Saludos #steemados amigos y amigas:

Hoy les entrego un #cuento inspirado en una anécdota de mi buena amiga Aracelis, a quien se lo dedico.

La librería

Por: Arturo Pérez Arteaga :.

Amar la lectura era para ella una bendición, al menos eso pensaba su madre que lo comentaba con todo el que la quisiera escuchar, haciendo énfasis en que lo había heredado de ella, porque del borracho inculto de su marido, eso jamás.

Sin embargo, su extrema pobreza la limitaba al intentar cumplir su gusto cuando quería leer un libro cualquiera, toda vez que el precio siempre le era impagable. 

Debía conformarse con prestarlos en la mal dotada biblioteca pública de la ciudad, para esto dependía de su buena suerte. En casos menos frecuentes lograba que algún mecenas, por nombrarlo de alguna manera, le prestara un ejemplar porque todos conocemos el dicho de como se le llama a quien se atreve a prestar un libro. 

Se sintió muy afortunada al mudarse a ese modesto apartamento sobre la famosa librería “El Faro de Alejandría”. Pese a que el sitio era pequeño, mal distribuido y emitía un olor a azufre cuyo origen le fue imposible de detectar y por supuesto eliminar, le pareció que su posición era privilegiada y por nada del mundo dejaría pasar la oportunidad de arrendarlo.

La razón era sencilla, diariamente entraba al establecimiento como cualquier comprador, se acercaba a sus queridos libros y los leía fraccionados en el lapso que disponía antes de que algún empleado le ofreciera ayuda.

Este hábito la acompañó por tanto tiempo que con el paso de los años, el negocio comenzó a perder su nombre original porque todo el mundo lo conocía como: “La librería de la loca escurridiza”, apodo que hacía referencia a la señora que en muchas ocasiones había sido descubierta leyendo los libros y que salía despavorida cuando se le acercaba alguien, fuese empleado o no.

La fama alcanzada fue tal que muchas personas visitaron la venta de libros sólo para satisfacer la curiosidad de conocer a la fulana loca y los más perversos esperaban a que se detuviera para aproximarse y hacerla huir velozmente.

Ya hace algunos años que nuestra amiga dejó este plano terrenal, sin embargo hay quienes afirman que cuando caminan por los pasillos vacíos de la librería, se pueden escuchar las pisadas de alguien que se aleja corriendo.

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  Fuente de la imagen 1                                Fuente de la imagen 2 

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