Cuentos ilustrados: La violinista (Cuento erótico) parte 1

Hoy será un día genial, pues por fin compartiré esta historia que se me ocurrió a raíz de un dibujo que yo misma hice y que será la portada de este cuento. Es la primera vez que escribo un cuento de esta índole, así que no sé qué tan bien o mal me ha salido. Tampoco sé cuántas partes tendrá al final, pero si puedo adelantar que está largo jeje.

Espero disfruten de esta primera parte :)

La Violinista

as olas de más de diez metros arremetían contra las rocas de la Isla Negra. El estruendo de los rayos no conseguía apagar los gritos de los hombres llenos de pánico que veían cómo el bastante dañado barco que los llevaba a su muerte se debatía inútilmente entre las olas, era solo cuestión de tiempo antes de que el barco se hundiera. Tal vez morir ahogado era mejor que una vida horrible en aquella isla de exiliados.

Sujeta a las barandas de la galera, en proa, la única mujer de la embarcación luchaba para no caer al mar. Era muy joven, pero eso no la salvó de haber sido enviada con los demás a la Isla Negra. Desde que Lord Eranor subió al poder, las personas no conocieron justicia alguna. A su orden, todos los artistas, sobretodo los músicos, debían ser perseguidos y exiliados, eliminados, ya que el arte y la música, consideradas actividades de distracción, solo contaminaban la moral de los hombres.

Todos los músicos y artistas fueron perseguidos y enviados a las galeras a realizar trabajos forzados, sus instrumentos destruidos, sus posesiones arrebatadas, condenados a no volver a ver nunca más a sus familias.

Y por eso ahí se encontraba Clara. Porque como su padre, era una violinista de gran talento. Ambos fueron exiliados y enviados a la Isla Negra sin miramientos. Y ahora se debatían entre la vida y la muerte.

De pronto, una ola barrió la cubierta, lanzando a la chica hacia las negras aguas.

La pluma rasgaba el papel, dejando un trazo de tinta negra mientras el comandante en jefe escribía en su archivo la lista de desaparecidos y sobrevivientes de la tragedia del barco hundido.

Odiaba este lugar, había sido enviado por el usurpador porque no era conveniente para el régimen. Ya bastante suerte tenía de que no le hubiesen matado, por ahora. La tormenta arreciaba dando golpes sordos a las ventanas, que vibraban.

Clara Schweiser. Desaparecida. Si pensaba que al menos las mujeres serían respetadas, estaba equivocado. Clara Schweiser. La hija del famoso violinista. La había visto tocar una vez en una fiesta. No debía tener mas de 18 años. Y ni rastro de ella entre los escombros del navío. Clara Schweiser. Se había acercado a ella después de la función para felicitarla, con la esperanza de pasar un rato con ella. Casi una niña, que se había quedado incrustada en su cabeza hasta que le dieron la noticia de su transferencia a la prisión de la Isla Negra. Y entonces no salía de sus pensamientos ni un solo instante. Y ahora se la habían tragado las aguas.

De pronto, se sintió sofocado. Necesitaba salir a tomar aire. No importa que fuese ya de madrugada, y que la tormenta no amainase. Por alguna razón, una fuerza extraña lo impulsó a salir de su habitación, ponerse la capucha y salir hacia el arrecife.

Emmett Garlet no era precisamente un tío a quien le asustasen las tormentas. De hecho, le fascinaba observar la lucha entre los elementos, la locura desencadenada. Debía tener más o menos 30 años, era muy fuerte, sus años como militar lo habían vuelto muy resistente. Había vivido muchas cosas, ganado muchos méritos y escalado en la jerarquía militar con sorprendente rapidez. Hasta que Lord Eranor decidió que daría mejor servicio en la Isla Negra, donde no podría dirigir ningún movimiento de revuelta. Pensando en cuánto odiaba a ese Lord, se dirigió al oeste de la isla, paseando por las rocas cerca de las cuales el barco lleno de prisioneros había encallado. Abrumado por los acontecimientos, decidió caminar alejándose del lugar del siniestro. Luego de andar unos 20 minutos, Se detuvo sobre una roca y se quedo ahí plantado, observando la lucha entre las olas y el viento. Su espíritu se parecía mucho a esa tormenta. "/>