Capítulo 39 | Alma sacrificada [Parte 2]

in #spanish6 years ago

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—¿Recuerdas eso? —inquirí al carraspear la garganta.

Andrea giró y acarició la tapa de la caja con la punta de sus dedos. Trazó un sendero de punta a punta, mientras su cuerpo se movía al compás de sus dedos. Ella se desplomó sobre el colchón y apretó una de las puntas de la caja. El contenido de ello no era algo por lo que hubiésemos matado, pero cada cosa poseía un doloroso recuerdo. Andrea relamió sus labios y quitó algunos mechones de cabello de su rostro.
Me acerqué a ella y me detuve frente a la cama. Entre nosotros existía una magia que nunca logramos entender del todo, pero que nos unía en los peores momentos; ese fue uno de ellos, cuando el dolor crecía de forma exponencial.
—Creí que la habías desechado —susurró al retirar su mano.
—¿Me creíste capaz? —inquirí al destapar la caja, despegar las tapas y permitir que el aroma a viejo llenara mi nariz—. Nunca me desharía de un recuerdo tuyo.
Moví la cabeza y fijé mi atención en una vieja camisa verde que guardé para ella. Esa camisa fue la que usé la tarde que la conocí en el Álamo y la que le regalé el día que la verdad sobre mi pasado se descubrió. Toqué la camisa con la punta de los dedos y extraje de la caja. Las polillas habían corroído una parte de ella y el color no era tan vívido como catorce años atrás, cuando apenas era la segunda vez que me la colocaba.
Ella tiró una de las puntas de la camisa y la quitó de mis manos. Andrea fijó su mirada en la tela, mientras tocaba el cuello con la yema de sus dedos. No le importó que la camisa llevase trece años guardada; ella la unió a su pecho y cerró los ojos. Observé como arrugaba sus ojos y tragaba saliva con fuerza, antes de desprenderla de su cuerpo y notar lágrimas formarse en sus ojos. Lo que vivíamos dolía mucho.
Andrea parpadeó un par de veces y arrastró la pintura de su mejilla al cuello. Cómo me habría encantado abrazarla una vez más, tal como lo hicimos en el cementerio, cuando me contó sobre el bebé que perdió. Todo era tanto y en tan poco tiempo, que no hubo tiempo de asimilar las cosas. Ella tuvo que vivir todos estos años con el doloroso secreto de nuestro hijo no nacido, mientras yo me divertía con alguien más.
De nuevo regresé mi atención a la caja y extraje la silla de montar. Ese obsequio era para enseñarle a mi chica a montar y a ser toda una vaquera. La había mandado a fabricar a su gusto, con acabados simples y detalles. Me dolía saber que nunca la llegó a usar, ni pudimos salir a cabalgar como tanto lo deseé. Y allí estábamos, con el corazón roto y con una silla de montar bajo mis manos. Andrea acarició los enreatados e hizo un círculo en los chapetones, antes de aplastar el fuste con la palma de su mano.
—Esto fue lo único que me quedó de ti —admití con la mirada en la silla.
Si no lo decía mi alma se quebraría. Ella debía saber lo que sentía y carcomía mi lengua. Andrea se levantó, tiró de mi codo y acercó su cuerpo al mío. Lágrimas se notaban en sus ojos, junto a un ligero temblor en sus labios. Conduje mi mano al hueco de su cintura y llevó la suya a mi mejilla. Andrea se esforzaba por no llorar, así que cerró sus ojos y, al abrirlos de nuevo, unas hermosas palabras brotaron de sus labios.
—Te quedaste con mi corazón —pronunció—. No lo olvides.
Debí haber detenido lo que sucedió, pero eso que nos tiraba uno del otro era más fuerte que la fuerza de voluntad. Yo solo me embobé una vez más en su mirada y dejé que ese amor que nos unía nos envolviera de nuevo. Ya estaba cansado de luchar con lo que sentía, de abusar de mi propia voluntad e impedirme ser feliz como quería serlo. Ya no podía más. Era incorrecto pensar que eso moriría, cuando apenas renacía.
Ella se lanzó a mi cuerpo y envolvió mi cuello con sus manos. Apretó su rostro a mi cuello y me apresó como la comida de una boa constrictora. Yo solo cerré los ojos y apreté su espalda con ambas manos. Podía sentir su corazón en mi pecho y el calor de su aliento en mi oído. Respiramos en silencio, sin decir nada, hasta que ella despegó poco a poco su cuerpo y detuvo sus manos en la piel de mi cuello. Quedamos frente a frente.
Nos miramos sin decir palabras, más de las que alguna vez nos dijimos antes de un beso. Ella no daría el primer paso, lo sabía, así que tomé la iniciativa de acercar mi nariz a la suya y rozar su piel. Ella despegó sus labios y soltó su aliento en mi boca, al tiempo que respiraba con dificultad, y yo apretaba mi mandíbula. Podía sentir los nervios de ese momento correr por mi cuerpo, pero nada me detuvo a hacer lo que mi corazón dictaba.
Ella sollozó en mis labios, antes de acortar poco a poco la distancia que nos separaba. Sentí la tensión de sus manos en mi cuello y el temblor de sus labios tan cerca de los míos. Ella se mantuvo estática, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, mientras cerraba esa maldita distancia que nos alejaba. Al final, cuando dejé de pensar en aquello que me impedía besarla, rocé sus labios con los míos, en un efímero beso.
Fue algo tan electrizante, que sentí mi corazón explotar dentro del pecho. Ni siquiera abrí mi boca para agudizar el beso; solo me dejé llevar por ese ligero toque que revivió esa alma salvaje que alguna vez albergué dentro de mi cuerpo. Fue tan emotivo, que sentí una lágrima de Andrea mojar mi piel, al tiempo que nuestras bocas se unían.
Ella despegó sus labios de los míos y soltó un suspiro.
—¿Por qué lo hiciste? —susurró sobre mis labios.
—Sentía que moría si no te besaba.
Y sin detenerme a pensar en lo dicho, apresé de nuevo sus labios, esa vez con un poco más de pasión. Ella bajó sus manos y apretó mis costillas, mientras las mías subían a su cuello y los pulgares acariciaban sus mejillas. A medida que nos besábamos, sentía como esa baja batería de mi corazón comenzaba a recargarse y latía de nuevo por ella. Fueron besos en los que dijimos todo lo que callamos por años.
Por un momento Andrea dudó, lo que la condujo a separarse de mi boca.
—Esto es un error. —Colocó un dedo en mis labios—. Tú estás casado.
Y no era mentira. Incluso pensé que Andrea no correspondería mi beso por las mismas razones. Pero lo hizo, y después de ello me sentía aún más ansioso que minutos atrás. Después de probar la dulzura de Andrea, no iba a querer regresar con nadie más. Y me dolía tener esos pensamientos, porque Skyler nunca fue una mala persona conmigo, incluso cuando se portó como toda una chica rebelde esa larga semana.
Ella comenzó a removerse entre mis brazos, lo que me obligó a dejarla ir. Andrea se sentía incómoda con el beso propiciado entre nosotros, por lo que utilizó una buena excusa para alejarse de mí. Rascó uno de sus brazos y se llevó pintura entre las uñas rosa claro, antes de deambular la mirada y desplomarla sobre mi rostro.
—Voy a bañarme.
—Sí, yo igual —respondí de inmediato. Era una gran idea alejarnos cuando aún tuviésemos un poco de voluntad—. Estaré en la otra habitación.
Lo único que debía hacer era caminar hasta la otra habitación, buscar ropa limpia y quitarme toda la pintura del cuerpo, nada más. Y eso hice, mientras los recuerdos de ese beso continuaban frescos en mi mente. Volqué un poco de champú en mis manos y restregué la espuma en mi cabello. Gasté medio jabón en quitarme la pintura del cuerpo. Ya estaba pegada en mi piel, para cuando pasé el trozo de jabón por mi cuerpo.
Estuve largo rato bajo la ducha, escuchando como la lluvia caía sobre el techo. Era una tormenta la que nos abrigó esa tarde, cuando decidimos que era tiempo de dejar ir aquello que nos apresaba. Cerré los ojos y me repetía varias veces que debía dejar de pensar en la mojada mujer al otro lado del pasillo. Me sequé en la alfombrilla y envolví la toalla alrededor de mi cintura. Caminé a la habitación y miré la ropa sobre la cama.
La lluvia sonaba fuerte sobre el tejado, pero mi corazón galopaba con mayor ímpetu. Quizá no tendría otra oportunidad de demostrarle mis sentimientos, así que debía aprovechar esa al máximo, sin miedo y sin ataduras que nos impidieran estar juntos.
Con la decisión de acabar de una vez con todo eso, troté hasta la puerta de la habitación, giré la manija de la puerta y entré al lugar. El sonido de la ducha crecía a medida que me acercaba a la puerta entreabierta del baño y observaba la sombra de su cuerpo a través de la cortina. Ella estaba frotando su cabello con ambas manos, mientras el agua corría por su cuerpo y abatía contra la cerámica del piso.
Era incorrecto lo que haría, en todos los sentidos, pero pocas veces me había arrepentido de estar con la mujer que amaba, aun cuando el costo de sucumbir ante los placeres carnales, fuese más alto que la cantidad de placer. Andrea volvió a ser todo para mí, y siendo ese todo, quería todo con ella; así de fácil. Así que al desprenderme de la toalla, sujetar un extremo de la cortina y tirar de ella, todo terminó.
—¡Dios mío! —saltó ella por la sorpresa—. ¿Qué haces aquí?
La miré de arriba abajo, como el agua se deslizaba por su piel, el color de su cabello mojado o el rubor que intentaba ocultar detrás de un gesto de sorpresa. Pisé la mojada baldosa, tiré de nuevo de la cortina y me detuve frente a ella. Las manos de Andrea intentaban cubrir sus zonas íntimas, pero las mías las quitaron en un santiamén. Ella quiso decir algo más, pero mi mano derecha se apoderó de su cuello, antes de besarla.
Andrea no tardó en corresponder mi beso, justo cuando arrastré su cuerpo hasta la pared y apreté la carne de su cintura. Andrea profundizó el beso al tirar del cabello que caía en la parte alta de mi cuello. Insertó un brazo bajo el mío y arañó mi espalda de arriba abajo, de forma apasionada, mientras su lengua se enredaba con la mía. El agua nos empapó de pies a cabeza, cuando bajo la ducha besé a la mujer que me enloquecía.
Despegué mis labios de los suyos e inicié un descenso de besos por su cuello, sobre la clavícula y el centro de su pecho. Andrea soltó un ligero gemido al mordisquear su cuello, justo cuando apretó mi cabello y se dejó llevar por lo que sentía. Mis manos exploraron ese cuerpo como un tesoro templario, mientras el sonido de la ducha llenaba todo el espacio. Pero Andrea, por un instante, dudó de lo que hacíamos.
—No podemos hacer esto —soltó entrecortada.
—No pienses —demandé antes de apoderarme de sus labios.
Pegados a la pared, besé sus labios de manera apasionada, mientras mi mano descendía por su estómago. Ella soltó un gemido de placer al acariciar esa zona que hacía mucho no sentía palpitar por mí. Me besó con mayor ímpetu y enroscó una de sus piernas en mi torso. Mi excitación aumentaba a medida que ella agudizaba el momento y la necesidad que sentíamos crecía a borbollones con cada respiración.
Su piel seguía suave, sus besos continuaban enloqueciéndome y el aroma champú bailaba en el aire. No sentía frío o hambre; solo quería estar con ella hasta que la realidad fuera más fuerte que la utopía que creamos por esa noche. Elevé su cuerpo con mis manos en su cintura y Andrea, por instinto, enroscó sus piernas a mí alrededor. De nuevo la sentí allí, tan cerca de mí, con su respiración entrecortada y los leves sollozos.
El calor aumentaba a medida que el vaivén de nuestros cuerpos se acrecentaba. La sujeté de los muslos y elevé con mayor ritmo, mientras el silencio comenzaba a contarse con el sonido de su voz, las agitadas respiraciones y esas aceleradas palpitaciones que golpeaban la coraza. La uní más a mi cuerpo y giré sobre mis pies. Mi espalda chocó contra la pared y el brazo de Andrea se elevó para sujetar el tubo de la cortina. No queríamos parar, no podíamos parar. Éramos la fusión de dos meteoritos que no pensaron encontrarse en el cosmos, pero harían lo que fuera para estrellarse de nuevo.
Me sentía más viril a medida que ella me besaba, arañaba mi espalda o me susurraba que no parara. Me sentí un hombre completo en sus brazos, como hacía mucho no me sentía. El aliento comenzó a notarse en el aire, los labios de Andrea se enrojecieron como dos fresas silvestres y mi corazón estaba a punto de estallar. Ella acarició mi cuello, tiró de mi cabello, besó mi pecho y me hizo el amor como ninguna otra.
Cuando el clímax llegó, pude volver a respirar con normalidad. Andrea emitió una ligera sonrisa y besó de nuevo mis labios; esa vez con ternura, al tiempo que alborotaba mi cabello. Ya habíamos pasado el tema de la incomodidad, pero quedaba el asunto de la insatisfacción. Habíamos hecho el amor después de doce años, lo que significaba que las ganas no se quitarían con solo una vez. Teníamos que hacerlo muchas más.
Andrea enroscó su brazo en mi cuello y tiró de mi labio. Las gotas de agua descendían por sus mejillas, mientras el fulgor de la felicidad bailaba en su pupila. Éramos felices justo en ese momento, y no nos habría importado que el mundo entero se desplomara al infierno, siempre y cuando estuviésemos juntos. Me sentí poderoso, como un superhéroe, con mi chica en mis brazos y sus labios sobre los míos.
—Vamos a la cama —masculló con una sonrisa.
Sujeté sus piernas para que envolviera sus muslos a mí alrededor y caminar hasta su cama. Andrea bajó de mi cuerpo y empujó mi pecho para desplomarme de espaldas sobre la cama. Una sonrisa traviesa afloró en sus labios, al tiempo que se abalanzó sobre mi cuerpo y comenzó a besarme el estómago, el pecho y llegó hasta la cima de mi oído, susurrando lo mucho que me extrañó. Apreté sus muslos y la senté sobre mí, mientras mis manos subían por su espalda y las suyas se apretaban al espaldar de la cama, lista para iniciar. Fue una imagen que nunca saldría de mi mente, ni aunque quisiera.
Nuestros cuerpos mojados chocaron entre sí, al tiempo que los besos quedaron grabados en cada parte de la piel. Nos entregamos uno al otro, entre movimientos repetitivos y suspiros incontrolados. La amaba. Maldita sea, ¡la amaba! Y nunca dejaría de amarla como lo hacía, desde que era un jodido hombre de veinticinco. Ella se entregó en cuerpo y alma a mí, sin detenerse a pensar en el mañana o lo que sucedería.
Solos nos dejamos llevar por ese sentimiento que hacía que mi corazón galopara como salvaje dentro de mi pecho. Me estaba enamorando de nuevo de ella, como el primer día. No solo fue sexo sin sentimiento o compromiso como la primera vez. Andrea me selló el alma una vez más, sobre la marca anterior, siendo imposible quitar un sello tan marcado como ese. Era totalmente de ella, y haría conmigo lo que quisiera.
Nos entregamos totalmente, sin restricciones, siendo el uno del otro.
Esa noche, bajo la tormenta exterior, nos besamos hasta enrojecernos los labios, que la piel ardiera bajo el toque de nuestras manos y el corazón casi explotara de felicidad. Fue una noche para el recuerdo, cuando desplomados uno junto al otro, con la mano de Andrea sobre mi corazón, sentí de nuevo algo que cambió toda mi vida. Ella fue todo para mí, y lo volvía a ser, aunque quisiera arrancármela del alma.
Ella recostó su rostro en mi pecho y trazó pequeños círculos en mi piel. Reímos mucho durante toda la noche, pero llegada la madrugada, cuando el sueño comenzaba a hacerse presente, cerré unos segundos los ojos y me susurré a mí mismo que debía ser sincero con ella. Eso no había sido solo sexo, y aunque Andrea lo sabía, no estaba de más que le gritara cuánto significaba para mí.
—Te amo, Andrea —susurré sobre su cabello—. Nunca he dejado de amarte.

Sort:  

¡¡¡Estoy conteniendo un chingo de gritos fangirl!!!

Aime, si pudieras ver mi cara en este momento te reirías de lo ridícula que debo verme con una sonrisa marca Guasón.
Como me encantaría poder dejarte aquí un audio para que todos se den cuenta de la emoción que tengo. Es que... ¡¡¡Al fin!!! Al fin estos dos están ahí juntitos y abrazaditos y muy enamoraditos ❤_❤
Ya te lo he dicho antes, pero me provoca decirtelo ahora; TE AMO, Aime, sin duda alguna tú nunca perderás el lugar como mi escritora favorita 💞

¡ESTOOOOY JODIDAMENTE EMOCIONADA AIME! Lo leí dos veces y las dos veces pegué gritos como loca. No puedo contenerme, los amo, los adoro... Son demasiado para mí 💜 estoy tan feliz que no me cabe la sonrisa en la cara, ¡AAAAAL FIIIIN DIOS MÍOOOOOO! Al fin hubo salseo del bueno :3 al fin se amaron físicamente, al fin se entregaron.

Estoy extasiada, sé que por una momento de felicidad añades diez de tristeza, pero déjame decirte una cosa Aime Alejandra ¡ME VALE MADRES PORQUE AL FIN ESE PAR VOLVIERON A AMARSE COMO DEBÍAN!

Esto es motivo de alegrías, felicidad, celebración... Es más si el capítulo que viene es de tristeza, mejor ni lo subas hasta la semana que viene :v no me dañes la felicidad que siento, hasta siento que tengo un orgasmo emocional ¿será eso posible?

Chama estoy tan excitada (en el buen sentido de la palabra mal pensada) que de verdad no hilo en otra cosa que no sea Andrea y Ezra juntos haciendo todo los ricos placeres de la vida. De verdad que no puedo con tanto amor, pasión, entrega y devoción.

Por mí puedes dejar el libro hasta aquí, amaría ese final :v ya lo demás lo supondríamos, que se vaya al infierno todos los demás (menos Sam y Keith) y que se quede solo es este capítulo. Que importe solo ellos, que vivan siendo ellos y que mueran solo amándose mutuamente eternamente 💜

P.S. AIIIIIMEEEEEE TE ADOROOOOOO ME HAS HECHO LA MUJER MÁS FELIZ DEL MUNDO CON ESTE CAPÍTULO. SIN DUDAS EL MEJOR Y MI FAVORITO 😍💜

Ya me he dado cuenta, alternas un capítulo lleno d amor y otro la tristeza o rencor predomina. En este caso tocó turno al primero 😍, aunque volviendo a la realidad, ésta les hará recordar q todo cambió 🙄

Morí de amor con esta parte. Aime gracias. Te has superado. 😍😍 no sé como va a seguir pero me da un poquito más de esperanza de que van a terminar juntos.

Me encanto.....Ya era hora de que estuvieran juntos los dos otra vez, se lo merecen..!!! jeje 😍😍

Que manera de redactar un acto tan intimo 😍
Al fin...hasta que se atrevieron... dale mas respiro co ratitos de amor 😆😆😆😂

Bien, esto no es normal. Pero ya que confesé por otro medio que hacía bastante tiempo leía la historia, no tiene sentido que siga siendo un fantasma, jaajaja! Resumiré en dos palabras lo que sentí al leerlo: AMOR ETERNO♥. Estos dos merecen el cielo y más :3

Awwwwww Dios que emoción,hemos esperado tanto para esto.Andrea y Nicolás se lo merecían por fin juntos!!!!!. Después de tanto dolor y lágrimas era justo un poco de felicidad😍😍😘😘

Dios mio...¡¡¡ Estoy tan feliz, merecen ser felices siempre sin tantos problemas, amé esté capitulo..eres lo máximo, solo espero q en el proximo no sufran...¡¡¡

Qué hermoso gracias Aime por este capítulo me encantó que por fin dejarán fluir sus sentimientos guardados por tantos años lo merecían después de tanto dolor y de tantos recuerdos amargos es como si con ese encuentro y esa entrega hubieran unido sus corazones rotos amé este capítulo de verdad te felicito mucho Aime eres una de mis escritoras favoritas .

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