1917 (Película): el tercer soldado
Durante la pasada temporada de premios, una de las películas que más dio de que hablar fue 1917 del Director Sam Mendes. De hecho, hasta la entrega de los Oscars era la principal candidata a llevarse los principales galardones porque ya había obtenido los Globos de Oro a Mejor película drama y Mejor director; y 7 BAFTA, incluyendo Mejor película, Director y Film británico; pero de las 10 nominaciones para los premios de la Academia, sólo obtuvo tres categorías técnicas: Mejor fotografía, Sonido y Efectos visuales.
1917, un título que afortunadamente fue preservado en las traducciones hispanas (hay que agradecer que no lo hayan traducido a cosas como El último hombre o algo así), cuenta una historia ambientada en la Primera Guerra Mundial: al soldado británico Blake (Dean-Charles Chapman, el Tommen adolescente de Game of Thrones) le encomiendan una misión aparentemente imposible, o al menos suicida, y le piden que escoja a un compañero. El elegido es el soldado Schofield (George MacKay); vale la pena destacar que lo escoge antes de saber qué tarea le va a ser encomendada y lo hace por amistad y camaradería. ¿Y cuál es la misión? Atravesar el territorio enemigo y entregar un mensaje a sus semejantes, quienes ignoran dirigirse directamente a una trampa puesta por los alemanes. La mortífera emboscada, además, está prevista para... el día siguiente.
Para agregarle un toque más de drama a la historia, resulta que en el batallón que va a ser emboscado se encuentra el propio hermano de Blake... y esa es toda la historia. El resto de lo que podría contarse son agregados, particularidades que no modifican la esencia del guión. A mi parecer, la sencillez de la historia es un arma de doble filo: si bien la hace fácil de seguir y recordar, creo que demasiada sencillez puede degenerar en simpleza; lo que habría sido indudablemente el destino de esta cinta, si su fotógrafo, el talentosísimo Roger Deakins no hubiera salido con una genialidad: la falsa toma continua y la ruptura de la cuarta pared.
Los que no conocen a Deakins se sorprenderán al revisar su filmografía, que incluye The Shawshank Redemption, Fargo, A beautiful mind, Blade Runner 2049 (por la que obtuvo su primer Oscar) y The Big Lebowski, entre muchas otras. De allí que la experiencia, unida al talento, se haya notado en la filmación de 1917. Muchos recordarán el videoclip Yellow de la banda británica Coldplay, el cual fue grabado en una única toma continua. Pero se trata de un video musical de cuatro minutos, ¿cómo lograrlo en una película de dos horas? Algunos recordarán que la toma continua fue empleada en la filmación de Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance) de Alejandro González Iñárritu. Lo primero es lo básico del recurso: la cámara tiene que moverse. A medida que los personajes caminan, corren, o se detienen, el lente tiene que hacer lo mismo porque la continuidad es movimiento. Ahora bien, el movimiento puede filmarse desde un costado, desde el frente (delante de los personajes) o desde la parte posterior (la espalda de los personajes). ¿Qué hizo Deakins? combinó las tres ópticas (sobre todo las dos últimas), realizando inteligentes cambios de ángulo que no interrumpían la continuidad de la toma. Por ejemplo, al cruzar un umbral, el lente que filmaba el frente de los soldados, les da paso y los sigue desde sus espaldas. Con estos juegos, el director de fotografía consigue además un segundo efecto, acaso más importante: la anulación de la cuarta pared.
La cuarta pared es, en pocas palabras, esa pared invisible imaginaria que separa la vida de los personajes con cualquier espectador, ya sea en un teatro, la televisión, o el cine. El escenario es percibido como una caja, frente a la cual nos sentamos los espectadores. Cineastas vanguardistas han roto esta cuarta pared, haciendo que los personajes hablen con los espectadores (algunos relatos y guiones de Woody Allen son un buen ejemplo de ello), pero normalmente se trata de una intervención de adentro hacia afuera (valga como divertido ejemplo La rosa púrpura de El Cairo de Woody Allen, en la que un personaje sale de la gran pantalla hacia el mundo real). Deakins consigue el efecto inverso: al usar la toma continua y el cambio de ángulo, el espectador, atrapado por el juego visual, se introduce en la trama y se siente parte de ella. Es quien camina delante y detrás de ellos, quien se detiene cuando uno se sienta, quien contempla la espalda de sus compañeros ante la oscuridad que se avecina. Es decir, el espectador se convierte en el tercer soldado.
Normalmente suelo ser más general en mis reseñas y abarcar diferentes aspectos de las producciones cinematográficas, pero en este caso, la fotografía de Deakins es lo que eleva a 1917 de la condición de película buena a cinta extraordinaria, al menos en lo fílmico-técnico. Las actuaciones son buenas, así como el guión y la sencilla trama, pero a mi entender, no sería nada memorable sin esa continuidad de escenas y esa ruptura de la cuarta pared. A su fotografía le doy un lógico 10/10 pero a la película, en general, un 7/10 y recomiendo verla sobre todo a estudiantes de artes visuales o personas que se fijen en ese tipo de detalles y que disfruten del cine, más allá de la historia que se cuenta.
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Es una muy buena película de guerra, que como bien dices, introduce de una manera magistral al espectador y lo hace partícipe de un modo total en la historia, muy buenas las actuaciones aunque breves de otros grandes actores, abrazos.
Sí, es cierto, participan grandes actores en papeles pequeños. Vale la pena verlos. Saludos.