Chaparra y fea
En Naguanagua, Valencia, estuve trabajando largos meses. En las mañanas solía caminar hasta la oficina. Siempre me iba caminando. Me agradaba caminar. En las tardes, al final del día, regresaba a pie para mirar y contemplar el cerro de pinos. Placeres sencillos eran para mí aquellas caminatas y aquel observar el paisaje y la gente.
Había una muchacha que todos los días hacía el mismo recorrido en sentido contrario. Todos los días me topaba con ella en la mañana y en la tarde. Yo la veía, pero no mucho; era una mujercita chaparra y fea, nada que mereciera dos miradas.
Ella nunca me veía, miraba siempre de frente, jamás volteaba hacia donde yo estaba, lo cual hubiese sido algo natural. La resistencia a mirarme me causaba cierta intriga, pero sólo por un breve lapso; sólo era una mujercita chaparra y fea, nada en lo que yo quisiera invertir mi tiempo.
La zona hacia donde ella caminaba en las mañanas era un área residencial de quintas lujosas, era evidente que trabajaba limpiando en alguna casa, y como era una muchacha muy joven, parecía claro que era una mujer tempranamente emancipada, seguramente con un hijo sin papá. Eso se me ocurrió muy rápido, desde los primeros días en que la vi. Pero después ya ni pensaba en eso. Al final, sólo era una mujercita chaparra y fea, nada que capturara mi atención por mucho tiempo.
Un día la vi venir con unas amigas, conversando y riendo. Se le veía inusualmente relajada, extrovertida y jovial. Yo observaba con curiosidad su cara y sus gestos, y me tomó por sorpresa que en esa ocasión sí volteó a mirarme. Aquel inusual comportamiento, mientras estaba acompañada, se repitió en tres ocasiones distintas. La cosa me puso a pensar, pero no mucho, después de todo, sólo era una mujercita chaparra y fea, nada que me hiciera perder el sueño.
El cambio extremo en su conducta, influenciado por el grupo, era algo digno de observar, me convencía de que había allí un misterio que tal vez yo debía desentrañar. Lo pensé, pero no mucho. Me aclaré que yo no tenía pero ni un poquito de ganas de andar buscando nada allí. Total..., sólo era una niña chiquita y sin gracia, una mujercita chaparra y fea quien, para colmo de males, era además horrorosamente insegura.
Jajajajaja. Yo también tengo ese problema: no veo mucho a las otras personas! (monita apenada)
Chaparra y fea, que malvado eres, @amaponian, mira que el perfume caro, dicen, viene en frasco pequeño, y el veneno también jajaja. Yo soy muy despistada y cuando ando por ahi, a veces me dicen que no veo a la gente, cosas de la vida. Siempre frescas tus líneas, un abrazo de vuelta!.