El hombre desde su indeterminable existencia se ha preguntado el por qué de las cosas, infinitamente se han respondido miles de interrogantes pero nunca se ha de saber jamás hasta qué punto es ignorante de su naturaleza y entorno, es esta ignorancia lo que le hace estar siempre en la búsqueda de respuestas que generan más preguntas y así sucesivamente va construyendo su mundo, su suelo donde hace fecunda la idea del porvenir, sin embargo, el hombre se encuentra solo y es por ello que su mundo ha de construirlo a través de la convivencia con sus pares.

Por consiguiente, el hombre crea su cultura a partir de sus constructos sociales, su hacer material y su estructura social, emerge como parte de ello su lenguaje, costumbres y creencias, estas serán determinadas en gran medida por las condiciones geográficas y orígenes etnoraciales, sin embargo, en los actuales momentos, ninguna cultura se mantiene al margen de otra, por lo tanto, los intercambios culturales bien sean producto de interacciones moderadas en el tiempo y espacio (globalización, las comunicaciones, el intercambio comercial y las actuales redes sociales) o por imposición (guerras de ocupación, exterminio racial o transculturización), son inevitables, por lo tanto se forman unas culturas dominantes, que sublevan las particularidades mas especificas de las culturas más pequeñas en cuanto a número de personas.

En este orden de ideas, entre las culturas dominantes que subyugan a las demás está la cultura occidental, bajo la idea del la razón griega, los occidentales europeos dominan históricamente la manera de pensar y hacer del hombre, tanto así que las culturas emergentes de otros procesos siempre van a depender en gran medida de los conceptos de la cultura occidental, sus formas de gobierno así como también la gran mayoría de las religiones monoteístas, tienen su génesis en el cristianismo en cuanto a los patrones, por lo tanto la culturas se hacen arquetípicas de la cultura occidental.

Es este sentido, la filosofía es propia del hombre, siendo el único ser capaz de pensar en su propia existencia, de crear las cosas que se hacen necesarias para su supervivencia y de dar sentido y significado a las cosas que construye. Partiendo de esta premisa el hombre “occidental” maneja tres conceptos de la filosofía, la filosofía como dynamis, en la cual plantea una problematización de su entorno, su lengua y sus modos de vida; la filosofía como enérgeia en donde el hombre toma conciencia no solo del entorno sino que busca generar respuesta y solución a los problemas que de ello se desprende, es decir la reflexiona en sí mismo; y la filosofía con ergón, en donde plantea de manera formal las teorías generadas del pensamiento filosófico, genera la filosofía como guía para la vida, esto va a desembocar en la gran mayoría de tratados filosóficos e ideológicos que se han conocido en la historia, de los que se han servido muchas estructuras y modos de gobierno, de religión y del contrato social, en donde la convivencia solo se mantiene a través de la legislación.

Sin embargo, la cultura occidental, si bien ha influenciado a la mayoría de las demás culturas, no solo en su modo de problematizar los asuntos , es decir, de filosofar, sino también en muchas otras aspectos como el lenguaje, las costumbres y maneras de vida, producto de la colonización en nuestro caso latinoamericano y actualmente con la globalización en donde la televisión y el cine y los medios han hecho su parte, ésta no puede abarcar de manera totalizante la manera de pensar y hacer de las demás comunidades mundo.

En el caso especifico de Venezuela por ejemplo, la manera de pensar del venezolano esta en constate conflicto, por un lado con su racionamiento occidental, por el otro por su herencia salvaje y en el medio de todo, por la religiosidad impuesta que sobrevive en mezcla con el misticismo africano y el sincretismo resultante. Es por ello, que nuestra forma de pensar y resolver nuestros problemas, es una constante varianza, entre lo que creemos aceptado ante el mundo con los ojos de rectitud occidental, la norma griega que hace que la democracia sea un bien preciado, pero en donde los problemas de fondo están más ligados a nuestro sentido pintoresco, burlón que trivializa de los asuntos importantes, pero en donde la solución de los mismos siempre sea dada como parte de nuestra perspicacia, la manera de asumir los retos cotidianos, nos hacen merecedores de nuestra propia filosofía.

Asimismo, el venezolano de por sí, ya es un ser de características tan particulares, que no podría reflexionar sobre si mismo abrigado de una filosofía occidental, los sujetos que les sea aplicable tales concepciones tan arcaicas pertenecerían a un porcentaje poco considerable de la población, por lo tanto es válido decir, que el venezolano promedio, no es occidental, es venezolano y por lo tanto producto de una herencia cultural que lo hace merecedor de ser su propio objeto de estudio. Por tal motivo, es importante enseñar la filosofía como una ciencia que sea de interés común en los venezolanos, puesto que son pocos los filósofos que se ha abierto paso en el camino tan empinado de analizar el ser desde su contexto venezolano, sin embargo, los que lo han hecho y han plasmado sus conocimientos desde la filosofía como ergón son pocos.

Es necesario entonces, que se generen mas teoría filosóficas venezolanas que puedan ser utilizadas en un futuro como enérgeia y que el venezolano desde su propia realidad, reflexione sobre sí mismo y solucione sus problemas a partir de su propio método, sin acudir a estructuras ajenas que no competen al caso y cuya aplicación errónea en nuestro contexto solo ha generado fracaso, nos encontramos con la moraleja de Julio Garmendia en su cuento de la manzanita criolla, la cual al verse ensimismada y excluida debido a la llegada de las manzanas extranjeras acudió a otros frutos en búsqueda de consuelo y nadie pudo ayudarle, solo cuando vio que las extranjeras no soportaban las condiciones climáticas, se dio cuenta de su fortaleza, de su dulzor y de su características especificas que la hacían con gran potencial de consumo, es decir, solo hasta que los venezolanos dejemos de compararnos con los occidentales europeos u otras “potencias” económicas y dejemos de aplicar sus mismas estructuras, comenzaremos a ver nuestras potencialidades y nuestros propios modos de resolver nuestros problemas.