¿Cuántas veces has sentido que la calma esta desahuciada?

¡Yo, millones!

No, no soy escritora, pero desearía instruirme. Cometo errores graves que merecen mi ejecución como escarmiento; ¡esto si la ortografía me juzgará públicamente claro!

Al grano... Llevo días observando la ciudad, y la noto tan distinta, su fisonomía ahora es anónima. Las personas van y vienen como horda de muertos que se incorporan poco a poco en las estaciones del metro; hasta volverse un borbollón pesado de esqueletos,

Hoy en la parada, permanecí absorta contemplando el bullicio del gentío que competía por algún espacio en los vagones del transporte, imaginé hallarme frente al mar sentada en la arena, alucinando que todos fuesen peces saltando del agua, esperando resignados la redecilla del pescador, sonreí irónicamente y lo entendí. Yo seguía en este universo de locos y debía subsistir como una loca especie no arrebatada por el resuello de la naturaleza. Sin embargo, tenía que escapar, estaba decidida, me faltaba el aliento y el espíritu ya se encontraba fastidiado.
La ciudad no era más que un laberinto invadido de musgo, y yo el animalito asustado, perdido en busca de una salida.

Comencé a sentirme mareada, y mis posibles opciones de escape daban vueltas como un vertiginoso trompo. La ciudad estaba agitada, terriblemente agitada, para mi presencia se volvió malo, era la gotera que atormentaba el resquebrajado cántaro.

Aquella mitad que oculto en lo más oscuro de mi esencia estaba despertando y mansamente se desprendía de mi organismo doblado. ¿Era mi conciencia o posiblemente mi sombra que hacía murmullo, mientras terminaba de abandonarme? ¿O era mi voluntad que gritaba pidiendo auxilio? ¡No lo sé!.

En un abrir y cerrar de ojos, estaba remotamente tan alta de la jodida y escandalosa ciudad. Me había transmutado en un nubarrón cargado de tempestad, dispuesta a abatir encima de esos puntitos distorsionado que me hicieron enfurecer. ¡Acabaré con todo! Exclamé, soltando una risotada desesperada entre lágrimas producidas por la ira.

Pero, cuando estaba ya por descargar y renacer el caos, mis ojos húmedos y pastoso como el fango se clavaban a la tierra en mi flojo cuerpo indefenso, quizá esperando órdenes de mi cerebro. Vire y del mismo modo vi seres queridos que con sólo coexistir calmaban la borrasca que sacudía mi torso, durante un intervalo sentí que mis sienes se abrían como las alas de los aviones de papel que hace mi querido y pequeño gigante D.D. Creo que experimentaba de nuevo la tranquilidad.

No, yo no volaba ¿cómo podría ser factible? ¡En mi dorso no habitaban alas! Mis zapatos no estaban bañado de polvos de estrellas, yo flotaba y pausadamente fui descendiendo como una pluma que libera un pajarito cuando hace su rutina de vuelo. Entonces volví y penetre con una apacibilidad absoluta en mi carapacho, tranquila y oscilante estremecí mi desanimado día.

Debemos continuar dije...