Subvirtiendo la tradición escritural (Parte III):
Phillis Wheatley y el nacimiento de la conciencia Afro Americana.
Saludos, gente de Steemit, continuando con los posts sobre la primera poeta Afro Americana, Phillis Wheatley, aquí les dejo la última parte del ensayo. Espero sea de su agrado.
Pueden encontrar los posts anteriores aquí:
https://steemit.com/spanish/@hlezama/subvirtiendo-la-tradicion-escritural
https://steemit.com/spanish/@hlezama/subvirtiendo-la-tradicion-escritural-parte-ii
Sus comentarios, como siempre, son más que bienvenidos!
La Heroína
En Goliat de Gat, el hecho de que Wheatley, a diferencia de Byles, se distancie de la versión literal de la historia bíblica, dice mucho del supuesto fervor con el que ella seguía los sagrados principios de la religión del hombre blanco. Era más importante para la poetisa negra versionar una historia que fuera artísticamente creativa, personalmente conmovedora, y políticamente mordaz. El que haya sido efectiva o no es harina de otro costal. A diferencia de los futuros negros abolicionistas, como Frederick Douglas (1817-1895), Wheatley era primero una artista comprometida con su oficio poético (un vehículo quizás menos efectivo que los sermones, las conferencias, o los editoriales), y luego una mujer, negra, para más señas, privada de las ventajas históricas que disfrutaron las voces negras que la sucedieron (Olaudah Equiano, David Walker, Maria Stewart, Frederik Douglass, entre otros).
Goliat es probablemente el mejor ejemplo de la poesía multifacética de Wheatley. Aunque Wheatley debió haber tenido problemas identificándose con la causa independentista de América, ella entendió las implicaciones de una victoria Americana; cada logro de las colonias, en términos de libertades, ofrecía al menos la posibilidad de construir un argumento lógico contra la esclavitud. Como portavoz pionera que destrozó la teoría de la inferioridad negra, Wheatley estaba consciente de su papel de escogida. Su elección de eventos como los narrados en Isaías y Goliat no es accidental; ambos tratan sobre personas escogidas, justicia divina y humana, vindicación heroica, y sobre logros imposible. Si leemos Goliat como la contribución patriótica de Wheatley a la lucha Americana por la emancipación (la cual, como lo he afirmado, era también la causa de Wheatley), entonces David se convierte en una metáfora de América.
A nivel racial, concuerdo con la interpretación de Shields, “David se convierte en un símbolo de los esclavos en rebeldía, tratando de defender las leyes de Dios,” que enseñan a los ‘Cristianos’ que los ‘Negros, como Caín/ Pueden ser refinados y unirse al tren angelical’ (18)” (221). A un nivel más personal, hay muchas formas en las que Phillis debe haberse sentido identificada con David; ambos eran muy jóvenes, impetuosos y talentosos. David fue subestimado por su edad; de manera similar Phillis fue subestimada por su “color”. David fue envidiado cuando sus méritos fueron evidentes; Phillis debió haber enfrentado todo tipo de intrigas por todos los beneficios que recibía de los Wheatleys, y toda la fama y notoriedad que siguió la publicación de su primer poema (la elegía a George Whitefield en 1770). “La analogía aquí es con la misma Wheatley, derrotando la opresión con su pluma” (Shields 221).
Las semejanzas no terminan ahí; de hecho, empiezan en el capítulo 16 de 1 Samuel, cuando Dios le ordena a Samuel que vaya a Belén a ungir al nuevo rey de Israel. David es elegido entre sus hermanos en una escena que debe haberle recordado a Phillis el momento en que los Wheatleys la compraron en la subasta. Phillis no era la esclava más atractiva, como lo indican los registros históricos, pero fue “escogida” a pesar de las apariencias. “No tomes en cuenta su apariencia o su estatura”, Dios le advierte a Samuel (16:7); la frase, “queda el más pequeño”, debe haberle sonado familiar a Wheatley (16:11), y la complexión inusual de David, que en algunas versiones de la Biblia en español ha sido traducido como “moreno”, (despreciado por un filisteo en 17:42) debe haber establecido un nexo entre la poeta y el profeta.
Las semejanzas continúan en el capítulo 18 con la ruptura entre David y Saúl. De la misma forma en que Saúl le ofrece a David protección, Phillis fue amparada bajo el ala de los Wheatleys, pero como en la historia de David, esa alianza no estaba destinada a durar para siempre. La envidia entra en escena y el destino de David es separarse de Saúl; bajo circunstancias probablemente más similares de lo que los hechos históricos sugieren, Phillis eventualmente se separará de los Wheatleys.
Los aspectos épicos que caracterizan y distinguen la interpretación que hace Wheatley de la historia de David y Goliat de otros poetas han sido ya descritas por Shields (American Aeneas 219-222), pero mi interés reside en la violencia que Wheatley magnifica en comparación con el texto bíblico original. Como lo ha acotado Scheick, “Mientras las Escrituras reportan que la piedra de David ‘se hundió en la frente [de Goliat] (1 Samuel 17:49), Wheatley imagina la la piedra ‘perforando el cráneo, y haciendo pedazos todo el cerebro’” (124). El “cortó su cabeza” bíblico se convierte en Wheatley en “cercenó la cabeza espantosa”, añadiendo más horror a la ya horrible escena. Pero ella no se detiene ahí, “La sangre en efusivos torrentes empapó los llanos,/El alma se abrió paso a través de las chorreantes venas.” Este final macabro no está restringido solo al “gigante monstruo,” sino que es extensivo a sus seguidores. La persecución de los Filisteos por parte de los soldados de Israel y Judea termina, de acuerdo a la Biblia, con “muertos...regados todo el camino desde Sajarayim hasta Gat” (1 Samuel 17:52). Wheatley, por su parte, exclama extasiada, “¡Qué escena de carnicería! ¡Y qué mares de sangre!/Ahí, Saúl tus miles apretaron la arena teñida de púrpura [conexión con Isaías]/En espasmos de muerte la conquista de tu mano;” y, anticipando el capítulo 18, ella resalta la proeza de David, “tus diez mil plantados.”
Para añadir drama épico al diálogo entre Saúl y David, Wheatley interpone una línea que debería leerse como personal, “pequeña es mi tribu, pero valiente en la lucha.” Esa afirmación, a la par de su énfasis en el origen de David, y el mismo título del poema, donde el origen de Goliat también se enfatiza, sugiere que la mente atormentada de Wheatley luchaba por separar acciones individuales de sentimientos colectivos; se podría argumentar que a nivel subconsciente, ella esparció la culpa por todos los “males pasados” a toda la raza blanca (por acciones u omisiones) para quienes ella esperaba castigo (no necesariamente divino). Pero, a nivel consciente, Wheatley sabía que la única arma que ella tenía era su pluma, su corazón, y su cerebro, todo lo cual ella representaría con sagacidad de pícara a través de su poesía, produciendo en ella un efecto casi terapéutico.
Tanto Goliat como Isaías son relatos dramáticamente sangrientos que sugieren, en la obra de Wheatley, más que un deseo ciego por la guerra, la certeza de que no había una forma pacífica de resolver los conflictos sociales que los blancos crearon con la esclavitud. La visión iba más allá de simplemente emancipar las colonias de Inglaterra, porque, como Wheatley muy sardónicamente interroga en Sobre la muerte del General Wooster (1778), después de invocar la victoria para la causa americana,
Pero ¿cómo, presuntuosos, esperamos encontrar
Aceptación divina en la mente del Todopoderoso—
Mientras aún (¡Oh acto mezquino!) ellos humillan
Y mantienen en cautiverio a la inocente raza africana? (Wheatley 149-150, 27-32).
Lo interesante de esta pregunta y la respuesta que le sigue es que no es la voz de la poetisa negra que declara las injusticias internas en la causa americana, sino la del mismo General Wooster. Si esta declaración no convierte a Wheatley en abolicionista, no sé qué más podría: “Que reine la virtud—Y concédenos nuestras oraciones/ Que la victoria sea nuestra, y suya [de los africanos] la generosa libertad.”
La “guerra sutíl” de Wheatley no era sólo “contra la esclavitud” (O’Neale 157), sino contra sus propios demonios. Se puede argumentar, entonces, que Wheatley peleó por lo menos tres guerras simultáneas: una Guerra para validar su acercamiento al arte poético, especialmente sus nociones revolucionarias sobre la imaginación, que ella sabía había logrado (a pesar de, o probablemente debido a los críticos); una segunda guerra para afirmar un sentido de pertenencia e identidad (un dilema que hasta la fecha atormenta a los negros americanos), reconociendo los privilegios que ella disfrutaba en América, pero a la vez denunciando lo que ella sabía todos sabían era una abominación, la esclavitud; y una tercera y más íntima guerra para reconciliar su luto y su afiliación con sus mecenas y mentores intelectuales blancos (literatura blanca), para canalizar sus emociones reprimidas a través del arte, sin auto-destruirse o desterrarse.
Este triángulo conflictivo afligió a Wheatley y es probable que esas heridas nunca sanaran. ¿Qué mejor manera de drenar su rabia, resentimiento, y deseo de venganza que a través de la apropiación de la Biblia, un texto que ella sabía sus contemporáneos conocían bien, un texto lo suficientemente ambiguo para permitirle decir lo que quería y salirse con la suya.
La religión no domó a Phillis Wheatley; sólo le proporcionó medios para direccionar su ira. Su genio superaba los de su generación y, de hecho, creo que ya es tiempo de refrasear el comentario bumerán que hiciera Thomas Jefferson sobre Phillis, y con toda la autoridad que los estudios recientes en literatura norteamericana colonial han producido, deberíamos empezar a decir que la “religion, de hecho, ha producido” poetas, “pero no ha podido producir una” Phillis Wheatley.
Gracias por la visita
Obras Citadas o Consultadas
- Brooks, Joanna. American Lazarus. Religion and the Rise of African-American and Native American Literatures. Oxford U.P.: Oxford, 2003.
- Byles, Mather. Poems on Several Occasions. Columbia UP: New York, 1940.
- Jefferson, Thomas. Notes on the State of Virginia. The University of North Carolina Press: Chappel Hill, 1982.
- O’Neale, Sondra. “A Slave Subtle War: Phillis Wheatley’s Use of Biblical Myth and Symbol.” EAL 21.2 (1986): 144-65.
- Scheick, William J. “Subjection and Prophesy” College Literature 22.3 (1995): 122-29.
- Shields, John C. The American Aeneas. University of Tennessee Press: Knoxville, 2001
- ---. “Phillis Wheatley's Use of Classicism.” American Literature 52 (1980): 97-111.
- ---. “Phillis Wheatley and Mather Byles: A Study in Literary Relationship.” CLA 23.4 (1980): 377-90.
- Wheatley, Phillis. The Collected Works. Ed. John Shields. Oxford UP: Oxford, 1988.
@hlezama, tu agradeces la visita yo agradezco la exposición, muy buena, gracias.
Complacido por su comentario.
Nos seguimos leyendo (Su post de boleros no tiene desperdicio, by the way)
Esta parte cierra con alto nivel interpretativo tu trabajo sobre esta poeta pionera de la liberación de los negros estadounidenses. No deja de llamar la atención -como también lo sentí durante las entregas anteriores- la osadía y firmeza de esta mujer (haber enfrentado cuatro condiciones de marginación socioétnica la enaltecen: mujer, negra, pobre y esclava) que asume la poesía como la voz de su rebeldía. Gracias por compartir tu excelente investigación, @hlezama.
(Pendiente mi voto)
Muchas gracias, @josemalavem, por tu lectura siempre atenta y cordial. Pasarán unos años hasta que W. E. B. Du Bois popularice el término "doble conciencia" (double consciousness), pero, como lo has señalado, ya para esta fecha Wheatley dejaba ver que la cosa era más complicada aún cuando se incorporan otras variables como género o clase. Toda la literatura afroamericana que va a nacer a partir de 1780 va a estar en deuda con Wheatley. Irónicamente, el genero que va a poner a los negros en el foco de atención será las narrativas de esclavos (Slave Narratives) y la poesía va a pasar a un segundo plano. Sobre ese género estaré escribiendo los próximos posts.
Muy agradecido, @hlezama, por darnos a conocer este magnífico trabajo sobre la mujer (la poesía) liberadora y toda la fuerza transformadora que habita en la palabra. Quedo atento para seguir leyendo, Dios mediante, tus próximos ensayos enriquecedores. Fraternamente, te saludo.
Muchas gracias, @oacevedo, por la amable lectura. Muy complacido con las reacciones.