Todo comenzó una tarde en que me perdí mientras exploraba solo en el bosque tenebroso, donde cuentan las leyendas que habitaba el espíritu del dragón milenario, un ente que ha existido desde quizás antes que la creación universal misma, esta leyenda me atraía cada uno de mis sentidos, hacia vibrar (literalmente) cada fibra de mi ser y despertaba en mí la mayor de las curiosidades.

Quizás fue esa la razón por la que fui yo y no alguien más, yo no sentía miedo, yo deseaba ver lo que se escondía dentro del bosque, no por ambición, ni para fotografiarle, si no para satisfacer mi curiosidad, saber que es lo que producía ese reflejo nocturno dentro del bosque siempre que la luna estaba llena (cuando se supone que la magia es más fuerte) y justamente esa noche, estábamos con esa luna, llena y enorme en el cielo justo sobre mí.

Creo que nunca la había visto tan de cerca, casi sentía que si lanzaba una roca podría golpearle, y eso me hacía sentir aún más ganas de encontrar aquel mágico ente...

Luego de 3 horas de caminar sin rumbo alguno, ya cerca de la medianoche, sin poder evitarlo me perdí, y fue justo en ese momento que acepté que no sabía en donde estaba, y que la luna se encontraba en su punto más alto, que finalmente lo encontré, sentí que algo me tomó por el pie, lo que provocó mi caída por un alto risco, vi mi fin justo al fondo del risco, donde debí haber golpeado el suelo, pero... No caí, algo me sostuvo a pocos metros del suelo, no comprendía lo que pasaba, hasta que me di cuenta de que... ¡Me encontraba volando! Al mirar sobre mi lo pude entender era él, el dragón milenario, la leyenda era cierta, y acababa de salvar mi vida. Me llevó hasta lo que parecía ser su guarida, donde me bajó y me comentó su historia, o parte de ella, ya que los dragones suelen ser seres de gran misterio, yo solo prestaba atención a todo lo que él me contaba, después de todo, ¿que más podía hacer? Estaba asombrado con la imponente figura del gran dragón que tenía frente a mí, no podía mover un músculo, y no hizo falta, él ya sabía todo de mí, podía leer mi mente, y más que eso, también mi corazón.

Me contó el motivo por el cual me salvó la vida y me llevó hasta allí, había un peligro inminente al cual no podía enfrentarse, ya estaba llegando su final.

Siglos atrás un joven como yo, dio con su imponente guarida, se trataba de un cazador, este mediante una gema mágica robó esencia de su cuerpo, con la cual tras consumirla obtuvo los poderes de un dragón, esto desató un estrépito tan fuerte que hizo despertarle de su largo sueño y desencadenó un feroz combate, ya que el cazador además de tener ahora los mismos poderes que él, también conocía las debilidades de los dragones.

Fue una batalla legendaria, pero al final el vencedor fue el dragón, debido a que su experiencia en conjuros era mucho mayor (si, los dragones son seres de naturaleza mágica, por lo tanto pueden lanzar hechizos de forma natural), utilizó un sello mediante el cual encerró al cazador dentro de una dimensión alterna de donde no pudiese escapar, el cual debía fortalecer cada luna llena (y por esto es que en cada luna llena el bosque tenebroso se iluminaba con aquél reflejo nocturno).

Daipherus (el dragón) estaba por desaparecer del plano físico y entrar a la inmortalidad del plano espiritual, por esto cada vez sus poderes y su cuerpo se debilitaban más y más, a la vez que lo hacía el sello, y cuando este sea lo suficientemente débil, el cazador lo romperá escapando de la dimensión a la cual fue condenado por Daipherus, y esta vez, él no podría combatirle.

¿Por qué me contó todo esto?

Pues simple, necesitaba a alguien con un corazón puro y suficientemente valiente que pudiese hacerle frente al cazador, y leyendo mi mente, sabía que el indicado sería yo.

Gran sorpresa, ¿verdad?

Sin yo darle respuesta alguna fui bañado por su aliento mágico, el cual estaba inundado por su esencia, y me otorgó sus poderes para poderle hacer frente al peligro que se avecinaba, (admito que era un poco molesto que leyera mi mente e hiciera las cosas sin yo decirle si, o no, pero... ¿Que más podía yo hacer? No estaba en condiciones de hablar, aunque ciertamente, mi respuesta fuese sido que si, pero por favor, admítanlo, ¿quien no quisiera tener los poderes de un dragón?)

Justo al terminar de bañarme en su aliento mágico... Sucedió, ¡despertó en mí el poder del dragón!

Mis ojos cambiaron, y con ellos, mi vista se agudizó tanto como la de un dragón real, después de todo, ya lo era, o al menos en parte, era lo que se podría llamar un Hombre Dragón, mi piel se tornó escamosa, y de mi espalda salieron alas enormes y cada vez que respiraba mi aliento expulsaba fuego tan caliente como el del sol mismo.

Pero... Volvíamos al mismo punto, si el cazador no tenía experiencia suficiente para enfrentar a Daipherus, yo tampoco la tenía para enfrentar al cazador, así que con sus últimos días Daipherus se tomó a la tarea de entrenarme, me enseñó a volar y maniobrar, a disparar fuego y apuntar a luchar con mi nuevo y más resistente cuerpo, me enseñó algunos hechizos básicos pero necesarios para poder enfrentar al cazador, ya que si este ganase, desataría una ola de terror y caos en toda la ciudad, o más bien, en el mundo entero.

Por supuesto también le pedí que me enseñase a volver a mi forma humana, pues no podía ver así a mi familia ni amigos.

Un día tras salir de la universidad volví a la guarida donde acostumbraba ver a Daipherus para entrenar lo consigo tendido en el suelo, ya casi sin energía, estaba por desaparecer del plano físico y volverse un espíritu, pero antes de hacerlo me dice que debe hacer un último conjuro, y que al terminarlo su cuerpo desaparecería quemándose y volviéndose cenizas, por lo cual se despide no sin antes encargarme que siga entrenando.

Con sus ultimas fuerzas se levanta y va hasta el lugar del sello, donde inyecta sus últimas fuerzas para fortalecer el sello y así darme más tiempo para entrenar.

Tal y como lo dijo, su cuerpo mientras caía se incineró y desapareció en el espacio, pude ver su espíritu salir de él y mirarme con orgullo al ver lo fuerte que me he convertido, una mirada que me decía "Te encargo el futuro de esta tierra que mientras me fue posible, protegí con amor".

Esporas de luz se posaron sobre mi cuerpo, sentí como mi ser se fortalecía con cada una, su último regalo, su fuerza vital, lloré, pero sabía que de alguna forma, le volvería a ver. Desde ese momento pasé a ser llamado por el nombre con el nombre que Daipherus me bautizó, Draconel.

Dos semanas, ese fue el tiempo que pasó hasta que el sello se rompió, y yo, me sentí preparado para el combate que me esperaba.

Sucedió en una noche sin luna, el cielo nocturno se volvió rojo sangre y un sello se dibujó en las nubes de tormenta, sello del cual cayó un haz de luz en forma de rayo.

Yo sabía lo que era, e inmediatamente me transformé y volé hasta el lugar donde había ocurrido la aparición, y allí él me estaba esperando, podía sentir mi energía, razón por la cual se burlaba de mí, y de Daipherus, mi maestro, cosa que me enfureció y lo ataqué, pero fui fácilmente esquivado, me sentí por primera vez desde hacía mucho tiempo como un ser débil, opacado por la fuerza de mi rival, sentí que decepcionaba a mi maestro, cosa que él aprovechó para lanzarme el mismo conjuro de prisión dimensional que Daipherus usó contra él y me encerró, me sentí derrotado, no podía rendirme pero, ¿que más podía hacer? ¿cuantos siglos pasaría yo para salir de ahí? La dimensión de prisión era totalmente oscura, y sin saber que hacer comencé a meditar. Luego de unos instantes escuché una voz que me hablaba, ¡era él! ¡Daipherus! Mi maestro me estaba frente a mí, o al menos su espíritu, me dio palabras que me dieron fuerza y me enseñó un gran secreto, ¡me dijo como salir de ahí! Concentré mi fuerza interior tanto que mi propio cuerpo ardía en llamas, y simplemente... Desaparecí de ahí, volví rápidamente a la tierra, donde más fuerte que nunca me enfrenté nuevamente al cazador, pero esta vez no estaba solo, el espíritu de mi maestro estaba conmigo.

Lo ataqué, mucho más rápido que antes, ataque que igualmente esquivó, pero no me rendí e inmediatamente lancé un segundo ataque combinado con un ataque mágico, logré conectar esta vez de lleno el ataque y lo dejé tendido en el suelo, intenté nuevamente sellarle dentro de la prisión dimensional pero fue imposible, evadió el sello y casi me lo regresa, era definitivo, la batalla solo acabaría con la muerte de uno de los dos, y yo no estaba dispuesto a perder.

La batalla se prolongó durante horas, ambos estábamos ya casi sin energías, y nuevamente hago uno de los sellos que Daipherus me enseñó, el cazador se rió de mí, diciendo que sería inútil que lo intentase encerrar otra vez, a lo que le contesté "Este no es el sello de la prisión dimensional, ¡este es de invocación!" del sello salieron cientos de espíritus devastadores, los cuales se alimentan de la energía vital de los dragones, este conjuro me dijo mi maestro que debía hacerlo únicamente cuando ya me quedase sin energía, para que los devastadores fuesen detrás de él y me ignorasen a mí, por ello no lo había podido hacer antes.

Observé como estos robaban su esencia de dragón hasta la última gota, y justo al finalizar, el cazador se volvió piedra.

Así es como nuestro mundo pudo seguir su curso y volver a la normalidad, ignorantes de lo que de no ser por mi maestro, pudo haber sucedido...

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