La Geografía y sus Determinantes Filosóficas

      Habíamos dicho que en Humboldt, la “forma empírica, descriptiva y enciclopédica del estudio de los fenómenos”, no fue exactamente así, empírica, descriptiva, sino que, ciertamente, en él se dio la investigación causal de los fenómenos, incluso en este caso sí, en forma enciclopédica; ello había sido como una situación excepcional, dado el momento histórico en el que el conocimiento científico estaba naciendo en todas las ciencias y la investigación causal en cualquier campo e incluso en varios de ellos simultáneamente, era posible, dando lugar, a su vez, a ese conocimiento enciclopédico. Sin embargo, agregábamos que los geógrafos fenomenistas que identificaron los estudios de Humboldt con la geografía, nunca intentaron siquiera, ni en la primera mitad del siglo XIX, y mucho menos en la segunda mitad de este siglo, continuar su obra; y, decíamos, a excepción de su contemporáneo Carlos Ritter (1779-1859), que, este sí, compuso su extensa obra de “forma empírica, descriptiva y enciclopédica del estudio de los fenómenos”, pero, a diferencia de la investigación causal de Humboldt, Ritter lo hizo por los conocimientos tomados de los especialistas, y de ahí su trabajo definido literalmente como “forma empírica, descriptiva y enciclopédica del estudio de los fenómenos”.

      La autoridad intelectual e influencia de ambos fue enorme, y ello estuvo detrminado por un factor que irrumpió con mucha fuerza: el sistema filosófico positivista; el cual, negándose como filosofía, se asumía como el conocimiento científico único, y cuyo postulado fundamental era el de establecer que el único conocimiento válido, auténtico, era el conocimiento científico; postulado que atrajo poderosamente a los intelectuales de ese tiempo, sin reflexionarse del todo en lo que el concepto de “ciencia” significaba para el positivismo; esto es, que éste se refería al conocimiento de las kantianamnete llamadas “ciencias concretas”, es decir, de un conocimiento empírico idealista, en el cual los fundamentos teórico-filosóficos propios de la ciencia de la modernidad en la Ilustración (la objetividad, la causalidad, la lógica, la práctica histórico social), son identificados por su carácter abstracto por el positivismo, como metafísica, y son excluidos.

      La esencia del positivismo es, pues, el empirismo, fundamento del idealismo filosófico (1710) a partir de Berkeley (1685-1753), por el cual se entiende que el conocimiento tal cual lo obtenemos, deriva inmediatamente (sin deducción teórica) de la simple percepción. A esta característica esencial del positivismo se aunaron otras más por extensión del empirismo, tales como el considerar que el conocimiento es, por lo mismo, esencialmente descriptivo, y así, un conocimiento positivista científico lo será tanto más, cuanto mayor sea el detalle de esa descripción; por lo que de ello deviene, a su vez, la característica del enciclopedismo, entendido como el método científico en el positivismo.

      Estas tres propiedades esenciales del positivismo estuvieron a la medida del pensamiento geográfico fenomenista (del culto a los fenómenos), que encontró en Humboldt y Ritter su mejor expresión. Ello definió con toda claridad esta manera de pensar la geografía como una geografía del empirismo idealista filosófico (el subjetivismo), o fenomenología (la “intencionalidad de la concencia”), que resultaba por oposición a la geografía de la época moderna renacentista y de la ilustración, cuyos fundamentos filosóficos, por su parte, estuvieron en la comprensión de la ciencia como el conocimiento verdadero dado por la objetividad, la causalidad, la lógica hipotético-deductiva, la comprobación en la experimentación y la práctica social, y en la capacidad de la previsión científica con todos los procedimientos analíticos, no sólo analógicos o de comparación descriptiva, sino de medición, registro, y modelación matemática, como de partir de las leyes y teorías dadas; todo lo cual, en los fundamentos de los sistemas filosóficos del empirismo materialista filosófico (el objetivismo), o materialismo mecanicista (del reflejo objetivo de la realidad objetiva como algo ya acabado), y ya al final del siglo XVIII, de la dialéctica.

      Dichos fundamentos filosóficos no sólo tienen implicaciones en el hacer del conocimiento, sino en implicaciones de carácter social. Y así como el aristotelismo determinó en el pensamiento geográfico espacista de Eratóstenes y su posición a favor de la democracia esclavista; el estoicismo determinó en el pensamiento geográfico fenomenista de Estrabón y su posición dentro del esclavismo imperial. Ello ocurrió a su vez con las determinaciones del neoplatonismo en el pensamiento geográfico subjetivista místico de Cosmas Indicopleustes como monje nestoriano y del régimen teocrático feudal medieval, o del realismo medieval de Ibn Khaldun en su geografía fenomenista de la teocracia en la Alta Edad Media.

      Del mismo modo determinó, pues, el empirismo materialista en las posiciones renacentistas y de la ilustración de los geógrafos espacistas (cartógrafos y cosmógrafos) de esta época, a favor del capitalismo naciente y su burguesía democrática y progresista; como por las determinaciones del empirismo idealista se dieron las posiciones de los geógrafos fenomenistas (naturalistas e historiadores) ya propios del siglo XIX, a favor estos de la burguesía conservadora monárquica imperial. Y, de igual manera, como veremos, se han dado esas determinaciones en el pensar de nuestra geografía contemporánea.