Todos los días escuchaba su voz, al otro lado de la pared que les separaba, ésta arrullaba sus noches y por las mañanas la hacía despertar con una sonrisa. Era mágico, de una manera armoniosa, y no entendía porqué pero sentía que su música le llenaba el alma.

Se podía sentar en la ventana a escucharlo por las tardes, y una que otra vez sentía que esa voz era familiar, aunque nunca antes la había escuchado.

Desde que se mudó a ese edificio, cuando su vida estaba dando un cambio completo; ya no viviría con sus padres, se había graduado de la universidad y obtenido un trabajo grandioso, ahora estaría sola en una ciudad nueva. Lo vio aquel día por primera vez, mientras luchaba con la última caja de su mudanza.

Él se ofreció a ayudarla y sonrió, por error sus manos rozaron en el traspaso de la caja, y ella sintió cómo inexplicablemente su corazón latía emocionado. No lo entendía, ¿Qué había sido eso?

Ese día lo ignoró, pero regularmente empezaron a encontrarse en el pasillo y cada vez que le veía volvía a sentirse nerviosa.

Creyó por un momento que era simple admiración, ese muchacho de al lado no podía ser tan importante. Apenas lo conocía, mediaban un par de palabras cuando coincidían y se sonreían, no había nada especial ahí.

Pero en ocasiones, sentía que sus almas estaban conectadas.

La primera noche que lo soñó, despertó asustada sentándose en la cama. Había sido horrible. Era como otra vida, de una época muy antigua, pudo darse cuenta al observar a su alrededor que se hallaba en el antiguo Egipto.

Iba caminando en fila tras un grupo de muchachas hermosas, todas vestidas pintorescamente, maquilladas con ese estilo característico y criadas con el objetivo de llamar la atención de algún hombre poderoso. Se topó con él mientras recorría los jardines del palacio, era uno de los esclavos que trabajaba en aquellas famosas pirámides. El encuentro de sus ojos fue un click automático y en menos de lo que esperó ya se citaban a escondidas a las afueras de la ciudad.

Lamentablemente, no todo podía ser perfecto, ella había sido escogida para casarse con el hijo menor del Faraón. Y no habría espacio para errores en su nueva vida.

—Prometo que volveré a ti —susurró el joven, sonriendo con tristeza antes de que el guardia lo empujara hacia afuera de la tienda.

— ¡No, por favor! —Suplicaba la chica, mirando cómo lo tomaban a la fuerza y hacían arrodillar ante el que sería su esposo—. Kai, te lo pido, dejalo en paz. No nos volveremos a ver.

Pero aquellas palabras no fueron suficientes para impedir la tragedia. Ella pudo ver a su amado morir apuñalado por el cruel hijo del Faraón, y mientras el suceso detenía momentáneamente su corazón, pudo observar con claridad que su vida también había acabado esa noche.

Tuvo que sostener su pecho y respirar con calma, eso se había sentido muy real. Cuando logró relajarse un poco, pudo percatarse de que cierta voz que le encantaba entonaba una canción preciosa en el departamento de al lado.

Sonrió con nostalgia, volviendo a dormir luego de aquella pesadilla.

Los días iban pasando, después de ese sueño precedieron otros. A veces noches seguidas y en otras ocasiones pasaba una semana sin soñar algo así.

Al principio le pareció extraño, una historia diferente cada noche, en otros cuerpos, algunas con finales tristes y otras, en su mayoría, con bonitos finales, pero siempre despertaba con el corazón acelerado. ¿Quizás era buena idea ir con un psicólogo?

Además, estaba ese nerviosismo que nacía en ella cuando coincidía en el camino con su vecino. Ese chico causaba una sensación que no lograba entender aún, hasta había llegado a creer que podía ser un miedo intuitivo porque quizás era peligroso. Pero después lo escuchaba, desde su ventana, y jamás alguien que transmitía tanta dulzura podría ser malvado.

Una noche soñó que estaba en algún pueblo olvidado de Irlanda, vio a unas señoras que chuchicheaban entre ellas y luego la observaron desprecio. Conforme se acercaba a la plaza, esas miradas pesadas se hacían más presentes.

— ¡Es una bruja! —gritó alguien entre la multitud.

— ¡Que la quemen!

Una voz femenina que provenía de su lado había exclamado aquello, no entendía lo que sucedía y de un momento a otro se encontraba rodeada. Intentó huir, pero era muy tarde, ya la habían atrapado.

Mientras gritaba y era arrastrada hacia el centro de la plaza, donde iban a atarla a su desgraciado destino, sus ojos lo encontraron.

Nuevamente, en otra época, se conseguían. Justo antes de morir podía verlo.

— ¡Te buscaré! —Tales palabras del joven hicieron revolotear su corazón. Entre la multitud intentaba alcanzarla.

Él se había acercado y extendía una mano hacia ella, sus ojos tristes la despedían con ternura.

— ¡En cualquier vida, a donde estés! —Con voz ya quebrada, no dejaba de mirarla fijamente, incluso cuando las llamas se encendieron— ¡Siempre voy a buscarte!

Despertó sudando, abrazandose a sí misma mientras intentaba calmar la agitación en su respiración. Eso había sido más intenso, incluso podría jurar que sintió cómo su piel ardía.

Ya estaba preocupándose mucho, despertaba en la madrugada y no podía volver a dormir. Además, hace días que no veía ni escuchaba cantar al chico de al lado, y algo en su mente le decía que quizás dicha ausencia había provocado todo aquello.

Sentía que necesitaba verlo.

Caminaba lento, aunque quería llegar rápido hasta la puerta del balcón, sus pasos parecían contarse con paciencia. Así que cuando logró cruzar la gran puerta de vidrio que dejaba ver un panorama exótico e increíble, una sonrisa escapó de sus labios.

Estaba allí, su fiel compañero de vidas, sentado observando cómo las olas bailaban al son de la brisa fresca. Se acercó y le entregó una taza de café, para luego sentarse a su lado, como siempre.

—Esta vez ha sido una vida maravillosa —Él tomó su mano llena de arrugas, apretandola con cuidado y dedicandole una sonrisa.

Ella imitó su gesto, pensando todo lo que habían pasado en esa ocasión. Hijos, mascotas, nietos, tuvieron todo lo que en otras veces habían solo planeado y no podían estar más agradecidos, ansiaban volver a tener una vida como esa.

Esta vez no despertó asustada, al contrario, una sonrisa se dibujaba en su rostro. Sin embargo, quiso tomar un poco de aire y su mejor opción era abrir la ventana.

De repente, lo escuchó, su voz era baja pero aún así audible para ella. Se recostó de la baranda para oirle mejor, y estaba quedándose dormida, hasta que escuchó algo que aceleró su corazón.

—He tenido sueños desde que te vi la primera vez —comenzó diciendo con suavidad—. Sé que eres tú, todas las veces que la veo sé que eres tú. Tuve que evitarte unos días para comprobarlo.

Hubo un momento de silencio, en el que estuvieron ordenando sus pensamientos. Principalmente ella, que no había dicho nada aún.

—Tu me inquietas de una forma que no comprendo —Se atrevió a hablar la chica, sus ventanas parecían acercarse cada vez más, aunque eso era imposible.

—Creo que era de esperarse —sonó algo más serio, pero luego de soltar una carcajada agregó—. Después de tantas vidas ya debías querer huir de mí.

Eso hizo que la muchacha comenzara a reírse también, era increíble, casi imposible. Pero sucedió y ahora se encontraban ahí, hablando a las tres de la mañana sobre algo que parecía una locura.

Se volvían a encontrar, en una nueva vida, época y lugar. Tal vez por casualidad o no, pero definitivamente los hilos de sus destinos, sus almas, habían sido creadas para entrelazarse.

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La imagen es de nuestra autoria, ha sido creada específicamente para este relato.

Desde este lado del mundo, se despide con cariño @cafeconleche.

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