Si yo fuera una prostituta.

¿Qué sabes de la cantina del borracho y de mi olor a nicotina?

¿Te es sencillo criticar la poca fortuna que tuve y lo fácil que según la sociedad es mi vida?

No es así, lidiando a diario con alcohol y borrachos impertinentes queriendo tocarme de más, ofendiendo mi piel por el trabajo que tengo.

Si me acuesto y cobro por vender mis caricias, ¿cuál es el puto problema? si visto escotes y faldas por encima de la rodilla habla de mí la monja, la que se da de puritana, mientras que de la señora que teniendo todo en el hogar le es infiel a su marido nadie dice nada, se esconde detrás del estatus y la sociedad, sepa que no soy la responsable de su fracaso y que en muchos casos el viene a querer olvidarse de usted conmigo no tengo culpa del sin sabor de su hogar.

Entre profilácticos y citas pre pagadas con efectivo y adelantos por un producto vacío de amor, de caricias implementadas en un combo de tan solo algunos minutos se cierran tratos, se pactan reglas y sin besos se consuman entre cuatro paredes sentimientos vagos de moral y buenas costumbres.

Mientras tu pensamiento es la satisfacción personal el mío es tan solo terminar el acuerdo lo más pronto posible y seguir la rutina de mi jornada hasta que salga el sol y se cuente la recompensa, trasnochada y algunas veces ebria inhalo algún producto que me mantenga sobria, me despierte y me mantenga alerta hasta llegar a mi casa.

Dulce pesadilla que acaba por cuestiones de horas por que al atardecer volveré al infierno donde sonrió de hipocresía y solo soy cortes con el que me rodea. Ya no sé cuánto tiempo llevo en esto pero es la forma en la que mis hijas comen el pan de todos los días y es el secreto que le oculto a mis padres lejos de mi tierra, al visitar invento historias para que ellos contentos sonrían y me reciban sin saber las veces que lloro en el silencio y me escondo tras el traje de lentejuelas con el que bailo en las noches show tras show todos los días de la semana.