Los Últimos Días de Europa - Iris
Los Últimos Días de Europa
Iris
―¿Cómo te siente Iris? ―Luisa posó su mano sobre la frente de su amiga ―. Creo que ya no tienes fiebre.
―Estaré bien, no es necesario que te quedes aquí ―dijo Iris incorporándose en la cama, apoyada en sus antebrazos ―. Ve con Marcos y los niños, no los debes dejar solos por tanto tiempo.
Dos días atrás, durante la intervención del ejercito en una manifestación, en uno de los bulevares del sector comercial, en medio del tumulto, su hijo de quince años, junto a su novia habían muerto, pisoteados por la multitud que huía en estampida, escapando de los gases y los bastones eléctricos.
Los chicos, acababan de salir del instituto y caminaban de regreso a la habitación de la familia de la joven. Leonel era su nombre, era su único hijo, tal como establecían las normas de las colonias, cada pareja sólo podía tener un hijo, como mecanismo para regular el crecimiento poblacional.
Esta era la segunda gran pérdida de la vida de Iris, hace dieciséis años aun embarazada de Leonel, había tenido que dejar su vida en Marte y a su esposo junto con ella; Raúl quien fuera su esposo, había quedado en el grupo de personas que fueron abandonadas en el planeta, aunque como se le había dicho a los refugiados, ella creía que había perecido, debido a la descompresión repentina de la colonia, durante el proceso de evacuación.
Ahora Iris estaba sola en Europa, sólo unos pocos amigos la habían acompañado en el proceso de retirar el cuerpo de su hijo y disponer de él, según los procedimientos regulares de las colonias; desde el éxodo humano de la Tierra, hasta el mínimo recurso debía ser aprovechado, así que los cadáveres eran reciclados, para, en primer lugar aprovechar sus órganos, luego el agua contenida en sus tejidos y finalmente el resto era usado como materia prima en diferentes procesos industriales.
―Iris, ¿por qué no nos vamos a Titán? ―dijo Luisa, tomando la mano de Iris ―. Marcos y yo lo hemos hablado, en dos semanas una nave de carga llegará desde la Tierra con rumbo allá, y el capitán es un antiguo alumno de Marcos, le ofreció que podía llevarnos a los cuatro, creo que si Marcos se lo pide puede hacerte un lugar a ti también.
―Y, ¿qué voy a hacer yo en Titán?, allá no hay nada para mi ―respondió Iris, enjugándose las lagrimas que empezaron a brotar de sus ojos.
―Marcos tiene conocidos viviendo allá, que nos alojarán durante un tiempo, mientras encontramos donde quedarnos ―dijo Luisa ―después ya veremos donde quedarnos, iniciaremos de nuevo, lejos de toda esta locura.
―Lo pensaré, ahora ve con Marcos y los niños, voy a quedarme aquí a dormir, quisiera estar sola por un tiempo ―respondió.
Luisa se marchó dejando a Iris recostada en la pequeña cama del cuarto que compartía con su hijo, en una habitación donde vivían otras tres familias. Dos semanas después, en el puerto del ascensor de carga que conducía al espacio puerto sobre el casquete helado de Europa, Luisa recibió un llamado en su comunicador personal, en el que Iris, quien había quedado de encontrarse con ellos allí para emprender juntos el viaje, en un mensaje de video, les deseaba que fueran felices y que se forjaran una nueva vida en Titán, ella se quedaría en Europa.
Luisa tras intentar llamar varias veces a Iris, sin recibir respuesta, abordó el ascensor que la conduciría a la superficie y de ahí al inicio de su viaje de cuatro meses a Titán.
Al tiempo que Luisa abordaba la nave que la llevaría a Titán, Iris, caminaba sin rumbo por los pasillos del sector comercial 34, donde una revuelta de bandas de agitadores era contenida por el ejército, Iris caminó indiferente entre los revoltosos que prendieron fuego a un contenedor de material para reciclado y lo empujaron en dirección de los militares con dos bidones de combustible, medio llenos y cerrados herméticamente, atados a los lados.
Iris vio el contenedor pasar frente a ella cruzándose en su camino, lo siguió con la vista, parada en medio de los bandos en pugna, separados sólo por unos diez metros de calzada, mientras botellas congeladas, pedazos de metal arrancados de enrejados, trozos de ladrillos y concreto, granadas de gas y bombas destellantes, volaban de un lado al otro sobre su cabeza.
El contenedor llegó al lado donde los militares estaban ubicados y fue cuando el fuego alcanzó los gases contenidos en su interior, haciéndolos estallar, dispersando el combustible encendido, que cayó sobre varios de los militares que estaban en la primera fila de la agrupación pendiendo fuego a sus uniformes. En medio del caos, los restantes militares corrieron a embestir a lo revoltosos, mientras algunos socorrían a los que estaban en llamas.
Con todo el alboroto un bolso negro cayó a los pies de Iris, que indiferente permanecía de pie en medio de la refriega-se inclinó a recogerlo y entre abierto vio su contenido, lo tomó, pasó el cinto sobre su hombro y siguió caminando, sin prestar atención a la batalla que se desarrollaba a su alrededor.
Texto de @amart29 Barcelona, Venezuela, octubre de 2019
Otros relatos de la serie Las Tres Colonia
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Espero que haya sido de su agrado, estoy atento a sus observaciones y comentarios.
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