Cómo perderse en Turquía o 3378 kilómetros de mi tierra.

Así que está. Mi quinta vez en Turquía. 

Recuerdo muy bien la primera vez que viajé aquí: tenía 18 años y no pensaba mucho de los peligros que una viajera que viaja sola, puede encontrar allí. Pero como todavía estoy viva, he decidido volver al país que no tiene nada que ver con la gente y la cultura europea (tal vez por eso, aquí todo me fascina tanto). 

Todo empezó por la mañana. Casi perdí mi vuelo. Dos veces. Sabía que esto no va a ir bien. Cuando llegué al país de kebabs (no, no es nada ofensivo, ¡ellos hacen los mejores kebabs!) ya estaba oscuro. 

Y si alguna vez has viajado a Turquía, probablemente sabes lo que ocurre cuando se oscurece. Sí. Los turcos se vuelven locos. Obsesionados. Poseídos. Se vuelven en todo lo que alguien considera como anormal. Te miran con esos ojos como si no tuviera que comer por años. Exactamente como en la pelicula famosísima "Crepúsculo". Este es el tiempo cuando no deberías salir de la casa. En absoluto. Especialmente si estás sola. Pero de todos modos, ¿quién me habría parado? Además, tuve que ir a mi hotel. 

La regla que uso es mirarlos. Directamente a sus ojos. Para fingir que eres valiente. Mire a sus ojos descaradamente hasta que giran sus cabezas al suelo. Estaba haciendo eso. Pero uno no hizo eso y comenzó a seguirme. 

No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo.

Este era persistente. Pero yo conocía algunas calles estrechas donde podía esconderme. Después de que el peligro se fue a perseguir a otras chicas, tomé todo mi coraje fuera del equipaje y fui al hotel, pero  al ir allí me confundí la calle y me perdí. Me senté allí y pensé, si puedo sobrevivir a estos vampiros mirandome y persiguiendom, puedo llegar allí. Empezó a recordar cada turno y cada calle. Por supuesto que fue aterrador. Era la única chica entre turcos en las calles. Ellos estaban gritando los piropos, pidiendo que yo viniera con ellos, agarrando mi mano. Pero solía mirarlos con los ojos llenos de la confianza y ir derecho como si sepa a dónde voy. 

No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo. No tengo miedo.

Y en una hora ya estaba allí. Por fín. 

Al día siguiente me desperté muy temprano y fui cerca del mar hacer yoga. Pero la vida tiene otras cosas ya preparadas. Y allí me he encontrado con dos personas increíbles. 

Así que a partir de entonces mi viaje se convirtió en una de las experiencias inolvidables: con la comida más loca, regalos, turcos y bailes.

 Continuará...