Por la casa de Matilda pasa un loco

in #spanish6 years ago (edited)
Amigos en Steemit:

Es un momento especial para mí.

Llegó mayo y, con este mes, la oportunidad de hacerme un buen regalo de cumpleaños.

En un mes de mayo me di, de regalo, la licencia para combatir el miedo a nadar, fue un excelente presente.
Hoy quiero darme, de regalo, algo semejante, el permiso para publicar, en esta plataforma, algunos textos de mi producción.
Voy a comenzar con un cuento escrito para mi nieta. Debo decir que los personajes son todos de la vida real.
También las imágenes que lo acompañan corresponden con la realidad. Fueron tomadas por mí con mi cámara Lumix, Panasonic, Modelo Nº DMC-FZ40, y trabajadas con los filtros de mi Samsung Galaxi Note II.

Guardaré el nombre del modelo que posó como el "Hombre del Saco", pero no es ese un secreto difícil de adivinar sabiendo que este cuento está dedicado a nuestra amada Matilda, a quien me provoca decir: "...ya que lejos de mí vas estar (...) te voy a contar un cuento...", Matilda.

Apreciaré mucho sus comentarios..

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[Fuente](Imagen propia)

Por la casa de Matilda pasa un loco

En una casa con balcones, frente al mar, en una calle muy larga, vive Matilda; ella pronto cumplirá siete años.

A Mati le gusta jugar en su balcón, admira los colores de las casas vecinas, se entretiene viendo el movimiento de las personas que pasan para un lado y otro. La niña detalla: algunas caminan lento, mirando a todos lados, hay otras apuradas, las que pasan sin mirar.

A veces la saludan por su nombre; le dicen, con gritos amables, cosas muy graciosas que la hacen reír; ella también, dulce, llama por su nombre a las personas que la saludan.

De entre los que caminan lento, Matilda espera pacientemente, por las tardes, a un señor muy viejito, un poco encorvado, de piel canela, siempre con una sonrisa en sus ojos chinos y brillantes, que la llama “Niña Señorita Matilda”. Cuando escucha la frase “Niña Señorita Matilda” se imagina a sí misma crecida, parecida a su mamá, caminando por una gran ciudad, con tacones azules y una cartera, amarrada con un lazo, donde guarda sus cosas más queridas.

Matilda siempre sueña despierta, largamente, después de que el señor viejito pasa. A veces, en su ensoñación, vuela a mundos de otros colores, siempre acompañada de su libro pequeñito, ilustrado con imágenes diminutas de animales de la tierra (criaturas de montaña, de llano, de campo y ciudad), del cielo (pájaros que vuelan alto y aves que vuelan bajo) y del agua (de ríos y mares). Con el libro siempre está su libreta de hojas blancas y un atado de lápices de colores. Además tiene un vaso plegable, un unicornio azul, confeccionado en punto, y un colgante de oro falso, que guarda en una cara la figura de un príncipe y en la otra la imagen de una pluma antigua.

Matilda tiene un amigo de su misma edad, Bruno. Ya que Matilda es hembra y habla con una voz clara y segura, Bruno imagina, porque ha escuchado que las mujeres saben mucho, que puede ayudarlo a entender algunos asuntos que le inquietan.

Una tarde, en el balcón de Matilda, mientras armaban un pueblo con tacos de madera (dividieron sus calles con rieles, en lugar de carreteras, y como vecinos pusieron todos los muñecos que lograron reunir entre ellos dos, muñecas de tela, barbies, teletubies, superhéroes, soldaditos y juguetes de piñatas) a Bruno se le ocurrió consultar a su amiga sobre un asunto muy importante:

─¿Sabes, Mati? dicen que por esta casa pasa un loco.

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[Fuente](Imagen propia)

Cuando la bella Machu escuchó a su inquieto amigo un aire frío se apoderó de su estómago. Como si recibiera relámpagos fotográficos en su cabeza, recordó a cada una de las personas que veía caminar por su calle, se preguntaba, con igual velocidad, cuál de ellas sería el loco del cual Bruno le hablaba.

¿Sería aquel señor de lentes grandes y redondos, que caminaba pegado a las paredes mirando hacia atrás constantemente?
¿O aquel hombre que parecía bailar mientras se desplazaba, saludando a todos los que encontraba?
¿Podría ser aquella persona que pasaba con una caja en la cabeza, de quien Mata no podía decir si era hombre o mujer por el tipo de vestido que traía?
¿No tenía algo extraño aquel hombre, delgado, que sonreía, dulcemente, como si escuchara hermosas canciones con un audífono invisible?

Nunca había hablado con ellos, ninguno la había saludado al pasar diciéndole cosas graciosas, pero Machi los reconocía en la distancia; desde la altura de su balcón los registraba en sus atuendos y gestos.
Le deleitaba observar y nombrar. Para cada uno de ellos había inventado un nombre. El mira-su-sombra, el bailarín-solo, el cargador-misterioso, o la cargadora-misteriosa, el-profesor-feliz... Pero había más; el pensamiento de Mapu no se detenía.
Le llegó la imagen nítida de un joven, con largos cabellos, que traía siempre en sus manos pelotas de goma y sobre su espalda un morral, de donde sobresalían cosas que ella había visto en el circo, cuando llegaban a la villa las caravanas con animales extraños, como algunos de los que aparecían en su libro. Pero, ese no podía ser el loco, dedujo Mata inmediatamente, un loco no podría agarrar en el aire tantas cosas, con tanta precisión y con un aire tan despreocupado y gentil. No, definitivamente ese no estaba loco, concluyó Machu.

Bruno la miraba a los ojos, atento, como si pudiera ver las imágenes que pasaban por la mente de su amiga, confiaba en que Mata, tarde o temprano, le daría una respuesta y esperaba pacientemente, mientras tanto, continuaba construyendo el vecindario. Muchas veces se habían puesto de acuerdo sin palabras.

─Ahora recuerdo algo. ─dijo Matata, de repente.
─Una vez vi, desde aquí, a un hombre cazando pajaritos, solo, en la laguna del aeropuerto, toda su ropa era marrón, tenía en sus manos un bonito madero y cargaba, sobre su hombro, un saco. ─continuó.
─¿Cómo era? ─preguntó Bruno.
─No podía verlo muy bien, porque estaba terminando la tarde y yo comencé a ver todas las figuras negras; era esa hora en la que el agua de la laguna se pone brillante, como si fuera de oro, o de plata.- Dijo Matata.

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[Fuente](Imagen propia)

Sin dar tiempo a la respuesta de Bruno, la consentida Matilda dijo para sí misma:
─Ahora pienso que necesito un largavista. ¡Le diré a mi papi que me compre un largavista!
Girando su cuerpo hacia el interior de la casa Mapu gritó:
─¡Papá, necesito un largavista!
No le llegó ninguna respuesta desde adentro, pero ella estaba segura de que su padre la había escuchado.
─¿Por qué piensas que ese es el loco? ─insistió, inteligentemente, Bruno.
─Porque se quedó, inmóvil, de repente, mirando como el sol se metía dentro del agua, en el mar, y así se mantuvo, un rato larguísimo, mientras pasaron todos los colores brillantes en las nubes. Luego, cuando el cielo se puso de un color suave, el hombre se sentó en una piedra a la orilla de la laguna y comenzó a sacar cosas del saco.

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[Fuente](Imagen propia)

Los ojos verdosos de Bruno seguían cada gesto de su amiga, como si quisiera sacarle las palabras de la boca, pero no la interrumpía.

Ella continuó conversando:
─Estaba ya muy oscuro, y él seguía sentado, yo no podía ni imaginarme qué sacaba del saco, pero a esa hora salen los mosquitos. ¿Porqué una persona va a sentarse, sola, a que la piquen los mosquitos? ¡Ese debe ser un loco! ─sentenció Machi.
─Yo recuerdo todo, Bruno, recuerdo los olores, los colores, los sonidos; papi ya había prendido las luces y comencé a oler a arroz, a plátanos y corocoros fritos; pero yo continuaba mirándolo… De pronto el hombre se levantó y comenzó a caminar; por un hueco cruzó la cerca del aeropuerto viejo y cuando llegó a la calle levantó la vista. Yo sentí que pudo verme a lo lejos, en ese momento pasaron los pericos.

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[Fuente](Imagen propia)

─El hombre, con su saco, comenzó a caminar hacia esta casa, yo lo seguí mirando porque quería que cruzara, yo pensaba, “que cruce, que cruce…” Pero no cruzó, sino que siguió caminando, lento, muy lento, derechito para acá.

Bruno dejó los carros que estaba ordenando en su caserío de juguetes y se sentó al lado de su amiga. Ya no la miraba directamente, ya no quería sacarle las palabras de la boca, la entonación de su amiga, su manera de contar, le habían producido miedo y no necesitaba escuchar más para suponer que Matilda estaba reviviendo temor. Así, Bruno se movió sin decir nada. Era una de las muchas veces que se habían puesto de acuerdo, acompañado, sin escuchar o pronunciar palabras precisas.

Hicieron un silencio muy corto, los niños necesitan la compañía de las voces, el silencio es para ellos casi un sinónimo de soledad.

Mati respiró profundo y comenzó a reír. Bruno sorprendido, contagiado de la risa, esbozó una sonrisa curiosa y tomó ánimos para preguntar.
─¿Y que pasó después?
─Pues, nada, yo sé que las personas que caminan lento pasan mirando para todas partes, ven todo, y yo no quería que me viera, me dio miedo. Dejé todo lo que tenía aquí y me metí corriendo para el cuarto de mi mamá. ─respondió Matata, riendo nerviosamente.

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[Fuente](Imagen propia)

─¡Muchacha! ─expresó su asombro Bruno.
Los dos amigos rieron juntos de la misma manera, su risa, en coro, era una mezcla de nerviosismo, alivio y diversión.

Adentro de la casa, los padres de Matilda escucharon la risa de los amigos, se miraron por un segundo sonriendo, satisfechos, recordando.

En el balcón, Bruno volvió a reunir todo lo que tuviera ruedas, y comenzó a distribuir los vehículos entre las casas de tacos de madera y los rieles que asemejaban vías; su semblante retomó la serenidad, siempre fue un niño tranquilo, nunca escandaloso.
Pasó un rato, mientras la niña colocaba pequeñas ramas secas sobre montoncitos de arena. Machi pensaba en hacer un pueblo con mucha vegetación, animales felices y personas ocupadas, cada una haciendo algo.

Un adulto que los observara en su empeño podría deducir, si tuviera inclinaciones filosóficas, que los dos niños deseaban construir un pueblo fértil, feliz.

─¿Tienes miedo de volver a ver al hombre del saco, Mati? ─preguntó, sin presión, Bruno.
─No, no, no tengo miedo; quiero volver a verlo, pero cuando sea grande. ─dijo, con seguridad, Matilda.
─¿Por qué? ─Volvió a asombrarse Bruno.
─Porque esa noche, cuando mami me contó mi cuento de buenas noches me narró una historia de otro planeta, que a mi me gusta mucho; en ese mundo, el cielo es, cada día, de un color diferente y las personas también. Cuando oí, esta vez, que había personas de colores diferentes, rojas, verdes, azules, marrones… yo recordé al Hombre del Saco.
─Porque cuando lo viste él estaba todo marrón... ¿verdad, Machu? ─interrumpió Bruno.
─Y porque se paró a ver el cielo de colores. ─respondió la niña.
─Entiendo, ¿Crees que el Hombre del Saco llegó aquí desde ese mundo del cuento? ─Bruno pensativo, se aventuró a conjeturar─: Entonces, el Hombre del saco podía haber estado recordando su mundo.

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[Fuente](Imagen propia)

─A mí me pasa que sueño con mundos de diferentes colores; ¿a ti también? ─apuntó Machi, por respuesta.
─No me pasa eso, pero imagino un mundo donde puedo hacer todo rápidamente, puedo darle la vuelta a todo el mundo, si quisiera, porque sé volar. ─respondió el niño.
Él es perspicaz, le gustan los números, las letras, las imágenes, se detiene a imaginar formas entre las nubes y también en las manchas de las paredes descascaradas. Esta vez habló sin esperar respuestas:
─Yo creo, entonces, que tú puedes ser amiga del Hombre del Saco. Ustedes se parecen.
En esta ocasión fue Mati la sorprendida.
-¿Por qué dices eso?
─No sé, me perece. ─dijo Bruno, misteriosamente.
Matilda lo miró a los ojos, divertida.
─Yo creo lo mismo, yo creo que el Hombre del Saco y yo podríamos ser buenos amigos. También me gustan los colores del cielo.
─Y siempre tienes en tu bolso muchas cosas, Mati. ─completó Bruno, riendo suavemente.
─Pero igual me daría miedo volverlo a ver caminando hacia mi casa.
Mapu rió, nerviosa otra vez, mientras respondía.
─Cuando sea mayor, conversaré con él, si lo encuentro…, debo recordar no tener miedo, pues ya seré adulta.

A Bruno se le ocurrió una idea.
─Pásame esa bolsita para regalos, por favor, Mati.

Matilda le pasó la bolsa, el niño desanudó la cinta que apretaba su extremo abierto, colocó adentro siete canicas de colores, un sacapuntas, un lápiz muy gastado, un papelito doblado en muchos pliegues, un trompo en miniatura, once monedas de países diferentes, tres pequeñísimos pájaros de plástico y una imagen de la vía láctea que llegó envolviendo un chocolate. Volvió a apretar la cinta. Todo cupo muy bien en el saco improvisado.

─Pásame, ahora, el Gi Joe. El será el Hombre del Saco en este pueblo. ─dijo el niño.
Fue sencillo colocar el saco en las manos y sobre los hombros del Gi Joe, porque era un muñeco hermosamente articulado. Lo difícil fue estabilizarlo para que el peso no lo tumbara hacia atrás.

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[Fuente](Imagen propia)

Pudieron sostenerlo y el Hombre del Saco quedó, con su cabeza inclinada, mirando hacia el mar de aquel pueblo imaginario.

Fin.

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Hello gracielaacevedo!

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quien podría pensar que el hombre del saco sería un yi ai joe, ,@gracielacevedo. Esas fotos intimidan.

Con imaginación todo se puede, @ramonochoa, Es un cuento para niños, para leer de día.
Hay dos fotos que me producen temor, esa del hombre del saco mirando de frente... uuu!

Un hermoso cuento, @gracielaacevedo; muy imaginativo y sensible, digno de una niña protagonista tan especial como Matilda, que armoniza muy bien con la ingenuidad de Bruno. La experimentación que hiciste con tus fotografías me parece muy interesante; consigues unos bellos efectos. Cariños.

Matilda estará de cumpleaños el catorce de este mes, es un regalo de cumpleaños para ella... Gracias por tu criterio, traté de captar el espíritu de esos dos niños. Agradecida, siempre, de tu lectura.

¡Qué hermoso cuento, mi profe bella! seguramente los que no tienen la dicha de conocer a Matilda, ya tienen una idea de lo maravillosa y hermosa que es. Un abrazo fuerte.

Recibo tu abrazo y, con mucho agradecimiento, tu comentario. Matilda es un personaje, da para muchos cuentos... Cariños.

¡Wowww, qué maravilla de cuento, @gracielaacevedo! Muy bien lograda la atmósfera que fluye en suspenso hasta el final.
Machu Pichu y Bruno (es lo máximo) son seres fantásticos y cautivadores tanto en la vida real como en la ficción.
Los efectos que lograste con las fotografías son portentosas, deliciosas texturas. Gracias por recrearnos esta historia recurrente de nuestra infancia. Mis reverencias para los personajes y para ti.

Muchas gracias por tus comentarios @oacevedo, me motivan a seguir intentando decir...te abrazo, largamente. Hoy encontré a alguien que me recordó el nombre de nuestro hombre del saco: Pachico, el loco. Utilizo tu respuesta para rendirme ante él, incógnito protagonista de eventos de la infancia.

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