Fuente: https://www.mariposas.wiki/galerias-mariposas-de-colores

Los gritos tocan mi puerta, con mis nulas fuerzas intento detenerlos. Son muy potentes, mis intentos quedan en nada, y la sordera artificial que trato de crear no es suficiente, no ante tales ataques a mi cordura, que penetran con agresividad apuñalando a mis oídos, mi mente y mi corazón.

Desde mi cuarto, escucho cómo los trastes caen al suelo y los golpes se hacen presentes una y otra vez. Mi hermano llegó drogado, otra vez, y entre su ceguera insulta a mi madre, quien solo llora por clemencia. Mi padre, sumido en la embriaguez, lo golpea fuertemente, lo sé, solo falta escuchar la carne siendo machacada y los gritos entrecortados para darme una idea sin siquiera ver aquella escena; no se le era extraña ni a las paredes de la casa. Aun así, no quería verla, no podía, no por más que lo intentara, no era más que un cobarde sin suerte, o eso e slo que me repetían... Lo suficiente como para creerlo.

Entre ese infierno de sonido, uno penetró entre todos ellos. De manera tierna, llegó a mis oídos, proviniendo desde la única ventana de mi pobre habitación. Eran pequeños toques al cristal, de verdad me preguntaba qué era, resultando ser una mariposa la responsable, pero una que nunca había visto antes. La escarcha radiante brillaba en cada ala, resultando hipnotizante cómo, con los rayos de luz, sus colores cambiaban de distintas maneras, desde fuertes fosforescentes, pasando por cálidos y culminando con los fríos. Pareciera que tuviese todo el arcoíris guardado en su espalda.

Con ojos cálidos por mis lágrimas la veía, tan pequeña, tan frágil... No pude evitar verme a mí mismo, y al parecer, el sentimiento fue mutuo, algo que identifiqué cuando se posicionó en mi mano, era tan hermosa y apostaría a que me sonreía, no tenía duda...

Cada atardecer llegaba con el mismo golpeteo, pidiendo entrar en cada ocasión. Yo solo la contemplaba, nos acompañábamos el uno al otro. En las noches de lluvia, el calor de mi cuarto le resultaba reconfortarle, y su compañía así lo fue para mí.

No sabía casi nada de estos animales, y en mi pueblo, donde apenas llega cable nacional, me resultaba más difícil informarme. No podía darle casi nada, ni comida ni una casita, pero parecía estar bien con eso, lo supe por la frecuencia con la que venía a verme.

Un par de meses después, un amigo vino a visitarme, y se encontró con ella. Mi amiga se volvió la anfitriona de la reunión al instante, pues su encanto lo enredó a él también, solo era necesario ver cómo sus ojos brillaban cada vez que la veía.

“Deberías mostrarla al público” Me dijo de manera amistosa.

Realmente me cuestioné si debería hacerlo, y ni modo de consultar con ella cuando las sensaciones eran nuestro único idioma.

Reflexioné y creí saberlo, no era justo, cómo yo era el único que pudo conocer su encanto, más personas tenían que apreciarla, para ver lo magnifica que era, ella se lo merecía.

Al día siguiente, la mostré en el recreo de mi colegio, ganando la atención de todos. Las niñas que me ignoraban se volvieron mis poetas, los niños que me molestaban mis supuestos amigos de toda la vida, esos que mi abuelo tenía y con quienes tomaba copas hasta tarde en la tienda de Antonella. Todo eso fue en una fracción de minutos, halagos y aplausos, encendieron en mi pecho una llama que me impulsó mostrarla, esta vez a mis vecinos.

Don Juan por primera vez supo que estaba viendo una locura real, y no una que fuese producto de la borrachera. Doña Julieta y Doña Martha, por primera vez, tenían otro tema de conversación que no fuese la vida de los demás. Los hermanos Tullin tuvieron, por fin, un buen motivo para beber, y no como la última vez que tomaron hasta enfermarse solo porque mi prima Alejandra había mudado su primer diente. Por último, mi abuelo pudo abrir bien sus ojos después de muchos tiempos.

Todos se dirigían a mí, aplaudiendo y felicitando por mi descubrimiento. El calor en mi pecho aumentaba más, y sabía que no se debía al tremendo sol que hacía esas horas.

A los siguientes días, más personas de distintas partes comenzaron a llegar, buscando ver a mi compañera. Irónicamente, lo que era para ella, terminó para mí, algo que en aquel momento no podía ver, la embriaguez del momento no me lo permitía, solo deseaba sentir ese calor por mucho más tiempo.

Ni un solo día la pasamos solos de nuevo, los halagos fueron mis nuevas compañeras. Con el tiempo, ese calor se fue apagando, cual fogata en noches de viento, algo que no podía sentir desde la cima del pedestal donde me tenía.
Así también, fui perdiendo los comentarios, felicidades, ánimos y ese calor en mi pecho.

Le recriminé durante días a mi amiga (si es que podría seguirlo siendo) obligándola a despertar. Me preguntaba constantemente, después de todo esto ¿Cómo pudo olvidarme de esa forma?

La embriaguez del momento me impulsó a tomar un libro y alzarlo en lo alto, apuntando hacia ella. Estaba claro mi objetivo, y no iba a permitir que ella se escapara. Pero, no fue necesario, pues se quedó ahí, estática, escondiéndose en un rincón. En ese momento, pude ver mi reflejo en tan cristalinas alas, sin embargo, no era yo, ya no más sino el digno hijo de mis padres...

En lo que antes éramos dos, compartiendo momentos y sensaciones, ahora solo quedaba uno y cenizas del otro, cenizas que consumían al único sobreviviente poco a poco, enterrándolo en lo profundo.

Lo primero que recordé fueron las puñaladas a mis oídos en aquella tarde lluviosa y cómo ese ángel colorido con me sacó de ese abismo con pequeños golpes a mi ventana, ángel que me encargué de apagar y de borrar, cruelmente, ese color en sus alas.

En aquel instante me pregunté ¿Cómo la pude olvidar de esa forma?

Con ojos llenos de lágrimas, le abrí la ventana y, así como entró algún día, así salió sin dejar rastro ni pistas de su regreso.

Hace mucho que sucedió, ya todos la olvidaron, excepto yo. No pido que vuelva, pido su perdón, esté donde esté. Lo único que la mantiene en mi mente son estas notas de colores, desplegadas en toda mi pared, dibujándola con tamaño de gigante, como realmente era. Es lo menos que puedo hacer.

Antes dos, ahora solo uno. Soy solo un pobre chico asustado que sigue su camino con dos maletas y un colorido recuerdo.

Pego mi vigésima nota verde antes de marcharme, y un par de golpes llegan de mi ventana...

Notas de autor:
Bien, este es el primero de la serie de relatos que comenzaré a publicar. Espero que les haya gustado y comenten qué les pareción