La dictaminadora y el enajenado

Enajenación, aquella causada por los videojuegos. (2009). Alfredo Juárez Meza (Megoh) Grafitti urbano en Puebla. México.

Dictaminadora dos. Isabel II. Lectura de oficio, administrativa de la Suprema Corte de Justicia que hace un dictamen y el enajenado aborda. El enajenado también dictamina aunque bastante alejado de la autoridad de la ley suprema; mira, desde otra perspectiva, a la dictaminadora; y la lectura de oficio por momentos se le figura, principalmente, una válvula mecánica incontrolable. La perspectiva genital del enajenado adorna el proceso de dictamen. El enajenado, en juicio oral, hace comparecencia de lo que se ha dictaminado en jurisprudencia con una posición sádica depresiva. En comparación con Isabel, el enajenado no administra sino que instruye al propio juicio a que fluya, una instrucción que parece no ser efectiva. Así, la lectura de oficio, es en realidad una lectura oficial de un sofisticado mecanismo de control administrativo. Lo que se juega es el estelar de la construcción ejecutiva y administración. Aquí se deben hacer notar dos cosas: la primera que lo ejecutivo no es de ninguna manera un asunto administrativo –el enajenado ejecuta lo que la dictaminadora, instruye, se administre; segundo, el juicio es más flexible de lo que se piensa ya que va de lo oral a lo genital pasando por la analidad propia de la dictaminadora. A saber que, aunque ambos dictaminan, el enajenado carece de toda facultad represiva mientras que la dictaminadora es una anal retentiva: el enajenado labora, fuerza de trabajo institucional, bajo los principios del materialismo histórico mientras que la dictaminadora, aun siendo fuerza de trabajo, es también Estado, y represión. Así, el enajenado, lo es, por dos circunstancias: como fuerza laboral y valor agregado pero también como máquina pulsional y fálica que simbólicamente ha sido castrada. Al final, la lectura de oficio, dictamina: la máquina anal incontrolable y la máquina fálica castrada.