Capítulo 35 | Alma sacrificada [Parte 1]

in #spanish6 years ago

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La mirada en el rostro de Ezra era algo indescifrable. Mi oración bastó para causarle un signo de interrogación sobre su cabeza. Él se agachó ante mí, cuando las lágrimas corrían por mis mejillas y mi cuerpo se desplomó sobre el mesón de la lápida. El frío circulaba por mi cuerpo y un estremecedor escalofrío caló hasta mis huesos, al mismo tiempo que el cielo se entristecía por las desgracias de mi lúgubre vida.

—¿Hijo? —inquirió como algo doloroso—. ¿Qué hijo?
Controlé mis impulsos de continuar con la mentira, mientras ese pequeño mundo de la verdad me abría los brazos. Era momento de liberar esa dolorosa parte de mi ser, pero hacerlo significaba traspasarla a una persona que no merecía sufrir de esa manera. Solo en sus ojos notaba el sombrío malestar de conocer eso que tanto oculté de todo el mundo, incluyendo a la persona que estaba más ligada a eso que el resto.
—¿Quieres contarme? —preguntó una vez más, al sujetar mis manos—. ¿Qué niño?
—El que tenía aquí —toqué mi vientre con sus manos—, cuando te marchaste.
Los ojos de Ezra se ampliaron a niveles inmensos, al tiempo que una oscura nube cubrió unos ligeros rayos de sol que impactaban sus iris. Él bajó la mirada a sus manos en mi vientre, y sentí un leve temblor en sus dedos. Cerré mis ojos y tragué ese dolor que escocía mi garganta al punto de quebrar las palabras antes de pronunciarlas.
—¿Dónde esta? —masculló con temor—. ¿Quién es?
—No nació —pronuncié al sentir una lágrima salada entrar a mi boca—. Lo perdí a los dos meses… Perdí a nuestro hijo mientras no estabas.
Él retrocedió de inmediato y se desprendió de mis manos. Fue como sentir un disparo traspasar mi pecho y salir por la espalda. Él se encorvó sobre sus piernas, sujetó su cintura y abrió su boca para soltar fuertes bocanadas de aire. Podía ver que se ahogaba con el mismo aire que inhalaba, mientras sus manos apretaban la carne de su cintura con la fuerza suficiente para provocarle algunos hematomas.
Yo llevé las piernas a mi pecho y apreté mis brazos. Recordarlo era sentir como doce años atrás, maldije el mundo que me arrebató a mi hijo. Lloré tanto su pérdida, que mi cuerpo se deshidrató y mi garganta se inflamó. Mi corazón dejó de sentir esperanza y mi interior se secó como una flor sin agua. Mientras el resto de las personas vivían sus vidas maravillosas, yo me encerraba en la revista para no pensar en mi bebé.
Ezra amplió sus ojos y una lágrima resbaló por si mejilla. Él se encorvó al punto de mirar el suelo, pero el dolor tan intrínseco lo desplomó al suelo. Él estaba atónito, con la mirada perdida en la grama oxidada que se alzaba del suelo y rozaba sus botas. Movía sus párpados con evidente rapidez, mientras sus dedos se movían en el aire, intentaba sujetar algo que no estaba al alcance de sus gruesas manos.
—Lo lamento —susurré y sentí un dolor en el estómago.
Él giró su cabeza hacia mí y sus ojos se cristalizaron de lágrimas. Pocas veces lo había visto llorar, pero era algo que nunca deseé provocarle. Podía ver la manzana de Adán moverse de arriba abajo, con rapidez, cuando él limpió las lágrimas cercanas a su nariz y mejillas. Estaba enojado con el destino; podía notarlo en su mirada.
—¿Có… cómo sucedió? —inquirió él.
—Su destino no era nacer.
—¿Por qué… nunca me dijiste nada?
—¿Cómo? No sabía dónde estabas o cómo te llamabas —repliqué con el mentón sobre mis rodillas. No soportaba la idea de levantarme y enfrentarlo—. Desapareciste de mi vida por completo. Tuve que soportarlo sola, con tu ausencia en la puerta. No tuve tiempo de reponerme de tu pérdida, antes de sufrir una más grande.
Él se levantó de un tirón y batió la grama con sus botas. Apretó su cabeza con ambas manos y gruñó en sus manos. Mi cuerpo entero temblaba y el frío penetraba mi ropa, al punto de congelar mi piel. No sentía calor en mi sangre y el corazón golpeteaba tan fuerte que escuchaba los latidos en mis oídos. Cerré los ojos para evitar mirar a Ezra sentirse impotente ante algo que ya había sucedido y no tenía vuelta atrás.
Por eso no quería contarle nada; lo conocía lo suficiente para saber que se culparía por lo ocurrido, cuando sucedió por una razón más fuerte que nosotros mismos. Estábamos maldecidos a sufrir indefinidamente, una tras otra vez, diferentes situaciones que pondrían en una balanza lo que fue y lo pudo haber sido. Nos amamos tanto que de ese amor surgió una semilla, pero no brotó como el resto, y solo se desvaneció.
Abrí de nuevos mis ojos y lo encontré con la mirada en el cielo y la mandíbula apretada. Al final, cuando entendió que la vida solo nos apedreaba, bajó la cabeza y dio un paso en mi dirección. No soportaba mantenerle la mirada y saber que pudimos ser una hermosa familia. Me ardía el corazón de pensar en un futuro que nunca tendríamos.
—¿Iba a tener un hijo… contigo? —tartamudeó y sus ojos se humedecieron de inmediato—. ¿Sabes cuántas veces quise tener un hijo contigo? ¡Maldita sea, Andrea! ¿Por qué nos pasa esto a nosotros? ¿En qué fallamos? ¿Por qué nos maldicen?
—No lo sé, y no creo que algún día llegue a comprenderlo. Lo que sí sé, es que aún tienes tiempo de tener otro hijo. Tu esperanza no ha muerto, solo debes encontrarla entre tanta infelicidad. —Bajé las piernas y mordí mi labio inferior para suprimir los sollozos—. Soñaba con que sería niño y montaría a caballo como su padre. De hecho, aún tengo la fotografía del primer eco. A veces me duermo con la imagen en mis manos y sueño cómo sería; si sería como tú o tendría el cabello como el mío.
Él dejó salir dos inmensas lágrimas que cayeron sobre su camisa, al tiempo que se arrodillaba ante mí. Tocó mi mejilla y cerré los ojos ante el contacto de su mano. Sentí el frío de sus dedos y un sutil movimiento del pulgar, limpiando mis lágrimas. Podía escuchar las respiraciones de Ezra y el sollozo que intentaba mantener en su garganta, mientras mis manos se aferraban a ambos lados de la lápida.
—Habría sido hermoso como tú —emitió al unir su frente a la mía—. Una belleza.
—Tenía mucho miedo de contarte esto —susurré al sentir el calor de su aliento.
—Habría sido un buen padre… Porque quiero serlo y no puedo. —Su voz se quebró—. Y quiero un hijo, Andrea, con todo mi corazón. ¿Por qué me entero de esto ahora? ¿Por qué debo llorar la muerte de una personita que nunca conocí?
Conduje mis manos a su cuello y lo mantuve apresado. No tenía por qué sentirse así; no era culpa de nadie lo que nos había ocurrido. Ezra respiró sobre mis labios y sollozó tan cerca de mi boca, que su dolor entró por la mía y llegó directo a mi corazón.
—Debí estar allí contigo, como se debía. No debiste sufrirlo sola.
—Ya sucedió —emití al sentir el calor de su cuerpo.
—Para mí es como si lo acabaras de perder. —Tocó mi vientre—. ¿Te imaginas cómo sería mi vida ahora de haberme enterado que tenía un hijo o una hija?
Separé mi rostro del suyo y acaricié su mejilla. Sentía las cosquillas de su barba en mis dedos y la claridad de sus ojos sobre los míos. Por primera vez nos compenetramos más allá de quitarnos la ropa y hacer el amor. Nos conectamos con las miradas, con el dolor y con la pérdida de una persona que habría sido todo para nosotros. Ezra escaneó mis ojos y condujo sus manos a mi espalda, sin importarnos nada más.
—Cuando me enteré, imaginaba que estabas allí conmigo, que te dormías con el oído en mi panza y le cantabas para que reconociera tu voz —comenté algo que me guardé para mí misma todos esos años—. Soñaba con nosotros en un parque, con una canasta de picnic y nuestros hijos correteando por allí. Soñaba con tenerte a mi lado, pero no se pudo, Ezra… y lamento mucho que te enteraras así.
Él dejó un beso en mi frente y limpió mis lágrimas. Me sentía tan segura en sus brazos, que no quería desprenderme de él. La parte racional de mi cabeza sabía que él tenía una esposa, pero mi corazón suplicaba un abrazo que calmara todo ese dolor que sentía. Lo que necesitábamos en ese momento era un contacto más allá de una mirada; era el calor de un cuerpo que requería un segundo de confort y estabilidad.
Nos miramos el uno al otro, sin más que el profundo deseo de apaciguar las lágrimas que seguían descendiendo por nuestras mejillas. El labio inferior de Ezra temblaba cuando pronunciaba una palabra y sus manos eran como dos trozos de hielo. Estaba indefenso ante mí, como un animal ante el ataque de su depredador. Pocas veces Nicholas Eastwood se mostró así ante mí, pero cuando lo hacía, era por algo fuerte.
Él tragó saliva y relamió sus labios.
—¿Cómo lo perdiste?
—Fue una noche —articulé con la mirada en la suya—. Sufrí un sangrado y los doctores descubrieron que tenía un embarazo ectópico; nuestro hijo se estaba criando fuera del vientre y no se salvaría. Para salvarme la vida, me sacaron al bebé y algunas otras cosas. Estuve delicada por un par de días, pero sobreviví.
—¿No intentaste tener más hijos?
—No puedo. —Bajé la mirada a su pecho y observé el vaivén de su respiración bajo la chaqueta negra—. Mi cuerpo ya no puede tenerlos.
Él apretó la parte trasera de mi cabeza con sus dos manos y cerró los ojos. Eran demasiadas las emociones que nos englobaban, siendo una fatalidad continuar por ese sendero. Lo mejor en ese momento era cerrar las viejas heridas y evitar abrir nuevas, pero Ezra no planeaba dejar la conversación a medias. Él necesitaba saber toda la verdad, así ese descubrimiento le quitara un pedazo del alma.
—¿Significa que esa era nuestra única oportunidad?
Yo solo asentí, incapaz de pronunciar palabras.
—Te arruiné la vida, Andrea —sollozó muy cerca de mis labios—. Perdóname.
—No. —Apreté sus mejillas—. Fue maravilloso mientras duró. Te sentía conmigo todos los días y mi amor por ti aumentaba cada segundo un poco más. Nunca te culparía de algo como eso. La culpa no es de nadie. Solo somos marionetas, nada más.
—No puedo dejar de pensar que pudo haber un mini vaquero corriendo por allí, robando corazones, o una hermosa niña con tus ojos de princesa y ese loco cabello que me enamoró desde la primera vez que te vi —masculló con una lágrima resbalando y sus manos fuertemente agarradas a mi cabello—. Tengo tanto amor para dar, Andrea, que siento que voy a explotar. Quiero enseñarle a mi hijo a batear, a montar caballo, a anudarse una corbata, hacer las orejas de conejo en los zapatos, y leerle en las noches.
Me frustraba verlo sufrir de esa manera, por lo que lo atraje a mis brazos y lo abracé por primera vez en esos doce años. Sentí su pecho chocar el mío, sus manos en mi espalda, su cabello entre mis dedos y el calor de su cuerpo junto al mío. Fue algo que le envió una corriente a mi corazón y me hizo vibrar en sus brazos. Extrañaba tanto sentirlo tan cerca, que en cierto punto creí irreal que Ezra me tuviera en sus brazos.
—¡Quiero un hijo! —vociferó entre lágrimas y apretó mi espalda—. Y tú acabas de decirme que perdiste uno. ¿Qué clase de juego macabro es este que estamos jugando?
—No lo sé, y no sé si tendrá un final feliz. —Acaricié el cabello que caía sobre su cuello y cerré los ojos. Debía infundirle un grado de paz y tranquilidad, así que pisé mi corazón y le indiqué el final feliz que tendría—. Lo que sí sé es que tendrás a tu hijo, puedo sentirlo en mi corazón. Serás el padre que quieres ser, te lo aseguro.
—Pero no será contigo —susurró entrecortado.
—Será con alguien mejor. Con una mujer que no te haya lastimado tanto como yo.
Él apretó más mi espalda y dibujó ligeros círculos sobre mi blusa, antes de separarse y limpiar las lágrimas. Se colocó de pie y me tendió la mano para levantarme. El contorno de sus ojos se tiñó de un rojo suave, sus labios seguían húmedos de las lágrimas y en su mirada ya no había esa luz que me encantaba ver. Todo atisbo de felicidad, fue borrado cuando le conté sobre nuestro hijo.
Limpié mis lágrimas y la grama que quedó adherida a mi pantalón. Alisé mi flequillo y planche la camisa con mis manos, al tiempo que pensaba lo que haríamos en ese momento. Todas las cartas estaban reveladas; era tiempo de guardar de nuevo en el paquete y olvidarlas en alguna caja vieja. Eso era lo que yo quería hacer, pero Ezra tenía otros planes en mente; unos que no me involucraban de forma directa.
—Necesito… yo… debo —tartamudeó palabras al azar, antes de extraer del bolsillo las llaves del auto, del rancho, y colocarlas en mi mano derecha—. Vete al rancho y espérame allí. Yo necesito pensar un rato, y no sé cuánto tardaré. En la maletera hay víveres para que comas algo y, si no, puedes ir al centro a comprar comida.
—Ezra, no puedes…
—Lo necesito, Andrea —interrumpió—. Por favor. Necesito estar solo.
—¿Volverás? —pregunté al verlo retroceder.
—Eso espero.

Sort:  

Oh por Dios mi corazón esta igual de destrozado al de Nicholas mucho sufrimiento para un par de almas que solo quieren vivir tranquilamente y ser felices. La vida es muy injusta. Tanto que este hombre anhela ser padre y el destino le niega tal vez su única oportunidad.....

Me siento perdida, vacía o como si me faltara algo que nunca tuve. Me siento en un abismo, quiero llorar pero no puedo, me siento impotente. Odio todo lo que a ellos les sucede, odio que tengan un camino tan difícil y complicado cuando sólo merecen ser felices. Ya Aime para, por favor para y no dejes que los lastimen más, han sufrido ya mucho, ¿qué más quieres? Esto me duele de verdad, duele mucho.

Inhala, exhala, inhala, exhala... *

¿Por dónde empezar? Ah, ya sé. Aime, ¡ESTOY SUFRIENDO! 💔😭 Tengo tantas ganas de abrazar a mi pobre Ezra 😢 y a Andrea también 😭😭😭

Quiero mi final feliz y muy bonito 😭😭😭😭 es que todo esto es demasiado dolor y si acaba mal voy a entrar en depresión 💔😭😭😭😭😭

santo cristoooo!!! te juro q las lagrimas no las pude contener

Fuente

Buenas tardes @aimeyajure

Qué pena ese aborto...

Saludos.

El ingenioso e hidalgo don Quijote de la Mancha.


¡Incansable desfacedor de entuertos!


Quise plasmar el sufrimiento de dos enamorados que no pueden tener un hijo.
Muchisimas gracias por su apoyo @don.quijote
Siempre un placer escribir para todos ustedes.

Y sigue el sufrimiento de estos dos hasta cuando el destino dejara de ser cruel con andrea y Nick pido un poco de clemencia para ellos.

Otra vez tuve que poner esa pesadilla de contraseña!!! Ay mi dios cuanto dolor...pobrecitos Andrea y Nicholas!!! El le va a contar que su matrimonio no va más? Necesitan otra oportunidad de estar juntos y alcanzar algo de paz. ..

Qué triste estoy llorando cuanto dolor van a a van a sentir más quiero que tengan un final feliz y que sí pueda tener un hijo juntos podrían quedarse con el hijo de Max

Pero como odio a ese maldito maximiliano loco desgraciado enferno

No sabes cuanto mas se puede romper un corazón, hasta que machacan cada pedazo destrozado, creo que esta noticia le prendió fuego a los trozos pequeños que le quedaban a Ezra. :'(

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