rodea. Tal vez, solo el milagro de vivir sea principio y fin de la felicidad. Muchos, ni siquiera saben, que los hacen felices, ven afuera, en otras gentes, cuentos e historias que aparentan ser felices, desean ser como ellas, llevándoles, inclusive a menospreciar sus propias historias de vida. Irónicamente, esa misma gente, también les observan con el mismo ánimo e intención para admirar las apariencias.
Así que, iniciaremos un camino de reflexión hacia la cima del gran monte llamado, felicidad. Es posible que lleguemos a entenderla, aunque sea un poco y a reconocerla en nosotros.
Quienes hemos nacidos en la cultura occidental, conocemos o habremos oído sobre la historia de la primera pareja, al principio la felicidad y gozo reinaba, el hombre y su compañera, la mujer, obraban en un mismo propósito (cuidar de la creación), se soportaban mutuamente, no como ahora, que pujan y luchan, ellos estaban en un paraíso, con el mandato de dominar y llenar al mundo con sus hijos, pero algo salió mal, el resto, de seguro la conoces. Hasta aquí dejaremos la historia, a sabiendas que aún no hay un final feliz que perdure para siempre.
Avancemos al primer modelo que tendremos de felicidad conyugal: nuestros padres. Si, de la mano de su relación, iremos conociendo esa apariencia externa que denota su cohesión interna, que se desarrolla en el hogar, a veces feliz y otras, no tanto. Es triste tener esta dicotomía. La armonía que exista determinará en gran parte, tu carácter. De muy pequeño, poco notamos la calidad de la relación entre mamá y papá, pero en la medida que crecemos, nos damos cuenta, donde convergen, cuando discuten y difícilmente aceptamos los porqués. En lo particular, considero una etapa crucial para la escritura de tu futura historia.
Obviamente, participan otros actores y muchos factores exógenos, que modelan tu historia, entre las que tenemos las relaciones con los parientes, vecinos, maestros y compañeros de escuela y juego, como aquellas incidentales imposible de categorizar. Todas influyen en nuestra percepción y asunción de la realidad.
Si somos afortunados, nuestros padres nos darán mucho amor, seguridad y sustento, que harán un cálido oasis, este primer tramo que hagamos en la vida. Empero, una vez, dejemos la infancia y entremos en la adolescencia, tendremos el primer escaseo y miraremos al sexo opuesto con una nueva dimensión, una emoción trepidante que acelera al corazón. Recuerdo mi época, aquellos sentimientos tendían al idealismo, solía decirse por aquel entonces, que era amor platónico (de Platón, sabíamos bien poco, pero sonaba bien, o nice, como se dice ahora en la aldea global), además era común enamorarse solo, es decir, la persona objeto de nuestro amor ideal, lo ignora, aunque en ciertas circunstancia el breve intercambio de miradas y sonrisas no sacaban del estado idílico para pasar al siguiente nivel, en mi caso, la inseguridad me impedía traspasar el umbral.
Hoy es algo diferente, por lo menos, eso aprecio, en virtud de los mensajes que pregonan libertad sin ataduras, que se difunden gracias al gran avance y penetración de los medios de comunicación digitales e impresos, las relaciones entre adolescentes han perdido el cariz inocente para hacerse muy mundano y carnal. No es que todo tiempo pasado haya sido mejor, pero basta ver como se ha subvertido el orden, acortando la distancia entre las generaciones y hasta mezclándolas sórdidamente hasta caer en lo inmoral. Esto daría argumento más que suficiente para un post por si mismo, que no vamos a desarrollar aquí por ahora.
De aquel noviazgo juvenil de antaño inocente, hemos pasado a precoces y furtivos encuentros sexuales, lo insólito, es la amplia aceptación y resignación que ha traído consigo consecuencias indeseadas que malogran el sano desarrollo de los jóvenes amantes. Una desgracia sus vástagos como para sus ingenuos padres. Un arrebato de hormonas y deseos fuera de tiempo que atenta contra la verdadera felicidad conyugal. Relaciones fuera del matrimonio que producen fatalidades sociales.
La institución del matrimonio ha sido fuertemente vulnerada, ahora vemos nuevos leños en el fuego, con una amplia diversificación de relaciones que trasciende de lo heterosexual. En el siglo XXI, se observa cada día con menos asombro, la tendencia (añeja en lo secreto) de un movimiento para la legalización y proliferación de un ideología de género que está tomando una inmensa fuerza en la sociedad contemporánea, sustentado en la tolerancia y en lo políticamente correcto. Sé que me adentro en arenas movedizas, en virtud de la gran influencia que estos grupos, salidos del closet, han alcanzado. Muchos evitan confrontarlo por el temor a la censura, o a ser condenado en lo público, a ser endilgado de anticuado, anacrónico y de proferir mensajes de odios, de ir en contracorriente. Me pregunto: ¿Qué futuro tiene una relación de este tipo? ¿Es una conquista en los derechos individuales, o un retroceso a la barbarie? Este es otro tema incómodo que dejaré para otra ocasión, puesto amerita de una reflexión profunda aunque aborde un aspecto colindante de esta temática.
Alejémonos de esas arena y mantengámonos la linea argumental, consideremos el matrimonio tradicional heterosexual, de naturaleza monógama; supongamos que esta forma de relación, se rija por lo tradicional (cosa que empieza a ser menos común en nuestros días) en la que solía haber un periodo previo para el conocimiento mutuo de los futuros esponsales (los novios), quienes contaban por lo general con el consentimiento y acuerdo de los padres, hasta la consumación del pacto matrimonial.
Luego de la boda y las respectivas celebraciones, empieza la vida en común y se da paso a la ejecución de los planes para el futuro, la fogosidad en la pasión, el sublime enamoramiento, la llegada de los hijos, resultan una gran bendición, sin menoscabo de las fricciones que van surgiendo en el proceso de complementación. Durante estos primeros años, tenemos la impresión de extender la felicidad de la pareja a la creciente familia. Se extienden las responsabilidades e intereses en común, compitiendo con las metas y sueños individuales que traíamos desde la juventud.
No todo es color de rosa, las desavenencias van transcurriendo con mayor frecuencia, se pone a prueba la amalgama de la pareja. Una puja por el dominio y la razón, erosiona y perjudica la armonía, por ende, se embate contra la felicidad inicial. En esta etapa, muchas parejas sucumben y optan por el divorcio. La solución más fácil, pero destructiva de la sociedad. Nos preguntamos: ¿En dónde quedó el amor? ¿Será, que era solo un conato de pasión que se apagó con el tiempo y las disputas? Sencillamente, la felicidad se esfumó fatuamente ante el menor problema. Llegó con la pasión y se fue al extinguirse la misma.
En cambio, otras parejas se crecen con cada obstáculo, claro que duele, pero terminan fortalecidas, padecen con el devenir de las crisis, pero al final acompasan sus pasos y voces. Algo misterioso e inconsciente, que pasa así de simple, va más allá de la emoción efímera, que se convierte en una preocupación y dedicación del uno por el otro, en algo muy especial.
Durante el proceso, retos como el de establecer límites entre el trabajo y el hogar; más si ambos trabajan, lo que suele suceder en nuestros días, por aquello de garantizar los recursos suficientes para una vida digna y el logro de los sueños en conjunto, terminan con la falacia de eso que llamamos tiempo de calidad, algo tan etéreo y nebuloso que se desvanece ante nuestro propios ojos. Llevamos tal carga, que vivimos para trabajar y trabajamos para vivir, lo que va en detrimento de la felicidad en pareja, un acertijo que pocos llegan a resolver.
Supongamos que nos hemos esforzado tanto para superar dicho reto y de repente: ¡EUREKA! Listo, mucho sudor y lagrimas, pero al final desciframos el enigma, como también, adquirimos la habilidad para trascender los que vayan surgiendo. Habremos encontrado la felicidad ideal. ¿Será una experiencia eminentemente individual, o implica algo especial en tu relación de pareja?
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El tiempo no se detiene, dejando huellas en nosotros, vemos repetir el ciclo, ahora en nuestros hijos, queremos evitarles escollos en su sendero, pero estos se parecen tanto a nosotros, que nos vemos reflejados en ellos. Ahora juzgamos asistidos por experiencias, con el problema a cuesta de un época más liberal, desinhibida y peligrosa. Sabemos que al ser jóvenes adultos, piensan que sus padres son obsoletos, que no les entienden y hasta les impiden con sus consejos anticuados alcanzar sus metas. No hay remedio que valga: ¡Nada! les acompañamos desde la distancia, y les ayudamos, cuando así lo requieren con la sapiencia de los años a cuestas y con las fuerzas que aún tenemos. Al final, su bienestar y seguridad es una preocupación constante e inseparable de nuestra esencia.
A esta altura del discurso, la definición de la felicidad aún nos es esquiva. ¿Será la felicidad solo emoción, sentimiento y pensamiento? ¿Una manifestación del espíritu o simple reflejo de un estado corporal efímero? ¿Estática o dinámica? ¿Una realidad o una quimera inalcanzable?¿Depende de uno o del otro?
Si esperaba una fórmula mágica y todas las respuestas, siento decepcionarte, como un simple ser humano, no tengo palabra definitiva. Solo podría pensar en alto y decirte, que creo que la felicidad es un proceso que nos libera de angustia, llena de quietud, serenidad, sosiego, salud; una actitud, un compromiso y la satisfacción por ayudar al prójimo a ser mejor, a sentirse mejor sin perjudicar a los demás.
Esto aplica para la felicidad individual, ahora bien, en cuanto a la felicidad conyugal, vale todo lo expresado, aunado en estrecha comunión con su pareja, con quien compartes tu vida sin dejar de ser quien eres pero que al mismo tiempo te confundes con ella.
Aún piso con cuidados las veredas hacia la ansiada cima, no le llevo ninguna ventaja, ni sé algo que llevo en secreto. Tengo la sensación, que aunque esquiva, la felicidad en pareja es una gran aventura que vale la pena buscar con ahínco, sin desmayar, pues se hace al andar, nunca en solitario, siempre en compañía, de la mano de quien amas.
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