Hace unos días les comenté que los atardeceres de la ciudad donde vivo, Anaco, Venezuela, son increiblemente hermosos y diferentes, cada día muestran colores diferentes, tonos diferentes, cielos diferentes.

El 24 de febrero tomé una foto de un atardecer dorado (pueden verlo acá), y 4 dias después tome la foto que ven en esta publicación.

Totalmente diferentes, ambos hermosos y mágicos, así pienso que somos los seres humanos, no somos iguales todos los días, no tenemos los mismos tonos, ni la misma belleza, hay días como algunos atardeceres donde la luz reina en nuestro ser y otros días donde las nubes grises cubren el espacio existencial con poca luz.

Si nos reconocemos como seres mágicos, hermosos y cambiantes, lo esencial e importante se mantendrá, lo simple y valioso seguirá siéndolo, porque así como los atardeceres de esta ciudad no importa si tienen luz dorada, rojiza o pálida, no importa si hay nubes o está el cielo completamente descubierto, no importa si nos llena de luz o si caen gotas de lluvia...lo importante es que independientemente de todo lo que pase y seamos hoy al día siguiente todo puede ser totalmente diferente y mágico, como la Vida.