La Cueva – Parte 4.

in #spanish5 years ago (edited)


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La Cueva – Parte 4.

―Lionel siento dificultad para respirar ―dijo Enmanuel, hablando agitadamente.

―Relájate y respira con calma, apenas llevamos algunos minutos caminando, puedes sentir claustrofobia por el encierro ―dijo Lionel tratando de calmar a su compañero.

Habían recorrido unos tres kilómetros dentro de la cueva, en su camino habían hallado otra galería similar a la primera, donde todo estaba iluminado por la bioluminiscencia de los hongos y los microorganismos que proliferaban en las paredes y el agua. Al extremo opuesto de ésta se encontraba una nueva entrada por la que se seguía extendiendo la cueva.

Recorrieron el túnel por otra media hora y luego decidieron regresar al principio, para armar el campamento y descansar para iniciar el recorrido nuevamente al día siguiente.


―Por su altura y peso debe ser el doctor Enmanuel Rivero, no veo señales de vida y los rastreadores están dispersos alrededor de su cuerpo ―dijo LEONARD mientras observaba los alrededores de la ubicación del cuerpo de Enmanuel.

―¿Puedes ver al doctor Gouveia por alguna parte? ―preguntó Hernán desde la nave.

―No, no parece haber nadie más en esta galería ―respondió LEONARD, para luego hacer una pausa, dudaba de qué debía hacer a continuación ―. ¿Continúo avanzando? ―preguntó.

―No, vamos a recuperar el cuerpo de Rivero, por favor tráelo de regreso a la nave, mañana te internarás más en la cueva ―respondió Hernán.


Durante la noche Lionel y Enmanuel, se encerraron en la habitación portátil, allí, bajo la seguridad de una atmosfera controlada y libres del peligro de contaminación gracias a un módulo de descontaminación adosado a la habitación, pudieron retirarse los trajes, durante su primer recorrido no recolectaron muestras, sólo empezaron a reconocer la cueva.

Durante la noche, pudieron escuchar muchos ruidos y murmullos. Pequeñas criaturas voladoras, similares a murciélagos, salieron en bandada, poco después del anochecer, no los habían visto durante su recorrido, probablemente vivirían más al interior de la cueva. También desde las afueras escucharon chillidos y aullidos, que le recordaron a Lionel a los ruidos hechos por animales como lobos y gibones.

A pesar de encontrarse resguardados en el interior de la habitación, no pudieron conciliar el sueño, el sinfín de sonidos, chapoteos en el agua y ocasionales pequeños golpes en las paredes, los mantuvieron en vigilia, casi toda la noche; nunca esperaron tanta actividad en un sitio que a la luz del día parecía despoblado.

Casi al amanecer pudieron ver como las criaturas voladoras que habían salido antes, regresaban nuevamente a las profundidades de la cueva. Para el momento de la aurora, nuevamente la cueva y sus alrededores, estaban en completa calma.

Desayunarían y luego se dispondrían a internarse nuevamente a la cueva, esta vez irían con suministros suficientes como para permanecer todo el día alejados del campamento y así regresar poco antes del anochecer. Los acompañaría un pequeño robot asistente, simplemente un autómata que los seguiría a donde se dirigieran cargando a cuestas parte del equipo y el contenedor para las muestras biológicas.


―Aquí está el ROBERT, pero no veo señales del doctor Gouveia ―dijo LEONARD, ante la mirada atenta de Hernán, desde la unidad de control de la nave.

―No puede estar muy lejos, Cuando se separaron, no estaban en condiciones de alejarse mucho de ese lugar ―respondió Hernán ―. No pudo caminar por mucho rato.

LOENARD había recorrido siete kilómetros por el túnel que seguía después de la segunda galería, se encontraba a poco más de ocho kilómetros del campamento que habían instalado Lionel y Enmanuel. Nuevamente su recorrido dentro de la cueva, no había sido muy diferente al de ayer, paredes relucientes por la bioluminiscencia de las colonias de microorganismos que las habitaban y ocasionales hongos de entre metro y medio y dos metros de altura.

Esto fue así hasta que encontró al pequeño robot asistente recostado sobre uno de sus costados, se trataba sólo de una plataforma con seis ruedas que tenía sujetos algunos contenedores, cuyo contenido se había volcado en el piso; se trataba de algunas capsulas de alimentos deshidratados y botellas de agua, en ambos casos de los que se adaptan al conector de suministros de los trajes herméticos.

Aun sujeto al ROBERT, se encontraba un contenedor de muestras biológicas, que al parecer contenía algunas de las muestras que habían sido recolectadas por los exploradores, LEONARD, examinó su contenido por instrucciones de Hernán.

―Creo que las muestras aún son viables, al parecer el pequeño contenedor hizo mejor su trabajo de lo que se podía esperar ―comentó LEONARD, tras examinar las muestras.

―Recupéralas y tráelas a la nave, también trae al ROBERT y los restos de comida y agua.

Hasta ahí llego el recorrido de LEONARD por ese día, debía volver nuevamente a la nave. Al igual que lo había hecho, al traer el cuerpo de Rivera, antes de ser descontaminado, debió dejar al ROBERT y su carga en el cuarto de aislamiento, donde sería estudiado por Patricia y Midori, las otras dos miembros de la tripulación, ambas, biólogas de la universidad de Palas.

Texto de @amart29 Barcelona, Venezuela, noviembre de 2019

Otros relatos de la serie La Era de Perseo

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